La desaparición, con pocas horas de diferencia, de dos cineastas tan significativos como Bergman y Antonioni ha vuelto a ejemplificar el fenómeno de constelación que Jung denominaba sincronicidad –y definía como coincidencia en el tiempo de fenómenos significativamente unidos pero sin relación causal mutua- y que todos, en mayor ó menor grado, hemos experimentado en más de una ocasión a lo largo de la vida. Parece como si se entrara en un campo de acción determinado que une así los hechos significativos. Cuando el pensamiento racional, centrado en la causalidad, es incapaz de encajar este tipo de fenómenos, recurre al concepto comodín de la casualidad y descarga así cualquier pequeña sombra de duda. La historia está repleta de este tipo de “casualidades”: Bach y Haendel, los mayores compositores barrocos, nacieron en 1685; Wagner y Verdi, los mayores operistas del XIX, nacieron en 1813….Tanto Bergman como Antonioni hablaron de las crisis, especialmente de las individuales el sueco y de las colectivas el italiano. Ambos trataron sobre el silencio; el silencio de Dios el de Uppsala y el silencio de los humanos en la era industrial el de Ferrara. Ambos fueron autores de culto en una época en que buena parte del cine de autor quedaba relegado a las salas llamadas “de arte y ensayo”. Me quedo, para mi uso personal, con buena parte de la obra del escandinavo (especialmente con Fresas salvajes, Persona, Sonata de Otoño) y con una parte menor de la obra del romañés (Le Amiche, L’Avventura, Blow-up). Pero esto son sólo gustos personales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario