Cuando se observa experimentalmente un hecho físico que no puede ser explicado dentro de las estructuras que la ciencia del momento posee como bagaje se adopta una de dos soluciones: o bien se supone que en un futuro relativamente próximo se podrá dar cuenta teórica de tal fenómeno, o bien se lo ignora completamente, colocándolo, si conviene, en el equívoco cajón de los temas pertenecientes a la pseudociencia. El hecho de escoger entre un grupo u otro depende en gran medida del grado de alejamiento de la realidad cotidiana, de la frecuencia de observación ó simplemente del hecho de que tales observaciones experimentales caigan dentro de dominios que habitualmente maneja la ciencia. Así, por ejemplo, ni el efecto de “agrandamiento” de la luna cuando se halla cerca del horizonte ni el fenómeno de la descomposición radiactiva se hallan adecuadamente explicados por la física. Pero al ser fenómenos cotidianos y fácilmente mensurables, nadie los colocaría en el cajón de la pseudociencia. Es más, seguro que el grueso de la población cree que son fenómenos más que explicados por los expertos. Y la mayoría de los expertos piensa que algún día serán adecuadamente explicados sin tener que hacer grandes cambios en los planteamientos de la mecánica. Es, en cierta medida, lo mismo que sucedió cuando la teoría newtoniana fue incapaz de explicar ciertas desviaciones en los parámetros calculados para el planeta Urano. No se descartó la teoría sino que se esperó a que nuevos descubrimientos –la presencia del planeta Neptuno- revelaran al causante de tal desviación. Cuando se da cuenta de fenómenos como el “efecto de mirar por detrás a alguien”, la telepatía ó el efecto placebo, cuya etiología se escapa más a lo puramente físico y cuya reproducibilidad acusa más el efecto de la estadística, gran parte de la ortodoxia arruga la nariz y comienza a mirar hacia el cajón de la pseudociencia (aunque ellos mismos hayan experimentado alguna vez en propias carnes alguno de tales efectos, mucho más comunes de lo que pueda parecer a primera vista). Cuando el fenómeno considerado se acerca todavía más a lo que Jung clasificaba como sincronicidad (astrología, radiestesia), la balanza se decanta ya en la mayoría de los casos hacia la pseudociencia. Es entonces cuando el conocimiento científico es claramente insuficiente. La ciencia propiamente dicha sólo puede abordar fenómenos capaces de ser percibidos mental-racionalmente. Los fenómenos que precisan de gran energía psíquica para ser activados –por ejemplo, los sincrónicos- se hallan más allá de sus límites. Sería necesaria entonces una ciencia –ó como se la quiera llamar- transmental. Curiosamente, en castellano experimentar (notar en uno mismo una impresión ó sentimiento) y hacer un experimento (operación destinada a descubrir, comprobar ó demostrar determinados fenómenos ó principios científicos) tienen la misma raíz.
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sábado, 29 de septiembre de 2007
miércoles, 26 de septiembre de 2007
Verbos
En buena parte de las lenguas occidentales, el verbo utilizado para designar el acto de producir música o ejecutar una pieza dramática corresponde al “jugar” en castellano (to play, spielen, jouer, spellen). En castellano una pieza musical se “toca” y una obra teatral se “representa” (en italiano la música se “suona” y la obra teatral se “recita”). En castellano antiguo, algunos instrumentos musicales se “tañen” -bello arcaísmo-. Entre tocar, sonar y jugar podemos trazar toda una trayectoria que nos lleva desde una actividad relacional puramente objetal hasta una elaborada actividad multiestructural y subjetiva, pasando por una habilidad más o menos adquirida. Hace más de 35 años que constato, con tristeza, que el valor que se otorga al arte musical en España está situado entre los más bajos de Europa. Se sigue en gran parte asociando, con miope garrulería, el interés por la música culta con la pedantería intelectual y las manifestaciones musicales con los eventos sociales. Nunca he oído a nadie manifestar abiertamente que sea más caro, por término medio, asistir a un partido de fútbol que a una función de ópera. Eso sería desmontar una vieja creencia y a nadie le interesa hacerlo. Con todos mis respetos hacia el fútbol, que creo que cumple una función social muy importante. El fútbol, en castellano, sí se juega.
martes, 25 de septiembre de 2007
Sensibilidades cruzadas
Ayer me crucé, saliendo del trabajo, con un típico ejemplar de joven conduciendo un coche con gafas de sol y el volumen del reproductor musical a tope. Una vez más constato que nuestro momento dentro de la civilización es típicamente visual y muy poco aural. La vista es ahora tan sensible que su señal de input debe de atenuarse para no dañar el instrumento. El oído, contrariamente, está tan entumecido que hay que aumentar la señal para lograr la captación adecuada del estímulo. La vista está relacionada con la habilidad, la brillantez, la rapidez, la superficialidad, el cambio, la juventud, Urano. El oído está relacionado con la comprensión, la discreción, la lentitud, la profundidad, la consolidación, la madurez, Saturno. La vista es la principal generadora de espacio en nuestra conciencia racional; el oído es el principal generador de tiempo en tal estructura. Que cada cual haga su composición de lugar.
