La parodia es un género que, en manos de un creador fino,
puede actuar eficazmente como revulsivo personal o social. Mientras que en el
sarcasmo la componente de amargura suele prevalecer sobre la humorística, en la
ironía el humor puede atravesar, a lomos de la elegancia, las más procelosas
aguas sin ensuciarse tan siquiera. A medio camino entre la ironía y el sarcasmo
tenemos el doble significado, la caricatura, el burlesco y la sátira. Mientras
que la literatura abunda en recursos capaces de cincelar con suma precisión el alcance
de la sátira pudiendo acercarse con tranquilidad a la zona colindante con el mal
gusto, pero sin caer en él, en el campo musical la parodia forma parte del
recurso humorístico, que en este caso suele ir dirigido hacia un colega a quien
se quiere caricaturizar. Esta caricatura, sin embargo, puede en muchas ocasiones
considerarse más un homenaje que una crítica. En algún caso en que la parodia
se hace gigante su alcance crítico se afila, como sucedió con la famosa The Beggar’sOpera (1728) de Gay y Pepusch -burla evidente del modelo italianizante de
ópera haendeliana cuya moda empezaba ya entonces a declinar- y cuya fama enlazó
doscientos años después con su secuela Die Dreigroschen Oper
(1928) de Brecht y Weill. En ocasiones la parodia se vuelve multi-telescópica como
en “A la manière de Chabrier”, donde Ravel nos presenta una versión de un
fragmento del Faust de Gounod como si la hubiera escrito el propio
Chabrier. La parodia también puede volverse clownesca como sucede en diversas
obras de Satie (Tirolienne Turque con sus alusiones a Mozart, Sonatine bureaucratique con sus alusiones a Czerny) o en la última sección de la
stravinskyana Circus Polka con su bufona recreación de la célebre MarchaMilitar de Schubert. El sarcasmo aparece en el penúltimo movimiento -intermezzo interrotto- del Concerto for Orchestra de Bartók, donde una versión
estúpidamente festiva del tema de la “invasión” de la 7ª Sinfonía de Shostakovich
(que a su vez parece parodiar un conocido fragmento de La Viuda Alegre)
irrumpe en plena efusión lírica, lo que provoca unas sonoras carcajadas en
forma de trino y otras impúdicas pedorretas en forma de glissando por parte de
un sector de la orquesta (por cierto, aun hoy en día los eruditos no se han
puesto de acuerdo sobre si el objeto de la parodia es Shostakovich, Léhar o
ambos). En nuestra postmodernidad musical la parodia parece haberse esfumado.
Cuando John Adams cita en Harmonielehre cierto pasaje del Amour des trois Oranges lo hace de forma encubierta, como es el caso de Philip Glass
cuando cita un pasaje del stravinskiano Orpheus en su ópera The white raven.
Ni como homenaje ni tan siquiera como cita. Quizás se trate de citas inconscientes.
O quizás se trate de robos. Probablemente se trate de robos furtivos, aunque
luego se muestre la mercancía robada al adormecido público durante cientos de
compases. Ahora que la inteligencia artificial se encargará de componer música
la parodia no solo desaparecerá, sino que no dejará rastro alguno. ¡Menuda
pérdida!
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