El
compositor Frederic Mompou hablaba de su música -aparentemente tan despojada-
como la de un recomenzar desde lo esencial, dejando un poco de lado los
desarrollos anteriores. Aunque este recomenzar estaba plagado de influencias
tan diversas como las de Debussy, Granados o Satie, la idea general del
replanteamiento siempre se muestra interesante. En nuestra época nos lo tenemos
que replantear todo si queremos siquiera entender el origen del profundo y
crecientemente acelerado cambio al que estamos sometidos. En alguna ocasión se
me ha planteado que en cualquier momento de la historia se está sometido a un
cambio. Respondo: ciertamente, pero no de la misma amplitud. Los cambios de
ciclo corto suelen tener implicaciones menos profundas que los cambios de ciclo
largo. La primera actividad que concibo es la de la capacidad de conocer
(cuando actuamos siempre lo hacemos de acuerdo con ciertos patrones o
paradigmas inconscientes). Cuando intentamos aprehender elementos de nuestra
realidad suponemos tácitamente -o bien ignoramos abiertamente- dos factores. El
primero es la transparencia de nuestra apreciación: la cognoscibilidad directa
del mundo. Platón la dió por supuesta; Descartes quiso recomenzar pero cayó de
nuevo en la misma premisa añadiendo un elemento que distanciaba el observador
de lo observado. Kant revolvió de nuevo la cuestión cuestionando la transparencia
racionalista aunque manteniendo un objeto fijo trans-espaciotemporal al que
debemos necesariamente acceder -de forma degradada- a través de espacio y
tiempo. A partir de Hegel este objeto deja primero de ser fijo para evolucionar
y, con ulteriores pensadores, acabar desapareciendo. El segundo factor
-relacionado de alguna manera con el primero- atiende al carácter fijo de la
posición del aprehensor. Con la sucesiva aprehensión la posición del sujeto o
sujeto histórico va cambiando y, por tanto, su sistema de referencia. El
conocimiento racional nunca puede ser, por tanto, absoluto. Si concedemos una
continuidad -que no mera acumulación- a nuestra adquisición de conocimiento, lo
máximo que podemos constatar (que ya es mucho) es que aunque nuestra porción
conocida de la superficie de la esfera se hace cada vez mayor, el tamaño de la
esfera también crece con nuestra progresiva aprehensión. Estos dos factores me
parecen fundamentales y han sido ya históricamente entendidos por grandes
filósofos, científicos y artistas. Ahora se hace necesario que se extiendan
para conocer lo que acaece en nuestra nave Tierra (como denomina a nuestro
planeta E Morin). Los que pretenden controlar el mundo ya lo han entendido ...
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viernes, 22 de marzo de 2019
sábado, 16 de marzo de 2019
Danzas
En su exitoso film El séptimo sello el director Ingmar
Bergman nos presenta la angustia existencial a través de un cuadro de histeria
medieval. En el film, tan solo un grupo de personajes escapa a esta histeria y
representa así un plácido espacio de tranquilidad: la familia de cómicos, que
vive “la experiencia dulce del cuenco de leche con fresas delante de la puesta
de sol”. Al final del film, buena parte de los personajes son llevados por la
Muerte en una representación de la Danza Macabra, mientras los cómicos observan
tal escena. El mundo actual padece también de histeria colectiva aunque quizás
su origen no sea tanto la angustia existencial como un cambio radical de
paradigma para el que buena parte de la población no está preparada. Esta
especie de metaplataforma en la que habita la familia de cómicos del film se
hace del todo necesaria para poder analizar y entender qué nos está pasando.
Aunque el torbellino de la danza macabra no sea en esta ocasión tan soslayable…
miércoles, 13 de marzo de 2019
Simplicidad
Leo fugazmente no sé donde que si Shakespeare viviera hoy en día trabajaría para Netflix. El que ha escrito esto tal vez no ha leído nunca a Shakespeare, no lo ha entendido o solamente lo conoce a través de las versiones de Shakespeare que hacen Netflix, Disney o similares. ¿No será que confunde a Shakespeare con E. Scribe o V. Sardou?
