Todos hemos experimentado la sensación de ganas de orinar al oír el repiqueteo del agua cayendo, por ejemplo cuando llueve. El estímulo que provoca la relajación del correspondiente esfínter es enteramente auditivo pero el fenómeno mantiene un trasfondo que un humano primitivo calificaría de “mágico” y un humano más evolucionado de “experiencial”. Una vez más, es como si se estableciera una resonancia entre el movimiento de ambos líquidos. Hoy día los neurofisiólogos, profesionales a los que con mucha (demasiada?) frecuencia se toma por referencia en el campo de la mente, parece que se han puesto (bastante) de acuerdo en afirmar que entre las mentes de individuos que se hallan en situación de empatía se establece una resonancia que de alguna manera las comunica. Lo que no acaban de explicarse estos señores son los misteriosos intercambios de información que parece que se tendrían que dar entre los elementos individuales de una bandada de pájaros o un banco de peces cuando todos cambian súbitamente de dirección. Ya he hablado de la resonancia que unifica a una orquesta “bien afinada” independientemente de los esfuerzos del director. En todos estos casos no estaríamos tanto ante una cuestión de estímulo-respuesta como ante una forma de resonancia (en la orquesta, a diferencia de las agrupaciones de animales, los movimientos sincronizados de los arcos de las cuerdas sí que serían reflejo de un estímulo-respuesta más que una resonancia). En el caso del movimiento de líquidos la resonancia se referiría más a simpatía de naturalezas que a formación de sistemas, tal como sucede con las frecuencias de resonancia entre cuerdas simpáticas, sopranos y copas de vidrio ó puentes y pelotones militares. Aunque estos ejemplos, a diferencia del caso del pipí, -y del fenómeno estudiado y descrito por Pavlov- no precisan de ningún tipo de fenómeno experiencial (o sea, que involucre a la conciencia).
2 comentarios:
Gracias Carles por tu estimulante post y permíteme pensar en voz alta para intentar entender esta misteriosa comunicación transcerebral.
La palabra resonancia siempre hace referencia a la existencia de una onda (o más bien, más de una).
Einstein cosificó la onda mediante su famosa ecuación E=mc2, enunciado matemático de la dualidad onda-corpúsculo.
La actividad cerebral produce lo que se ha dado en llamar ondas cerebrales de distinta frecuencia (alpha, beta, theta, delta) que en principio son ondas electromagnéticas que pueden ser registradas en un electroencefalograma.
Por tanto, la actividad cerebral es capaz de producir alteraciones de la materia dentro y fuera del cerebro. Dentro del cerebro, por definición. Fuera del cerebro por la acción mecánica de nuestro cuerpo sobre nuestro entorno. Hasta aquí, sólo he expuesto postulados físicos.
Pero… ¿es posible considerar el producto intrínseco de la actividad cerebral, o sea, el pensamiento, cómo una onda informada?, ¿cuál sería su soporte físico, es decir, que campo de fuerza estaría oscilando?, ¿cumpliría esta onda de pensamiento la dualidad onda-partícula?, ¿pueden ser estas ondas las que resuenan entre cerebros empatizantes?, ¿podrían estas ondas modificar la materia directamente (p.e. telequinesis)?
Pues la verdad planteas cuestiones que se escapan de la modesta propuesta del post. Simplemente quería poner de manifiesto la componente experiencial en algunos de los fenómenos que exponía. Por experiencial entiendo aquí el conocido tema de, por ejemplo, la "azulidad". Tu experiencia de la "azulidad" se refiere a aquella componente que un sistema puramente físico que detecte la longitud de onda correspondiente al color azul no posee. Esto ha generado mucho debate hace bastantes años.
Respecto a los trasuntos físicos de las actividades cerebrales...es un tema complejo. La telequinesis puede ser un fenómeno más ó menos oculto, pero sincronicidades de tipo telepático, presentimientos,..son fenómenos extendidos y hasta diría que comunes.
Personalmente creo que la parte física de todo es algo así como la parte externa que guarda sus correspondientes correlatos con otros niveles.
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