En 1873, año de proclamación (1874 fue el año de la disolución) de la I República Española, un antepasado mío que poseía una tienda de comestibles en la ciudad de Sabadell observó con sorpresa, al ir a abrir la tienda a primera hora de la mañana, que se había formado una gran cola de personas enfrente de su negocio. Al preguntar a qué se debía tal aglomeración de clientela, fue informado de que se acababa de proclamar la república. -¿Y qué?-, pregunto mi mosqueado antepasado –Pues que por esta razón venimos a quedarnos con todo el género-, le respondieron los ingenuos parroquianos. Mi antepasado tuvo que dedicar la primera hora de su trabajo a explicar al ahora un tanto frustrado vecindario en qué consistía esto de la república, que no tenía nada que ver con la jauja y que ahora era cuando más se necesitaba del trabajo de todos y cada uno. En esa lejana época, la proclamación de la república en un estado monárquico todavía tenía una gran significación política y unos ciertos visos de aventura romántica. Hace unos días unos individuos quemaron públicamente una fotografía del rey de España, armando un gran revuelo en ciertos medios de comunicación –que no, por suerte, en el grueso de la población-. El nivel cultural del español medio ha evolucionado, lógicamente, desde los agitados días de 1874, pero todavía está un tanto a la merced de la reacción tripera y el primitivismo. Seamos todos un poco más maduros, tanto los quemadores de fotos como los agitadores de la prensa. A mí, francamente, el debate alrededor de la monarquía se me antoja muy de otra época. Veremos como está la situación de aquí a otros 133 años…..
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