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sábado, 21 de agosto de 2010

Minorías

Por mucho respeto que hoy imponga el término minorías, su correspondiente genitivo minoritario parece ejercer todavía el efecto contrario sobre la apreciación general. Los productos minoritarios representan aquello a lo que una mayoría no puede acceder, bien sea por motivos económicos, bien sea por motivos digamos culturales. Para acceder a los productos minoritarios haría falta, pues, un nivel económico mayor ó un grado de conocimiento y experiencia mayores. El primer caso siempre se tiene presente, pero no así el segundo, que en ocasiones tiende a ser ignorado. La apreciación artística es un fenómeno bastante complejo en el que juegan un papel importante la predisposición innata de cada individuo y también su grado de experiencia. Y no me canso de repetir que el grado de experiencia crece con la práctica y con el tiempo. El problema es que los managers culturales ya solamente se guían por criterios comerciales y esta tendencia, aplicada reiteradamente con los años, lo único que ha hecho ha sido agravar el problema. Leo en un blog musical que en la Public Broadcasting Service (PBS), cadena pública de TV en USA que programa lo que las cadenas comerciales tienden a evitar, la música clásica entre otras cosas, y que si en otras épocas programaba el Ring de Chéreau/Boulez y ahora tiende más a Bocellis y André Rieus (con todos los respetos) planea retransmitir un concierto con músicas de videojuegos. Es como la orquesta de mi pueblo, que incluye en su temporada conciertos de música de películas (ya sé que los grandes compositores también han escrito grandes obras del género, pero en donde mejor colocadas están es en las propias películas, no?), mientras que sigue ignorando una parte importante del repertorio orquestal. La apreciación artística se hace particularmente enrevesada cuando se trata de obras contemporáneas. No solamente en lo que respecta al arte; también sucede en otras áreas como en las artes decorativas. Lo que hoy puede parecer magnífico pasado mañana puede estar liquidado. Para distinguir entre lo más permanente y lo más circunstancial hace falta cierto olfato, como lo poseían Diaghilev ó Kahnweiler. Mensaje final: si no nos preocupamos de las minorías acabaremos en la gran mediocridad gris que todo lo arrasa pero todo lo desconoce. En la pobreza cultural más extrema, que, dicho sea de paso, en España está a menudo a la vuelta de la esquina.

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