Lo que en otras épocas había hecho incluso disfrutar a sus organizadores,
que veían en este cometido un momento de solaz que daba un mínimo respiro a sus
actividades cotidianas, muchas de ellas llenas de auténtico stress emocional, se había convertido
ahora en motivo de incremento de dicho stress.
Así reflexionaba la recién estrenada directora de recursos humanos de una
corporación que prefería estar al día que pensar en profundidad. Sabía de
sobras que la persona que había ocupado su puesto había sido puesta de patitas
en la calle por una serie de hechos que habían culminado con la elección de un
mantero subsahariano como invitado especial de Navidad el año anterior. Meswahru,
el mantero en cuestión, había progresado durante el último año. Su mayor
experiencia, tanto con el idioma como –especialmente- con la idiosincrasia
locales lo habían hecho ascender desde la clase “inhumana” hasta la clase “humana
ínfima”, según la clasificación que nuestra sociedad implacablemente aplica
(aunque en secreto, claro está). Este hecho,
por desgracia, también significaba que la inocencia que en otros tiempos
mostraba el subsahariano estaba empezando a declinar. Su otrora empleadora, la
directora cesada, había descendido desde la clase “que-se-cree-dominante” hasta
la clase “que-empieza-a-ver-que-no-pero-todavía-confía-en”. El caso es que se
acercaban las fechas clave y había que encontrar un nuevo invitado para la conferencia
didáctico-sentimental de Navidad. Como cada año, el condenado puente de inicios
de diciembre se había llevado por delante a unos cuantos colaboradores
(despidos que el director general había eufemísticamente calificado como
“transferencias de experiencia”), y el departamento de recursos humanos también
había visto así sobrecargada su actividad y su desgaste. Como ninguno de los
trabajadores de dicho departamento había ofrecido sugerencia alguna al
respecto, la nueva directora había convocado –sin demasiado convencimiento,
aunque ni bajo tortura lo confesaría- una sesión de brainstorming. Los miembros del departamento, cada vez más
temerosos de expresar sus pensamientos más íntimos, evitaban así enfrentarse
con el sistema prefiriendo el consabido “pelotas fuera, que vamos ganando”
antes que poner en duda unos cimientos que ya habían sufrido mal el embiste de
mil terremotos.
-Es el primer año que gestiono este proceso en esta compañía, pero sabéis
tan bien como yo que la elección del conferenciante puede ser un asunto
delicado…
Los acólitos la miraban sin mirar, o bien concentraban su mirada en un
incierto punto de la salita de reuniones, especialmente parca en puntos
interesantes donde descansar la mirada.
-…o sea que cuento especialmente con vosotros para que me sugiráis temas y
personajes. No temáis decir tonterías o apuntar a objetivos poco alcanzables.
Ya iremos perfilando este punto conforme avancemos.
-El problema del año pasado, sugirió el veterano Andreu, es que a pesar de
lo ejemplar y humano del personaje, no midió (quizás porque no atinó a hacerlo)
el impacto que supondría ir pidiendo trabajos simples a los grandes directores
de la compañía (mientras decía esto Andreu apartó de su pensamiento la idea de
que muchos de esos directores no servían ni para hacer tales simples trabajos)
y el malestar que creó fue fuente de malentendidos que crecieron gratuitamente
al tiempo que recorrían el organigrama y las jerarquías.
-Antes que nada deberíamos plantearnos cuál ha de ser el objetivo de la charla
y qué implicaciones puede tener, añadió el analítico Jordi, sin darse cuenta
por otra parte que este era precisamente el tipo de cuestión que se quería, a
toda costa, evitar enfrentar.
Rosa, con el sentido práctico que la caracterizaba, sugirió algo más certero:
-No olvidemos que, debido a los últimos despidos, el personal está tenso.
No podemos aumentar su tensión gratuitamente. Lo mejor sería hacer un programa
doble. Por un lado instruir y por otro divertir. Deberíamos, igual que el buen
periodismo hacía –dicen- hace mucho tiempo, informar, formar y entretener. La
información podría consistir en eslóganes, “misión-visión-valores” (-Rosa ya no
recordaba como se denominaba a esta parafernalia en la presente temporada-),
retos de actualidad y estrategias corporativas. Buena parte de la formación
podría girar alrededor de la importancia de la digitalización, de la revolución
del Big Data y de la vulnerabilidad
de los sistemas informáticos. Y en cuanto al entretenimiento, ya lo sabéis: la
mayor parte de gente libera su niño interno cuando se relaja (-mientras decía
esto, pensaba, muy al contrario: -“las personas se comportan como criaturas
cuando se las trata como criaturas, como solemos hacer en la actualidad”,
aunque estuvo muy lejos de confesar estos pensamientos….).
-En resumidas cuentas, interrumpió la nueva directora, - ¿qué proponéis
para el evento navideño de este año?
-¡Un concurso de pasteles!
-¡Una sesión de baile!
-¡Una conferencia de un indígena del Amazonas!
-¡Un psicodrama corporativo!
-¡Una lectura de poemas de Navidad! (los colaboradores recitándolos subidos
a una silla)
-¡Una conferencia de una campeona deportiva paralímpica!
