Los antiguos maestros orientales y los modernos de todo el mundo nos enseñan que las dualidades, que nos empeñamos en seguir adscribiendo a esencias externas e independientes de nuestros modos de aproximación, se resuelven simplemente ascendiendo nuestro nivel de conciencia de la correspondiente apreciación. De esta manera, al aumentar el número de dimensiones, lo que nos parecían los extremos opuestos de un segmento se nos aparece ahora como la proyección de una circunferencia cuyos puntos, más que oscilar entre los extremos del segmento, giran alrededor del centro. Cuanto más difícil de solventar nos parezca una aparente dualidad, más elevado tiene que ser el nivel de conciencia capaz de integrarla. A partir de cierto nivel, las estructuras mental ó mental-racional se ven superadas, de manera que la resolución, la síntesis, va necesariamente más allá del logos ó la construcción racional. Y ahí por tanto se sitúan los límites de la propia filosofía y de la ciencia. Lo cual no quiere decir que no puedan existir modos de apreciación compartidos capaces de alcanzar estas regiones que nos aparecen desde nuestros puntos de vista fuertemente teñidas de subjetivismo ó apreciación en primera persona. También desde nuestro punto de vista las etapas prementales –mágica y mítica- resultan particularmente subjetivas e individuales, lo cual no es cierto; ambas tienen mucho de colectivas y es por ello precisamente por lo que mantienen un suficiente grado de intersubjetividad. Desde el momento en que consideremos los diferentes estadios de conciencia como despliegues evolutivos más que como dicotomías comprenderemos mucho más como se hace posible la ampliación de los campos de estudio. La situación actual de ciencias de la naturaleza, al contrario que la de la filosofía, parecen todavía muy alejadas de sus límites. Se diría que la filosofía ya lo ha dicho todo y que las ciencias de la naturaleza todavía tienen que acabar de revelarnos las últimas verdades de la existencia. Esta pintura no es más que un espejismo fruto de nuestra posición relativa. El planteamiento de la filosofía como tal comenzó con la era mental, mucho antes que el planteamiento de las ciencias, que comenzaron con la última etapa de la era mental, la racional, y es por ello que la conciencia de sus límites aparece antes. Podemos observar, sin embargo, cómo la pionera de las ciencias, la física, rozó hace ochenta años sus propios límites: la mecánica cuántica, que, lejos de ser un constructo positivista, plantea un modelo que tiene mucho de transracional. En palabras de uno de sus fundadores, Niels Bohr, si uno cree entender el modelo que subyace detrás del aparato matemático de la mecánica cuántica es que no ha entendido nada. Apreciación que es todo un síntoma. Y otro día hablaré de dualidades porque hoy he orillado absolutamente su discurso.
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