He vuelto a leer a Han –publica tantos
libritos que uno puede hacerle visitas periódicamente-. Esta vez el nuevo
volumen –Psicopolítica, 2014- me ha parecido particularmente brillante (una de
las cosas que más admiro en este autor es su capacidad para las ideas condensadas, aunque
después las repita tanto que pierden algo de la concentración inicial). Los
temas que trata Han vienen a ser los mismos de siempre aunque su importancia y
alcance excusa la insistencia: el smartphone
como herramienta de dominación (“como el rosario, sirve para examinarse y
controlarse a si mismo; el me gusta
es el amén digital. El smartphone es
un confesionario móvil; Facebook es la iglesia, la sinagoga global de lo digital”),
la política como mercancía (“hoy no se exige transparencia frente a los
procesos políticos de decisión –por los que no se interesa ningún consumidor-
sino transparencia para desnudar a los políticos hasta convertirlos en objeto de
escándalo frente al espectador pasivo”), el Big
Data como vigilancia policial aperspectivista, el capitalismo de la emoción
–que, a diferencia del sentimiento, no permite la narrativa que articule
ninguna idea-…. Una vez más lo único que
encuentro a faltar es que la descriptiva tan lúcida y brillante de nuestro
presente se enmarque dentro de una historia que narrativice el antes, el como y el después. Porque
cada vez que Han utiliza términos como aperspectivista,
a-narrativa o racionalidad lo hace en un contexto puramente peyorativo. Como los
que utilizan el término globalización
en sentido exclusivamente negativo, sin pensar que todo ello pueda ir asociado
a un concepto evolutivo en el más noble sentido del término. Así, el a-perspectivismo es una manera de citar la multiperspectiva que genera una estructura superior que engloba a las inferiores, al igual que sucedería con la polinarrativa o la trans-racionalidad.
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