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sábado, 21 de julio de 2018

Individuos


                       
                       De vez en cuando –en esos momentos que las filosofías orientales denominan de conexión- veo con pretendida claridad el aroma de las cosas (¿la “idea clara y distinta” de Descartes?). Es entonces cuando lo intento plasmar, de sopetón, por escrito, en términos racionales, y ya tenemos una nueva entrada en el blog. Quizá una simplista clasificación de las personas puede distinguir entre aquellas que quieren cambiar el mundo y aquellas que quieren entenderlo (la mayor parte, evidentemente, se reparte entre ambos cometidos). Los que quieren cambiarlo ya poseen un claro sistema de coordenadas dentro del cual cartografían la realidad. Los que quieren entenderlo se preguntan constantemente por la naturaleza de tal sistema de coordenadas. Los primeros poseen una cognición inmediata que les permite pasar a la acción sin más contemplaciones mientras que los segundos resultan más pasivos porque cuestionan las coordenadas a las que parecen verse sometidos. Mirado muy superficialmente parecería que buena parte de los científicos pertenecieran más al primer grupo mientras que los filósofos al segundo. Al menos los científicos dedicados a lo que Thomas Kuhn llamaba “ciencia normal”, es decir, los que descubren cosas dentro de una cartografía predeterminada. Los que inventan cartografías nuevas, evidentemente, pertenecerían más al segundo grupo, así como buena parte de los filósofos. La distinción se hace más importante en nuestros días, cuando un gran cambio, que afecta a nuestras cartografías, se está produciendo en nuestro mundo. Y este gran cambio es el paso de la racionalidad a la trans-racionalidad. Como en todo proceso de crecimiento, estamos atravesando una crisis inflamatoria que da lugar a una ultra-racionalización, y también una crisis existencial -a la que llamamos posmodernidad- que nos impide mirar hacia adelante. Las ciencias de la naturaleza hace mucho tiempo que parecen querer abrirse a la transmodernidad. Los enfoques holísticos de la mecánica cuántica, la ecología, la holografía, la teoría del caos, la cibernética, la fractalidad, los sistemas disipativos, la autopoiesis y el modelo Gaia dan debida cuenta de ello. También la filosofía hace un siglo (de Wittgenstein a Rorty) que debate sus límites –y más dos siglos que se pregunta sobre la posibilidad de que la mente no sea transparente (Kant)-. ¿A través de qué metaparadigma analizo yo el mundo? Pues a través de uno extrapolado de la Modernidad, con su correspondiente trans-Ilustración. ¡Soy absolutamente incapaz de creer que la evolución pueda parar por haber llegado a un punto final en que se han descubierto todos los secretos del mundo!

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