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martes, 17 de noviembre de 2015

Sapiens

                    Acabo de leer Sapiens, una breve historia de la humanidad, obra divulgativa del profesor de historia Yuval Harari. Es una obra que, hecho interesante, acerca las visiones post-modernas del estudio de la historia al gran lector. Las descontextualizaciones respecto a los telones de fondo de la Modernidad pueden desconcertar pero son eficaces por lo que respecta a poder contemplar la historia y sus recovecos de una forma alternativa. Así, Harari introduce el concepto lyotardiano de narrativa para designar muchas cosas que nos parecen venir dadas o que sean consecuencia lógica del desarrollo histórico. No solamente los mitos y las religiones son narrativas; también caen dentro de esa categoría la carta de derechos del hombre y el ciudadano, el manifiesto del partido comunista, los constructos científicos o el capitalismo de libre mercado, por poner algunos ejemplos. Sapiens, por otra parte, recoge la cara negativa de la condición postmoderna. Como escribía en uno de los últimos posts, por un lado niega la existencia de meta-narrativas o telones de fondo privilegiados mientras que por otro supone tácitamente un telón de fondo neutro, final,  que hace las veces de metanarrativa. Al mismo tiempo ignora absolutamente la evolución e implícitamente hace partícipes de esta colección de narrativas a cualquier época de la historia de la humanidad, desde el austrolopithecus hasta nuestros días. Una de cal y una de arena. Significativamente, los capítulos que resultan más castigados por la visión post-moderna son los primeros y los últimos. Los primeros porque abundan en la falacia del paraíso perdido; por ejemplo: según Harari, la revolución agrícola trajo la infelicidad porque hizo más vulnerables a las poblaciones de los cazadores-recolectores de antaño a las enfermedades. Es como decir que las bacterias son más felices que los mamíferos porque no tienen cáncer. En los capítulos postreros se ilustra repetidamente el concepto de flatland o mundo neutro que podemos modelar a nuestro gusto, con las consiguientes visiones de los cerebros como ordenadores (visión popular pero hoy en día indefendible a nivel un poco serio). En los capítulos intermedios la postmodernidad actúa como lo que es; una apostilla a la modernidad, y es cuando sus deconstrucciones resultan más interesantes. Impagable la sencilla manera que Harari emplea para ilustrar porqué el desarrollo económico asociado al capitalismo tiene que estar unido al crecimiento. El capitalismo, después de todo, es una narrativa basada en la ilusión de futuro. ¿Qué narrativa se ofrece al ciudadano medio desencantado para aumentar su ilusión y así mantener su rendimiento y su capacidad de consumo? Seamos precavidos...

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