-Ya sé que es un tema muy manido, pero… pensad que la gente se sigue
emocionando con facilidad cuando les pones a tiro el lado tierno de la vida…
¿qué os parecería si organizamos una sesión benéfica dedicada a algunos de los
más desfavorecidos de nuestra sociedad?...
A la nueva directora le recorrió la espalda un leve escalofrío. El jugar
con estas lides fue precisamente lo que precipitó las cosas el año anterior.
-Rosa, recuerda como acabó este tema el año pasado…
-No no, Vanessa, se trataría precisamente de evitar la presencia física de
los beneficiarios. Vender una historia tierna de necesidad real que no nos
comprometiera posteriormente.
-¿Y qué propones entonces?
-Pues mi primo me explicó que una vecina suya está en contacto con una
pequeña ONG que gestiona las necesidades de menores tutelados. Con una pequeña
suma podríamos hacer una donación en metálico o en especie que resultara
ejemplarizante para el personal.
-¿Y cómo podríamos hacer partícipes a nuestros trabajadores?
-Muy sencillo: podrían dedicar algo de su tiempo, sus talentos o su
esfuerzo a tal efecto. Por ejemplo, por cada kilómetro recorrido a pie se
podría aportar una cantidad a la causa.
-Pero ¿qué tiene que ver el tocino con la velocidad? Debería ser algo más
directo.
-¡Ya lo tengo! ¿Recordáis aquella empresa que alguna vez nos había
organizado algún evento? Les podemos pedir ideas y soporte logístico.
-¡Claro! ¡Pensad en los niños felices y los empleados con el corazón
abierto al mismo tiempo! ¡Que por un día los niños desamparados puedan ser
felices, que por un dia puedan tener esperanzas, que por un dia …
-A la directora, a pesar de que la última frase le había sonado muy
conocida –no en vano era una cinéfila empedernida- y no demasiado halagüeña, no
le pareció mal, especialmente dada la premura de tiempo.
……
Y llegó el día señalado. La gente de Event
Smart Empowerment –que así se denominaba la empresa local que contrataba
rrhh para tales lides- montó un tinglado navideño en el que no faltaba ninguna
de las cualidades comúnmente atribuidas a las fiestas navideñas: ternura,
dulzura, sentimentalismo, azúcar y falsa modestia. Los participantes –en este
caso los trabajadores en pleno de la empresa- se vieron impelidos a montar una
serie de bicicletas que tenían por destinatarios a un grupo de menores acogidos
en la casa que la ONG No nos olvidéis
regentaba en una localidad cercana. Los trabajadores, con el alma ablandada,
abordaron lo mejor que pudieron tan altruista cometido. Lo mejor que pudieron,
sin embargo, en muchos casos dio un resultado no del todo satisfactorio. De
todas maneras, los de Event Smart
Empowerment ya tenían prevista tal posibilidad: las bicicletas que se
entregaban a los menores no eran exactamente las que los caritativos
celebrantes montaban sino otras más sólidamente ensambladas por la compañía
fabricante. Las que se habían montado durante el acto navideño eran de nuevo
desmontadas en los cuarteles de Event
Smart Empowerment para ser de nuevo utilizadas en otro acto de
características similares. Cuando el montaje se dio finalmente por acabado, un
representante del comité de empresa solicitó que se hiciera una inspección de
los resultados. Cada una de las bicicletas exhibía un pasquín con el nombre y
características de su destinatario, cosa que facilitaba tal inspección. Cuando
el comité hubo examinado todos los casos anunció su veredicto. Entre los
beneficiarios había diecisiete niños y seis niñas, hecho que atentaba
gravemente contra la paridad de género. El comité expresó sus inquietudes al
respecto. Además, no se respetaba la cuota de extranjería: de los veintitres
menores, solamente cinco tenían nacionalidad extra-europea (aunque de entre los
nacionales, un 64,2% eran de raza no caucásica, lo que de algún modo podía
compensar tal desajuste…). El comité también tenía en su lista el examen del
respeto a la comunidad LGTB aunque en este caso, dado que se trataba de menores,
decidió no aplicar los baremos correspondientes. Mientras tanto, un trabajador
aburrido se dedicó a curiosear con su smartphone
las características de la ONG No nos
olvidéis. Curiosamente, Google no encontró nada al respecto. Quizá se
trataba de una organización muy discreta o quizás…. El caso es que la cosa
corrió como la pólvora entre los trabajadores, que multiplicaron sus búsquedas
a través de motores y redes sociales. Cuando, al fin, alguna cosa apareció…
¡fue una bomba! La tal ONG en cuestión era un montaje destinado a timar a
empresas poco escrupulosas a la hora de elegir el destino de sus caridades. A
la nueva directora de rrhh se le heló la médula espinal mientras una
sobre-oxigenación del cerebro estuvo a punto de provocarle un desmayo. Otro año
con acto de Navidad polémico y… ¡quien sabía si con despidos en rrhh incluidos!
Al punto le vinieron a la cabeza los versos con que acaba el film que tan poco
halagüeño le había parecido una semana antes.