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viernes, 26 de mayo de 2023

Pagadores

 


                        En todas las épocas, ciertamente, el arte ha tenido sus pagadores/consumidores. La Iglesia tuvo un papel importante entre la Baja Edad Media y la Ilustración. La aristocracia lo tuvo entre el Renacimiento y la 1ª mitad del S XX. La burguesía lo tuvo en el S XIX y el público general en el S XX. En la actualidad, los consumidores/pagadores de arte no son humanos. Son algoritmos. Ellos deciden lo que está bien (genera muchos intereses) o lo insignificante (no los genera). Lo terrible de los algoritmos es que no incorporan el pudor, la vergüenza ni la picardía. Los pagadores/consumidores de épocas pretéritas, además de hacer ostentación de recursos monetarios y/o de poder político, presumían de buen gusto (a veces no les salía bien) y pocas veces eran capaces de contradecir al artista, so pena de exclusión social (y este particular hecho ha dado históricamente un pequeño respiro a los creadores). Esta situación incluso dio lugar al mito/cliché del artista incomprendido. Aunque no se le comprendiera, se le suponía cierta genialidad que los demás debían admirar, aun sin comprender. Los actuales algoritmos no hacen otra cosa que contar (o especular con las cuentas). El día que el algoritmo decida que el Cuarteto op 130, Chronochromie o Threni ya no cuentan con suficientes contajes y, por lo tanto, no vale la pena sostener tales obras, lo tenemos claro. El algoritmo no engaña ni quiere engañar. Dentro de su gran sofisticación es profundamente primitivo.

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