Acabo de leer en un magnífico blog una frase de M. Heidegger que define de manera magistral el concepto postmoderno (and beyond) de adquisición de conocimiento: Las respuestas que vamos obteniendo en nuestra búsqueda de verdades no se formalizan tanto en los supuestos contenidos de tales verdades como en cambios de mentalidad. O sea, que las verdades no entran en nuestra conciencia como un gato lo hace por la ventana sino que es nuestra conciencia la que evoluciona abriéndose hacia nuevas formas de pensamiento. Una concisa y brillante descripción del “giro hipercopernicano”. Y además creo que aplicable tanto al pensamiento abstracto como al mundo de las ciencias de la naturaleza. Las leyes de Newton no pretendían explicar la naturaleza de las fuerzas de atracción entre masas (que sus contemporáneos de la Royal Society tachaban de “misticismo inaceptable”) sino que más bien configuraban un paradigma de pensamiento. La frase heideggeriana también podría ser aplicable al mundo del arte, aunque en este caso el producto, aquella nueva verdad que configura un cambio en nuestra mentalidad, está encarnado sobre un soporte físico. O, como decía Stravinsky a propósito del estreno de Perséphone, una nueva obra musical es una nueva realidad, al igual que una nariz es una nariz. Los conceptos de verdad, contenido, conocimiento, pensamiento, ciencia ó arte que acabo de manejar se sitúan en una dirección casi opuesta al sentido con el que habitualmente se emplean en nuestra cotidianeidad. En esta pequeña y gris parcela la adquisición de conocimiento (del único válido, o sea, del positivo) tiene lugar por transferencia de contenidos sin que por ello varíen nuestros puntos de vista, ya que éstos son objetivos y transparentes. En los mundos del pensamiento ó del arte las verdades no pueden existir porque los valores son relativos e igualmente válidos. Busquemos rápidamente refugio en la no-cotidianeidad. Como contestó Paul Valery a Stravinsky, Longue vie a votre nez !!
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