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jueves, 28 de mayo de 2020

Nostalgias?

  

                         Hace 35 o 40 años, cuando la parte negativa del cambio que hoy en día estrecha implacablemente su cerco alrededor nuestro se estaba empezando a hacer sentir, muchos films o tele-series utilizaban eficazmente la exageración con fines paródicos. Así, en Moros y Cristianos, Berlanga nos hablaba de la pérdida de los valores sólidamente compartidos en pos de lo que entonces se llamaba “la imagen y sus asesores”. Como en 1985 todavía quedaba un ápice de “valores sólidamente compartidos” este hecho permitía que los espectadores rieran con ganas de una situación que hoy día ha quedado tristemente englobada de forma casi inconsciente en nuestros diarios quehaceres. En Ginger e Fred, el último gran film de Fellini, también de 1985, se hilvanaba una cruel parodia del medio televisivo –aunque el trasfondo de la película iba mucho más allá- fruto de la rabieta de su autor a consecuencia de haber perdido su pleito contra Berlusconi, quien “osaba” interrumpir las películas del maestro con publicidad más que vulgar en los medios televisivos que éste último controlaba. Las parodias de anuncios archivulgares que aparecen en el film han sido eventualmente superadas por la subsiguiente realidad. Y encima, -ironía máxima de la historia-, el magnate parodiado acabó siendo primer ministro de un país que, como todos los del mundo, acabó perdiendo su compostura, su genialidad y su dignidad. En las series televisivas Yes Minister! y su secuela Yes, Prime Minister!, la fina parodia alcanzaba a los políticos y sus decisiones. Visionando estas series el público reía las ocurrencias sin ser ajeno a cierto sentido de pavor fruto de la sospecha de que alguna de las situaciones descritas fuera lejanamente cierta. En la serie se encajaban perfectamente los deseos personales de los altos funcionarios que eran en realidad quienes controlaban a los políticos con las decisiones que los políticos creían tomar libremente basadas en las necesidades reales de los ciudadanos. Vistas en la distancia, estas series nos parecen hoy día benévolas. El poder real quedaba allá en manos de unos funcionarios perversos e interesados pero muy definidos y cuya avidez de poder se limitaba a mantener su status quo. Hoy día el poder viene detentado por unas figuras indefinidas y como tales infinitamente ávidas de acrecentarlo y llegar hasta las más recónditas zonas personales e íntimas de cada ciudadano. Las parodias de los años ochenta se nos presentan ahora con ribetes nostálgicos.

jueves, 21 de mayo de 2020

Confinamientos

    

                        Los que hemos tenido la suerte, durante las horas punta de la pandemia, de no haber tenido que pasar por un ERTE y poco a poco nos vamos reincorporando físicamente a nuestros puestos de trabajo nos vemos ubicados –tal como presagiaba hace un par de posts- en un mundo nuevo en donde la despersonalización ha ganado definitivamente terreno. La misma tecnología que nos ha ayudado a poder superar el aislamiento físico (me doy cuenta de que durante estos dos meses he hablado desde casa con gente en Boston, San Francisco, Göteborg, Basilea y Wuhan –nada que ver con el dichoso virus-) nos está ayudando ahora a aislarnos dentro de nuestro entorno más próximo. El acercamiento general que hace de la Tierra la famosa aldea global de la que se habla desde hace años está conllevando, irónicamente, un alejamiento de nuestro prójimo más cercano físicamente. Almuerzo a tres metros de distancia de mis vecinos más próximos. Ninguna conversación –sólo algún intercambio de cortesía que no necesite demasiada intimidad ni explicaciones-. Las reuniones con gente que está físicamente a menos de cien metros se hacen por medios informáticos, tal como venía haciendo con Boston. Todo, evidentemente, por mor de la seguridad y la higiene. Los supervivientes de Auschwitz y Mauthausen explicaron que lo más terrible que sucedió en tales terroríficos lugares no era tanto la tortura y el asesinato como la despersonalización. Los prisioneros eran tratados como números, no como personas, lo cual iba haciendo mella en los espíritus hasta deshilacharlos. Nuestra sociedad cada vez va más en esa dirección. Todo se hace en nombre de unas pétreas y optimizadas normas, en muchos casos ‘científicamente’ apoyadas, y la gente se involucra menos y menos hasta parapetarse y desaparecer tras dichas normas. El filósofo y músico Th. Adorno una vez más se equivocó cuando dijo que “después de Auschwitz el valor de la música ha quedado en entredicho”. Precisamente los supervivientes también explicaron que la música –el Arte- parecía lo único capaz de revertir la despersonalización en medio de la catástrofe. Lo que la redes sociales iniciaron mayoritariamente  desde el entorno del ocio ha llegado ahora a los entornos laborales. 

viernes, 15 de mayo de 2020

μήτρα


                        La actual situación de confinamiento, inédita para la presente población de la sociedad occidental, puede dar lugar a mil simbolismos, interpretaciones, vaticinios, épicas, narrativas, narraciones, modelos o alharacas. Nuestro confinamiento puede ser de tipo uterino, una especial gestación que nos lleve a un nacimiento en un mundo nuevo. Para algunos también podría representar la crisis de una metamorfosis personal de tipo deseablemente no tan convulso como la de G Samsa. Para muchos el confinamiento se parecería más a una hibernación, a un puro hiato hasta que la situación externa vuelva a ser -cosa poco probable- la misma de antes. También ha podido dar lugar a una introspección, un alto en el frenesí que nos envuelve habitualmente que ha permitido que afloraran semillas olvidadas dentro de nuestro ser y hayan germinado con más o menos fuerza. El confinamiento forzado de grupos humanos también se caracteriza por dar lugar a fricciones que normalmente quedan disimuladas por la dilución de nuestras vidas en una especie de estado no por vertiginoso semicatatónico. Útero, Metamorfosis, Hibernación, Introspección o Fricción, de esta experiencia se puede sacar mucho jugo.