Hace 35
o 40 años, cuando la parte negativa del cambio que hoy en día estrecha
implacablemente su cerco alrededor nuestro se estaba empezando a hacer sentir,
muchos films o tele-series utilizaban eficazmente la exageración con fines paródicos.
Así, en Moros y Cristianos, Berlanga
nos hablaba de la pérdida de los valores sólidamente compartidos en pos de lo
que entonces se llamaba “la imagen y sus asesores”. Como en 1985 todavía
quedaba un ápice de “valores sólidamente compartidos” este hecho permitía que
los espectadores rieran con ganas de una situación que hoy día ha quedado
tristemente englobada de forma casi inconsciente en nuestros diarios quehaceres.
En Ginger e Fred, el último gran film
de Fellini, también de 1985, se hilvanaba una cruel parodia del medio
televisivo –aunque el trasfondo de la película iba mucho más allá- fruto de la
rabieta de su autor a consecuencia de haber perdido su pleito contra
Berlusconi, quien “osaba” interrumpir las películas del maestro con publicidad
más que vulgar en los medios televisivos que éste último controlaba. Las
parodias de anuncios archivulgares que aparecen en el film han sido eventualmente
superadas por la subsiguiente realidad. Y encima, -ironía máxima de la
historia-, el magnate parodiado acabó siendo primer ministro de un país que,
como todos los del mundo, acabó perdiendo su compostura, su genialidad y su
dignidad. En las series televisivas Yes
Minister! y su secuela Yes, Prime
Minister!, la fina parodia alcanzaba a los políticos y sus decisiones. Visionando
estas series el público reía las ocurrencias sin ser ajeno a cierto sentido de
pavor fruto de la sospecha de que alguna de las situaciones descritas fuera
lejanamente cierta. En la serie se encajaban perfectamente los deseos
personales de los altos funcionarios que eran en realidad quienes controlaban a
los políticos con las decisiones que los políticos creían tomar libremente
basadas en las necesidades reales de los ciudadanos. Vistas en la distancia,
estas series nos parecen hoy día benévolas. El poder real quedaba allá en manos
de unos funcionarios perversos e interesados pero muy definidos y cuya avidez
de poder se limitaba a mantener su status
quo. Hoy día el poder viene detentado por unas figuras indefinidas y como
tales infinitamente ávidas de acrecentarlo y llegar hasta las más recónditas
zonas personales e íntimas de cada ciudadano. Las parodias de los años ochenta
se nos presentan ahora con ribetes nostálgicos.
1 comentario:
Fratello,
subscribo lo que expones en su totalidad. En este caso, no se trata de la realidad que supera la ficción, más bien la actualidad supera la previsión de una realidad que, desgraciadamente, ya está aquí. Y se quedará o... ¿habrá alguna reacción a esta política corrupta? Yo me apunto a la reacción: el cambio climático, los abusos policiales contra los negros en Estados Unidos, las mentiras de Trump y Bolsonaro, etc... quizás están encontrando su respuesta popular a tantos desmanes. Para más inri, la incompetencia de estos políticos va a quedar más a la luz pública por acción de un ente que ni se ve ni se sabe dónde está, pero mata de lo lindo. Exactamente, el coronavirus Covid-19 no admite trampa ni cartón, o se actúa contra él o él actúa contra todos. Veremos cómo acaba tanto ajetreo mundial, pero ojalá sea para que la humanidad vaya a mejor librándose de tanto chupóptero político. Y, si no, que Hariri nos marque el camino...
Vamos de carallo,pum,pum, pum
fp
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