La gestación de Le Nozze di Figaro
no va despareja al sentido de la oportunidad publicitaria, cosa harto natural
en su libretista Lorenzo da Ponte. La homónima obra teatral de Beaumarchais, de
fuerte contenido político prerevolucionario, había sido prohibida en Viena, y
el astuto escritor veneciano, que ocupaba el cargo de ‘libretista de cámara del
emperador’ consiguió un permiso de José II para utilizar la obra como base para
un libreto destinado a Mozart, con el consiguiente ‘suavizado’ previo. Por un
lado el público acudió en masa a ver el ‘espectáculo prohibido’ y por otro se
produjo el milagro. Una vez aplicada la tijera sobre los monólogos más crudos
que Fígaro profiere contra su feudal señor, la habilidad de da Ponte y la
música de Mozart consiguieron el resto. La operación de ‘suavizado’ convirtió
un manifiesto político en un compendio sobre las relaciones amorosas humanas,
universalizando aún más el tema de fondo. La exhibición de afectos es realmente
extensa (sin contar con lo que en su entorno espaciotemporal se hubieran
considerado perversiones mayores, claro está), desde el amor tierno de joven pareja
enamorada a la pasión libertina del poderoso, a medio camino entre el deseo y
el poder; desde el amor filial hasta el narcisismo del adolescente (con su
velada referencia onanista del “E se non ho chi m’oda, parlo d’amor con me”). El milagro de la ópera está en la
forma, no en el fondo de la historia. La profundidad psicológica que el team da
Ponte/Mozart consigue por primera vez en esta ópera genera una serie de
personajes memorables, entre los que destaca el de la condesa, uno de los
personajes –junto con los de Hans Sachs de Meistersinger
y de la Mariscala de Rosenkavalier-
más memorables de la historia de la ópera alemana. Cuando, al final de la obra,
la Condesa cede una vez más y otorga su perdón nos situamos en el mismísimo
epicentro del milagro. A una música que expresa simultáneamente deseo y
plenitud (o sea, una música auténticamente “celestial” pese a la sencillez de
los medios que utiliza; pensemos que la sensación psicológica de deseo viene
asociada a la simple cadencia interrumpida) sigue la distanciadora y reparadora
coda, restauradora del flujo:
Questo giorno
di tormenti,
Di capricci e
di follia,
In contenti ed
allegria,
Solo amor puo
terminar.
Alle mine date
fuoco!
Ed al son di
lieta marcia
Corriam tutti a
festeggiar!
¡Cuan sólido resulta el mensaje de la Ilustración y a la vez cuan frágil su
consecución histórica!
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