Acabo de leer Sapiens, una breve
historia de la humanidad, obra divulgativa del profesor de historia Yuval Harari. Es una obra que, hecho interesante, acerca las visiones post-modernas
del estudio de la historia al gran lector. Las descontextualizaciones respecto
a los telones de fondo de la Modernidad pueden desconcertar pero son eficaces
por lo que respecta a poder contemplar la historia y sus recovecos de una forma
alternativa. Así, Harari introduce el concepto lyotardiano de narrativa para designar muchas cosas que
nos parecen venir dadas o que sean consecuencia lógica del desarrollo
histórico. No solamente los mitos y las religiones son narrativas; también caen
dentro de esa categoría la carta de derechos del hombre y el ciudadano, el
manifiesto del partido comunista, los constructos científicos o el capitalismo
de libre mercado, por poner algunos ejemplos. Sapiens, por otra parte, recoge la cara negativa de la condición
postmoderna. Como escribía en uno de los últimos posts, por un lado niega la
existencia de meta-narrativas o telones de fondo privilegiados mientras que por
otro supone tácitamente un telón de fondo neutro, final, que hace las veces de metanarrativa. Al mismo
tiempo ignora absolutamente la evolución e implícitamente hace partícipes de
esta colección de narrativas a cualquier época de la historia de la humanidad,
desde el austrolopithecus hasta
nuestros días. Una de cal y una de arena. Significativamente, los capítulos que
resultan más castigados por la visión post-moderna son los primeros y los
últimos. Los primeros porque abundan en la falacia del paraíso perdido; por
ejemplo: según Harari, la revolución agrícola trajo la infelicidad porque hizo más
vulnerables a las poblaciones de los cazadores-recolectores de antaño a las
enfermedades. Es como decir que las bacterias son más felices que los mamíferos
porque no tienen cáncer. En los capítulos postreros se ilustra repetidamente el
concepto de flatland o mundo neutro
que podemos modelar a nuestro gusto, con las consiguientes visiones de los
cerebros como ordenadores (visión popular pero hoy en día indefendible a nivel
un poco serio). En los capítulos intermedios la postmodernidad actúa como lo
que es; una apostilla a la modernidad, y es cuando sus deconstrucciones
resultan más interesantes. Impagable la sencilla manera que Harari emplea para
ilustrar porqué el desarrollo económico asociado al capitalismo tiene que estar
unido al crecimiento. El capitalismo, después de todo, es una narrativa basada
en la ilusión de futuro. ¿Qué narrativa se ofrece al ciudadano medio
desencantado para aumentar su ilusión y así mantener su rendimiento y su capacidad
de consumo? Seamos precavidos...
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