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martes, 19 de mayo de 2009

A moi même...


Hoy he asistido a una reunión de trabajo en la que –como cada vez sucede con más asiduidad- el único interés de la mayor parte de asistentes era el de mantener su (a menudo, imaginario) status sin aportar ningún elemento que se pudiera calificar de positivo. Después he atendido a mi correo, que estaba cargado de mensajes concatenados en los que se podía asistir a todo un compendio de exhibición de plumajes multicolores ante superiores jerárquicos. Cuando volvía a casa he coincidido en el autobús con una colega que me ha ilustrado el fenómeno de la autocomplacencia y la hinchazón del ego actuales en el mundo laboral con numerosos ejemplos (mi preferido ha sido el de la reunión general de mandos que empezó con un aplauso dedicado ‘a nosotros mismos’, en el mejor estilo de Satie), entre los cuales, dicho sea de paso, intercalaba historias propias que apuntaban con fuerza hacia un narcisismo desmesurado. Cuando bajo del bus para incorporarme al metro, me encuentro la línea parada por un fenómeno que va en aumento cada día: alguien se ha tirado a la vía al paso del convoy. Este hecho trágico es, en el fondo, la otra cara de la misma moneda. Cuando por fin llego a casa paso primero por mi entidad bancaria a hacer una transferencia. Recuerdo cuando en esa sucursal –no hace tanto tiempo- había indicios de vida y equilibrio psíquicos saludables. Ahora, a pesar de haber eliminado las barreras y haber literalmente empapelado las paredes con autopublicidad-propaganda hablando de cercanía y buenas intenciones, la atmósfera es tensa. Digamos que un único empleado trabaja de forma visible. Su superior y el superior de su superior trabajan preocupándose. Preocupándose de cumplir objetivos, de dar una imagen, de controlar la situación…Me recuerda la anécdota que Stravinsky explicaba sobre Diaghilew, que tenía miedo congénito a las travesías marítimas y que, durante una tempestad en pleno Océano Atlántico, repartió el trabajo de forma muy curiosa: puso a su sirviente a rezar mientras él, personalmente, se preocupaba. Cuanto más creemos alejar al monstruo empleando únicamente métodos racional-científico-objetivos, más cerca nos lo volvemos a encontrar.

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