lunes, 11 de marzo de 2019
Paredes
La cuarta pared es el nombre con que
se conoce la barrera imaginaria que separa una narración dramática –teatral,
cinematográfica, televisiva e incluso en la literatura escrita- de su
audiencia. En sentido metafórico, por tanto, es el límite entre un perceptor y
el objeto por él percibido. El simbolismo de la cuarta pared tiene una
correspondencia directa con el modelo perceptual sujeto/objeto y la ruptura de
la cuarta pared, por tanto, con la difuminación de tal dualidad. La superación
del canon platónico-kantiano, del cartesianismo y, con ello, de la Modernidad,
pasa necesariamente por la creación de metaposiciones por modificación del
esquema clásico. Aunque la ruptura de la cuarta pared se ha venido practicando
desde principios de la Modernidad (la auto-cita al inicio de la segunda
parte del Don Quijote y los vaudevilles
o moralejas finales del teatro dieciochesco valgan como ejemplo) la fijación de
tales instancias en la pantalla cinematográfica ha supuesto un eficacísimo
recurso dramático que hace temblar a los partidarios de posiciones fijas. En la
historia del cine la ruptura de la cuarta pared ya se utilizó frecuentemente
por los cómicos de la época heroica (Chaplin, Laurel&Hardy y Groucho Marx,
quien establecía en ocasiones diálogos con el putativo público –“algunas veces
la gente, para mi desconcierto, me responde”, explica en su autobiografía). Fuera
del ámbito de la comedia, donde la acción resulta más fácil de situar en un
metaespacio, una simple mirada a la cámara puede romper con fuerza la cuarta
pared. La primera mirada a la cámara del cine moderno si sitúa en 1953, en el
film de I Bergman Un verano con Mónica,
(este film también fue pionero presentando por primera vez fuera del negocio
porno un –suave- desnudo femenino). Todavía con más fuerza dramática –rara vez
en el cine se han dicho más cosas sin utilizar el lenguaje hablado-, la
liberadora mirada dirigida al alma del espectador al final de Le notti di Cabiria supone un giro total
respecto a la historia que se ha venido contando hasta ese momento. El mismo
Fellini utiliza de nuevo el abatimiento de la cuarta pared –esta vez con objeto
de encontrar un camino evolutivo de salida- al final de E la nave va, cuando la cámara retrocede y deja al descubierto la
aparatosa maquinaria que sostiene todo el decorado del film (dicho sea de paso,
tal procedimiento hace que cuando se retoma brevemente el hilo de la acción
antes de acabar ésta sea observada como un cartoon
americano de los años treinta). Siguiendo otra vez con Fellini –uno de mis
mitos personales- el final de 81/2 no rompe la cuarta pared pero establece
una nueva perspectiva entre lo narrado y su narrador de manera que los
observadores nos vemos arrastrados hacia el metaespacio que el autor hace
aparecer como un prestidigitador cuando saca un conejo de su chistera.
Moraleja: necesitamos romper nuestra cuarta pared de aprehensión del mundo para
poder encontrar el hilo del camino que, por momentos, estamos perdiendo.
sábado, 2 de marzo de 2019
Correlaciones
En 2008 se publicó un ahora famoso
artículo en el que se re-visita el aforismo de George Box –y de algunos
estadísticos anteriores- que afirma que todos los modelos usados por la ciencia
–desde la biología hasta la psicología, pasando por la sociología y la física– son
falsos, aunque algunos son muy útiles. Esta idea se ha visto reforzada gracias
a la actividad correlacionadora que ofrece el Big Data. Es decir, que el propio método científico a través del
cual se generan hipótesis que luego se contrastan experimentalmente se ve
cuestionado por la petagígica nube. Según las corporaciones de Big Data la generación de modelos ya no
es necesaria. Los modelos siempre acaban fallando, al contrario que las
correlaciones. ¿Quién dice que los filósofos no son ya necesarios? ¡Lo son más
que nunca! Es evidente que se trata de un enunciado falaz, y no precisamente
porque el método científico sea infalible sino porque la ausencia de modelo que
reivindica el Big Data no es tal. Existe un modelo implícito que, por omnipresente
y rutinario, ha acabado transparentando y está por este motivo epistemológicamente
camuflado. La afirmación sobre los modelos presenta un notable isomorfismo con los
enunciados básicos de la Postmodernidad: No
existen verdades absolutas. No existen; pero el anunciado, por contenerse a
sí mismo, se sitúa fuera de la lógica aristotélico-cartesiana: las conclusiones
postmodernas son ciertas, pero no se pueden
aplicar en absoluto dentro de un ámbito anterior (es decir, moderno). El
hecho de querer hacer de una correlación estadística una verdad universal es
como hacer una religión del enunciado Todas
las religiones son falsas o pretender que los modelos científicos se
transforman, a base de años, en dogmas de fe universales. Los modelos no son
más que narrativas que van
evolucionando y se adaptan así a las contingencias de cada momento histórico. Los
modelos del día de hoy son los de la complejidad, que gran parte del mundo
científico todavía no ha comprendido. Y esto que aplica al mundo de la ciencia
aplica también al mundo de la espiritualidad y al mundo del arte. Hay que
recelar siempre de los poseedores de la verdad absoluta, sean quienes sean.
Aunque se trate de la hoy omnipresente y omnipotente petagígica nube.
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