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viernes, 23 de mayo de 2014

Elecciones



                  La ahora ya pasada campaña electoral para las elecciones europeas ha puesto de manifiesto una vez más lo que todos ya sabemos: el agotamiento de una forma de pensar y hacer. Todos los candidatos locales han mostrado una limitaciones importantes en su discurso, que se ha convertido en un mensaje para niños de ocho años. Ya sé que ahora la mayor parte de las manifestaciones culturales, sociales y políticas se programan pensando en audiencias de tal nivel de desarrollo, pero lo preocupante es que cada vez se hace con más impunidad. Un programa político, en una democracia, no puede estar resumido en un bonito slogan, una idea inciertamente mítica o una receta de magia populista. Durante las dos últimas décadas los correspondientes gobiernos españoles han estado más preocupados por la imagen, por las apariencias sobre su cortijil estado, que sobre su coherencia interna. Así, las preocupaciones sobre la educación en las altas esferas del poder público se han centrado en los resultados de los informes PISA y similares. Las preocupaciones sobre el nivel de desarrollo general de la población, hecho básico para el funcionamiento orgánico y sostenido de una sociedad, han parecido ir, tristemente, en sentido contrario: cuanto menos desarrollo, criterio y madurez presenten el grueso de las poblaciones más manipulables resultarán y, por ende, más perpetuación del miserable cortijo que hace ya muchos años creíamos liquidado. Yo soy el primero en sostener que los políticos no son más que una muestra de la sociedad en que están inseridos, pero en ocasiones me pregunto por el sesgo que representan. Cuando la sociedad pierde los drivers que mantienen negativamente acoplados sus bucles y, de esta manera, la estabilizan, los individuos que surgen en los cargos de mayor responsabilidad pública y privada se nos aparecen demasiado a menudo como los menos preparados, los más chaqueteros, los que presentan menos escrúpulos, los más manipulables, los más corrompibles, los más trepadores. En este punto deberíamos revisitar todos los conceptos y clasificaciones que usamos en estas lides, empezando por las autodefiniciones que en forma de narrativa esgrimen los partidos sobre los conceptos de derechas e izquierdas. En la mente de muchos estas clasificaciones siguen siendo las que utilizaba el siglo XIX. ¿Cuál es, hoy en día, las verdaderas señas de identidad de “la derecha” y “la izquierda”? No pueden ser ya las de la modernidad ni las de la sociedad industrial. Todo eso, queramos o no, ya pertenece a otra época. En lo tocante a los temas de justicia social, hemos llegado tristemente a la tesis que Berlanga propugna en Plácido: ‘los ricos son unos cabrones, y los pobres, también’. Desde mi humilde punto de vista hoy en día lo que la izquierda debe de propugnar, pero en serio, es la idea de una renovación de pensamiento y acción basados en la nueva era: la ecosostenibilidad en todos sus aspectos: económico, social, natural. El burdo mensaje verde que los partidos de izquierda llevan hoy día asociado es útil para una charla de sobremesa de amigos exhippies pero a todas luces insuficiente como programa político. Mientras tanto las derechas aprovechan esta falta de definición real para perpetuar la agonía de nuestro agotado sistema socio-económico.

4 comentarios:

Lluís P. dijo...

Fratello,

¿qué es mejor, votar un partido de izquierdas con un "burdo mensaje verde" o no votar? Si no votamos, la derecha seguirá sacando tajada, luego yo creo que hay que votar al partido más afín a tus ideas, que nunca lo será del todo. Al fin y al cabo, la democracia es el menos malo de los sistemas de gobierno, y si no nos aprovechamos de la libertad que nos proporciona, estamos abocados a alternativas que ya sabemos cómo las gastan.
Bien por tu entrada, resume muy bien el sentido de muchos votantes, pero hay que hacer un esfuerzo y sobreponerse a tanta mediocridad para ejercer el voto y acercarse, aunque sea muy poco, a algo más parecido a la ecosostenibilidad de la que hablas.
Saludos,

fp

carles p dijo...

Fratello,

En ningún momento he llamado a la abstención!
Evidentemente hay que votar (ya lo he hecho).
Ora et elabora,
fp

Lluís P. dijo...

Fratello,

¡ni yo he querido decir que tú la invoques! Sólo pretendía recordar que, a pesar del descorazonador panorama político, debemos preservar la democracia haciendo uso de su fiesta mayor, esto es, votando el día de las elecciones.
À propos éléctions..., ¿qué crees que sucedería si un día el pueblo decidiera votar en masa por el partido de Torrente (o cualquier otro friqui que se presente, que habelos, haylos)? ¿Tú crees que el stato quo económico respetaría una soberanía popular que decidiera en masa acabar de una vez por todas con tanto mangante financiero y proclamar una república basada en un decálogo anarquista (por poner un ejemplo)? Si lo planteo es que no lo tengo muy claro.
Seguimos en contacto,

fp

carles p dijo...

Fratello,

Una cosa es la imagen que del tal Torrente tiene la gente y otra la que realmente se esconde tras el personaje. Seguro que los mangantes financieros y los frikis representan las dos caras de la misma moneda. No hay anarquia más efectiva que el humor surrealista...

saludos y tal...
fp