miércoles, 19 de septiembre de 2007
Paper generator
Después de leer numerosos escritos sobre tema musical en clave postmoderna vuelvo a mi eterno dilema. A pesar de las teóricamente infinitas posibilidades de enfoque, ya sea analítico ó también hermenéutico (en este último caso ya se ha viajado un grado más en la dirección opuesta al objetivismo), tengo la sensación de una falta total de convencimiento sobre lo que se está exponiendo de forma aparentemente tan apabullante. Cada vez más, los productos de los ensayistas de la postmodernidad se parecen más a los paródicos papers generados aleatoriamente por alguno de los ingeniosos dispositivos que existen en la red, como el brillante The postmodernist generator. Si se une esta tendencia a la de la creciente logorrea , pronto colapsaremos la red con contenidos que en realidad no interesan a nadie más que para hacer crecer el currículum vitae y obtener así más poder. Pero este colapso se da solamente si mantenemos nuestro enfoque cognitivo fijado en la perspectiva mental-racional. Si nos abrimos a la intuición y vamos más allá, las diferentes perspectivas (otrora confrontadas, mutuamente toleradas subsecuentemente por formar parte de la misma sopa) dejan de tener entidad individual y aparecen como cortes virtuales de una realidad superior. El campo de las ciencias naturales ha permanecido en buena parte al margen de la vorágine postmodernista. Esto ha sido bueno desde el punto de vista de la claridad, pero también muy malo por lo que ha supuesto de refuerzo de la visión de perspectiva única con su dualista apostilla verdad/mentira.
martes, 18 de septiembre de 2007
Anécdota
En 1873, año de proclamación (1874 fue el año de la disolución) de la I República Española, un antepasado mío que poseía una tienda de comestibles en la ciudad de Sabadell observó con sorpresa, al ir a abrir la tienda a primera hora de la mañana, que se había formado una gran cola de personas enfrente de su negocio. Al preguntar a qué se debía tal aglomeración de clientela, fue informado de que se acababa de proclamar la república. -¿Y qué?-, pregunto mi mosqueado antepasado –Pues que por esta razón venimos a quedarnos con todo el género-, le respondieron los ingenuos parroquianos. Mi antepasado tuvo que dedicar la primera hora de su trabajo a explicar al ahora un tanto frustrado vecindario en qué consistía esto de la república, que no tenía nada que ver con la jauja y que ahora era cuando más se necesitaba del trabajo de todos y cada uno. En esa lejana época, la proclamación de la república en un estado monárquico todavía tenía una gran significación política y unos ciertos visos de aventura romántica. Hace unos días unos individuos quemaron públicamente una fotografía del rey de España, armando un gran revuelo en ciertos medios de comunicación –que no, por suerte, en el grueso de la población-. El nivel cultural del español medio ha evolucionado, lógicamente, desde los agitados días de 1874, pero todavía está un tanto a la merced de la reacción tripera y el primitivismo. Seamos todos un poco más maduros, tanto los quemadores de fotos como los agitadores de la prensa. A mí, francamente, el debate alrededor de la monarquía se me antoja muy de otra época. Veremos como está la situación de aquí a otros 133 años…..
domingo, 9 de septiembre de 2007
Trascendencia
Uno de los impulsos que el ser humano ha ido desarrollando de acuerdo con su grado de evolución lo constituye su tendencia a la apertura a niveles superiores, a la trascendencia, en suma. Sea cual fuere su esencia originaria (una necesidad psíquica que se va desplegando de forma natural o simplemente el miedo a la muerte ó al sufrimiento), la tendencia existe y ha existido a lo largo de la historia. Y cada sociedad ó civilización la ha incorporado a sus estructuras ateniendo a diversos factores culturales hasta modelar un manual de uso para todos los miembros de la tribu. Esto es válido desde la etapa inicial en que la magia llega a configurarse como el elemento cohesionador, durante la etapa en que los mitos ocupan tal espacio y hasta la época mental en que las religiones reveladas, con sus maestros espirituales hacen su aparición. Llega un momento en la historia en el cual la propia expansión de las civilizaciones (pienso especialmente en la occidental) hace que éstas se lleguen a poner en contacto físico. Es la época Moderna. Entonces las religiones se llegan a considerar verdades absolutas incompatibles entre sí. De la misma forma se considera que hay civilizaciones superiores a otras. Es la época de la expansión colonial y de las guerras de religión, hechos muy relacionados entre sí. La Ilustración, y posteriormente el S XIX, se encargarían de dar la vuelta al tema: las religiones no corresponden a verdades absolutas (puesto que pasa a ocupar la ciencia), sino a formas de explotación ó folklores primitivos. El retorno a la espiritualidad que se observa ya desde principios del S XX corresponde con un cambio de actitud: las religiones son manifestaciones culturales del impulso trascendente que cada civilización ha modelado de acuerdo con sus características particulares. Es la visión postmoderna. Los individuos más evolucionados desde el punto de vista espiritual (por ejemplo, los místicos de cualquier tradición) en muchas ocasiones han prescindido de las religiones. Se han situado, avant la lettre, en un estadio mucho más avanzado de lo que han hecho el resto de sus compañeros de tribu, por encima de su bagaje cultural. Jung proclamaba que un occidental nunca puede ser un auténtico budista. Es posible. Pero las diversas experiencias trascendentes se hallan por encima de las diferentes manifestaciones culturales. Es el paso a otro estadio de conciencia.
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