El hace ya años inevitable crash financiero que el sistema está experimentando es el resultado del desbocamiento de un driver que –utilizando una vez más el lenguaje cibernético- está positivamente acoplado a su circuito de retroalimentación. Me refiero al afán por aumentar las riquezas materiales. Ya lo dice el refrán: cuanto más se tiene, más se quiere. La acumulación de riqueza material, de manera fabulosamente irónica, no produce tranquilidad sino todo lo contrario. Todos los mecanismos de compensación psíquica se disparan para advertir de que hay algo que no funciona (en otra época esto se llamaba mala conciencia). Y la víctima, lejos de interpretar esos signos como frenos, los interpreta como aceleradores. Y ya tenemos el acoplo positivo ó autoreforzante que lleva al colapso. En este caso hay muchos aspectos que una vez más nos hacen reflexionar. Primero, el tema de la otredad: nos dedicamos a escindir y lanzar lejos nuestro las causas denostando a los responsables directos del desaguisado, olvidando que los responsables somos todos los que formamos parte del sistema (lo cual no quiere decir ni mucho menos que apruebe sin más las medidas de reflotación que se están adoptando para salvar a los ladrones de guante blanco y al sistema al cual pertenecen). Segundo, y tal como decía hace un tiempo, la insensata visión de dos bloques socio-políticos antagónicos pugnando por tener la razón se desvanece. Hoy en día tanto el socialismo como el capitalismo entendidos a la manera tal y como se llevaban a la praxis hace cincuenta años están más que liquidados (¡tanto el uno como el otro, Mr Fukuyama!). Tercero, las limitaciones de un espacio de pensamiento: el espacio físico impone unos límites (los límites en la sostenibilidad de que tanto hablamos, por ejemplo), pero los espacios de pensamiento también los poseen. A pesar de que los hayamos querido ampliar hasta su máxima elasticidad mediante una palabra mágica que ahora nos pasa la correspondiente factura: aplazamiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario