En la actualidad, mucha gente no tendría ningún problema en afirmar que, en el campo del arte –ó los campos relacionados de la creatividad proto ó pseudoartística- lo que cuenta son las cifras económicas. Invocando un relativismo “de grandes almacenes” no tendrían ningún rubor en afirmar que El código da Vinci es superior a Der Schloss. En cambio casi nadie se atrevería a afirmar que la comida de los establecimientos de american fast food es superior a la de un modesto restaurante de cocina de mercado –y no digamos ya la de un cocinero con estrellas Michelin a sus espaldas-, caso paralelo al que exponía al principio. Aquí entra en juego el complejo tema publicitario. Lo que cada comprador compra –en ocasiones creyendo comprar otra cosa- es una cualidad que cree adivinar en determinado producto. Los organizadores de los fenómenos de masas saben muy bien qué es lo que mueve al cliente potencial a gastar su dinero. Y existen numerosas razones más relacionadas con la ilusión que con el producto: la exclusividad, el deseo de pertenencia al grupo y el valor de lo efímero, por ejemplo. Para algunos, el no haber leído en su día El Código da Vinci les supone el no sentirse integrantes de la manada y, por tanto, rechazados ó al margen de “lo moderno”. Ello hace de los best-sellers un tipo de productos de gran consumo, lo que casi siempre viene a significar baja calidad literaria, lo que significa ganancias rápidas y producto rápidamente olvidado. Es el toma el dinero y corre; la provisionalidad de nuestra situación.
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martes, 30 de diciembre de 2008
lunes, 22 de diciembre de 2008
„Die Fünfte“
Hoy se celebra el 200 aniversario del estreno, en el vienés Theater an der Wien, de la beethoveniana V sinfonía. La célebre pieza ha sido siempre, desde su nacimiento, uno de los blancos preferidos –si no el que más- de los generadores de literatura asociada a los compositores y su música. Que si el destino llama a tu puerta, que si briosos corceles, que si mil batallas, desde Emil Ludwig a Romain Rolland, las imágenes más literarias que musicales han adornado algo que no necesita ningún tipo de adorno. Ya el propio secretario de Beethoven, Anton Schindler, propagó la idea, hoy día considerada falsa, de que fue el propio compositor quien le indicó la imagen del destino llamando a la puerta (lo que sí está demostrado es que Schindler falsificó los diarios de conversación de Beethoven). El discípulo del compositor Ferdinand Ries también contribuyó a la serie de clichés sobre el compositor en general y su V sinfonía en particular que todavía hoy no se han acabado de eliminar. Parece ser que toda esta literatura disgustaba particularmente a Beethoven, cosa nada sorprendente tratándose de un creador de formas puras y con una extraordinaria imaginación abstracto-formal. Es mejor dejar en la puerta de la sala de conciertos la literatura barata y comprobar que es la arquitectura, el equilibrio, la esbeltez, la estructura y la completitud lo que nos sigue maravillando de esta obra.
martes, 16 de diciembre de 2008
Catecismo Corporativo
Esta especie de esperpento de sociedad a punto del colapso que vemos por doquier y que sin embargo forma parte de la evolución natural de cualquier sistema –con sus correspondientes tiempos asociados: nacimiento, desarrollo y muerte- se hace todavía más patética cuando, con objeto de salvarse, lo único que hace es prolongar todavía más su agonía. Mientras una todavía pequeña parte de ella evoluciona lentamente abrazando nuevas concepciones otra buena parte de los sectores con más poder se aferra a las viejas con tal de salvar al máximo los muebles; muebles que antes ó después acabarán ardiendo. Y para colmo, en muchas ocasiones se coloca el disfraz de la moda de manera que acaba generando el famoso doble vínculo ó mensaje con metamensaje opuesto incluido. Las corporaciones, por demostrar que están al día y hacer caso a lo que sus carísimos consultores les indican incorporan cursos de formación en los que se enseña lo contrario de lo que desde su propia cúpula ellas mismas practican. Una versión particularmente peligrosa de lo que podemos clasificar de esquizofrenia social. Hace un mes que hemos asistido al triste espectáculo de un ministro belga que, tras ver denunciada en un blog la juerga nocturna que se corrió durante una superflua visita de trabajo a Nueva York, logró, utilizando los hilos secretos del poder, que despidieran del local a la camarera autora del blog, la estudiante Nathalie Lubbe-Bakker. Y encima, este energúmeno se permitió comentar que los blogs representaban uno de los grandes peligros de nuestro tiempo. Seguro que este personajillo, típico representante del arribismo moral de nuestra época, ha asistido a innumerables cursos en los que se destaca la transparencia como gran virtud social. Si los segmentos de la sociedad que poseen las mayores cuotas de poder son incapaces de evolucionar, los cambios vendrán de manera súbita y descontrolada. Es la diferencia entre una transición y una ruptura. Aunque por lo visto el tal ministro esté ahora en un aprieto teniendo que dar molestas explicaciones a los parlamentarios en Bruselas.
jueves, 11 de diciembre de 2008
Centenarios
Una vez más hago referencia a una notable sincronicidad. Si hace un tiempo hablé de S. Hawking y T. Quasthoff como figuras representantes de nuestra época, hoy atiendo a otros destacados personajes que también caracterizan otro aspecto del presente. Hoy cumplen 100 años dos profesionales –dos artistas creadores- que ¡todavía siguen en activo!: el compositor estadounidense Elliott Carter y el cineasta portugués Manoel de Oliveira. Nuestra actualidad, ávida de records, homenajes y galardones tiene hoy carnaza asegurada, como recientemente pasó con el también centenario Claude Lévi-Strauss. El caso Carter merece todo un comentario. Este novayorkés eternamente sonriente ha hecho añicos los jalones alcanzados por dos ilustres predecesores suyos: el octogenario Verdi escribiendo Falstaff en 1893 y un joven Stravinsky de 85 años escribiendo Requiem Canticles en 1967. Pero aun hay más. Las citadas obras de Verdi y Stravinsky, por muy llenas de vigor que nos aparezcan hoy en día, no dejan de ser la coronación de una fructífera vida (en ambas obras, además, se da cita una especie de visión madura de la vida, tragicómica en el caso del italiano, despojada en el caso del ruso-franco-americano). Elliott Carter fue un buen compositor a los cuarenta años, un destacado compositor a los cincuenta años, un maestro a los sesenta años y uno de los grandes maestros a partir de los setenta. Y no sólo la calidad de su obra ha ido en aumento a partir de la edad en que sus citados predecesores establecieron los correspondientes récords; también la cantidad ha aumentado asombrosamente. Uno de los actos estrella del homenaje que se le ofrece estos días a Carter fue el estreno - el pasado día 4- en Boston por la BSO con Daniel Barenboim y James Levine de su reciente obra Interventions, escrita para celebrar su propio centenario. Hablando de sincronicidades, ayer mismo se celebró el centenario de uno de los compositores más influyentes del siglo XX, Olivier Messiaen. Quizás si el maestro de Avignon hubiera nacido un día más tarde también hubiera asistido a esta especie de festín de longevidad creativa que celebramos hoy.
viernes, 5 de diciembre de 2008
Miedo
El miedo colectivo, que amenaza a la humanidad desde sus albores, parece haberse instalado de nuevo entre nosotros. Primero lo hace de forma inconsciente, amenazadora. Eso resulta ya muy terrible para una sociedad que tiene miedo de tener miedo, o sea, de enfrentarse cara a cara consigo misma. Porque tal cuidadosa autoobservación conduciría implacablemente a una catarsis largamente evitada. De forma significativa, esta especie de instinto de evitación lo único que hace es acelerar la huída hacia delante, como la de las protagonistas del film Thelma & Louise que, aplazando lo que parece inevitable no hacen más que aumentar la probabilidad de que eso mismo ocurra. Poco a poco la cara del adversario se va perfilando con más nitidez: cada uno teme perder aquello a lo que más se aferra: posesiones materiales, comodidades, poder, hinchazón del ego y mil cosas más. En este estado de cosas hacen su aparición los salvadores automáticos de la humanidad: las sectas, que piensan por ti, los fascismos, que actúan por ti, y los chusqueros miserables que han estado anteriormente agazapados –como los flamingeants de la canción de Jacques Brel, “fascistas durante las guerras y católicos entre ellas”-, personajes estos que aglutinan tanto elementos sectarios como fascistas. Entonces es cuando el miedo cobra una dimensión desconocida, porque por un lado es alimentado desde los sustratos más profundos de la mente y por el otro afecta a la pérdida de valores también más profundos, como el sentimiento de la libertad ó la dignidad humanas. ¿Cuándo empezaremos a escuchar a Laoconte en lugar de mirar hacia otro lado mientras el ruido de fondo crece de forma amenazadora?
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