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domingo, 11 de septiembre de 2016

Segundo orden


                        ¿Por qué tan raras veces los humanos nos preguntamos sobre el pensar? De hecho, buena parte de la humanidad rara vez ejecuta la acción de pensar en primer orden, o sea que la de segundo –el pensar sobre el pensar- nunca se la ha planteado. Con la evolución y la creciente complejidad del mundo cada vez se tiende a pensar más en cosas aparentemente externas pero cada vez menos en nuestra aprehensión del mundo, que se da por hecha. Por eso los nuevos burócratas nos quieren hacer creer (y una gran parte ellos efectivamente cree) que el estudio de la filosofía se hace menos y menos relevante de cara a la gestión del conocimiento. Sinceramente creo que todo ello es un espejismo fruto complejo de varios factores: la invasión de la postmodernidad, la crisis de la filosofía como tal -que necesita un fuerte revulsivo- y la involución general de la sociedad que se va infantilizando progresivamente. Precisamente en esta época de crisis y cambio absoluto de referentes es cuando debemos ampliar nuestro concepto de filosofía tal y como poco a poco lo vamos haciendo con el estudio de las ciencias naturales (aunque esto último lo perciba realmente muy poca gente ya que el grueso de la población vive mentalmente 100 años atrás). Lo que es terrible, limitante y social y políticamente muy peligroso es suponer que el conocimiento científico es absoluto y no precisa de pensamiento de segundo orden, con lo que la filosofía se vuelve objeto de lujo superfluo. Hasta hace cincuenta años la universidad representaba un corpus sólido de conocimiento que exponía los paradigmas firmemente establecidos. Cada vez más las facultades no exponen conocimientos generales sino técnicas y prácticas aisladas alrededor de ellos porque tiende de forma inconsciente a considerar que estos conocimientos generales son verdades absolutas intocables. Los cambios de paradigma (sistemas complejos, holismos, teoría del caos, sistemas disipativos, gravedad cuántica,…) que han aparecido en las ciencias naturales en los últimos cincuenta años apenas han entrado en los temarios de las facultades, que siguen aferradas a dogmas como el modelo darwiniano de evolución, el determinismo feno-genotípico y otros casos célebres resultado del pensamiento analítico no-sistémico. De la misma manera que algunos de los dualismos clásicos en la historia de la ciencia (determinismo/indeterminismo; onda/corpúsculo; continuo/discontinuo; azar/necesidad) se han disuelto en la más moderna ciencia como resultado de aplicar pensamiento de segundo orden, así la filosofía debería iniciar un pensamiento de tercer orden que pudiera superar la racionalización que busca hacer de la racionalidad la explicación última de todo. En repetidas ocasiones un científico tan prominente como Stephen Hawking ha demostrado una cerrazón mental que avergonzaría a la mayoría de los grandes físicos de la historia cuando ha declarado que la filosofía está muerta y que es la ciencia la que debe contestar todo tipo de preguntas. Tanto él como su colega y amigo Roger Penrose hablan de la evolución del conocimiento científico como el de una verdad absoluta que evapora en su camino toda traza de incertidumbre sobre el mundo hasta llegar a una situación final de conocimiento absoluto. El modelo del conocimiento como algo ajeno a la mente humana que tanto he puesto en tela de juicio en este blog, vaya. Les diría que el conocimiento, como el propio universo, tiene una curvatura que decrece ante nuestros ojos a medida que abarcamos más superficie, de manera que cuanto más exploramos más nos percatamos de que la esfera cuya superficie perseguimos se agranda. En el límite, la curvatura se hace nula solo cuando hemos explorado una superficie infinita...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Carles: Bonito texto que da para mucho pensar y volver a pensar...Solamente se me ocurre añadir un comentario, aunque no recuerdo la fuente, "toda recta es parte de una curva".
Hasta pronto. Rosa.

Lluís P. dijo...

Fratello,
Las mentes más preclaras en robótica se manifestaron recientemente sobre el enorme peligro que suponía los avances acelerados hacia un soldado-robot, cuyas intenciones, no precisamente pacifistas, podían ser difíciles de controlar. Advertencia que se suma a la de los actuales drones con fines militares, los antivirus que pueden paralizar plantas industriales de forma remota, etc... En todos estos ejemplos, la tecnología brilla con luz propia, mientras que la filosofía que acecha detrás tiene más tintes sombríos (máquinas de matar al alcance de unos pocos) que claros. Por lo tanto, una discusión ético-filosófica sobre los límites de esta tecnología letal no es que sobre, es que es vital para nuestra supervivencia como especie. Aunque, a decir verdad, si estamos rebasando muchos límites (ecológico, moral, etc...), pues digo yo que quizás con nuestra extinción no se pierde gran cosa.
Tú sigue escribiendo, que nosotros te seguimos leyendo.

fp

carles p dijo...

Gracias Rosa!

Si: toda recta es parte de una curva...en el infinito

abraçada
carles

carles p dijo...

Fratello,

Sí; la cuestión ética es tan crucial como la gnoseológica...
Lo de la extinción no es mala idea, aunque siempre da pereza, ¿no?

Ora et elabora

fp