La influencia de los movimientos New Age ha llegado a hacer creer firmemente a la sociedad que el sentimiento de culpabilidad que tradicionalmente han mostrado sus individuos era algo impuesto y que había que desprenderse de él a toda costa para lograr una liberación. Y resulta que ahora empezamos a intuir que en realidad no es exactamente así. La visión materialista que dominó durante mucho tiempo (la mitad del XIX y una parte del XX) la intelectualidad europea (y que ahora todavía domina el pensamiento popular) quería hacer de este sentimiento una construcción por parte de las fuerzas dominantes del sistema ideado con objeto de ejercer el poder sobre el depauperado individuo. Este tipo de pensamiento –como tantos otros capítulos de la condición humana- presenta una componente inmadura que asigna unas categorías –en este caso la de los poderosos y los débiles- y que instrumentaliza el pensamiento profundo como pura manipulación de los primeros sobre los segundos. Lo cierto es que sea cual sea el paradigma dominante habrá un grupo que intentará dominar al resto. La minimización de este fenómeno solamente se puede lograr mediante la educación y concientización del máximo volumen de individuos. Todo ello dista mucho de decir que el sentimiento de culpabilidad no se haya instrumentalizado por parte de ciertos grupos con objeto de ejercer un control, un poder (las jerarquías de la Iglesia Católica, sin ir más lejos). Y esta instrumentalización incluso ha dado lugar a lo que los grupos New Age critican, es decir, la anulación del individuo (la alienación, en suma, obtenida a través de los más variados paradigmas sociales y de pensamiento). Una gran dosis de culpabilidad como la que describo es sobremanera perniciosa, pero una falta total de ella –lo que ahora se nos presenta cotidianamente- es igualmente perniciosa, porque ha destapado lo que hay detrás: un egotismo que no parece tener límites. Hay que liberarse, por tanto, de la culpa que no deja avanzar, pero hay que evitar ignorar esta parte de la conciencia que nos equilibra. En una escena de Zelig, el mutante personaje encarnado por Woody Allen es psicoanalizado por la terapeuta interpretada por Mia Farrow. Zelig, trocado por la presencia de la psicoanalista en un congénere, pretende querer abandonar la estancia para ir a la ciudad, en donde el Dr Freud imparte un curso sobre masturbación. –“¿Sentimiento de culpabilidad?” pregunta la Dra Eudora Fletcher. –“No, no; yo voy al curso avanzado”, asegura el paciente.
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domingo, 19 de junio de 2011
Sentimiento de culpabilidad
La influencia de los movimientos New Age ha llegado a hacer creer firmemente a la sociedad que el sentimiento de culpabilidad que tradicionalmente han mostrado sus individuos era algo impuesto y que había que desprenderse de él a toda costa para lograr una liberación. Y resulta que ahora empezamos a intuir que en realidad no es exactamente así. La visión materialista que dominó durante mucho tiempo (la mitad del XIX y una parte del XX) la intelectualidad europea (y que ahora todavía domina el pensamiento popular) quería hacer de este sentimiento una construcción por parte de las fuerzas dominantes del sistema ideado con objeto de ejercer el poder sobre el depauperado individuo. Este tipo de pensamiento –como tantos otros capítulos de la condición humana- presenta una componente inmadura que asigna unas categorías –en este caso la de los poderosos y los débiles- y que instrumentaliza el pensamiento profundo como pura manipulación de los primeros sobre los segundos. Lo cierto es que sea cual sea el paradigma dominante habrá un grupo que intentará dominar al resto. La minimización de este fenómeno solamente se puede lograr mediante la educación y concientización del máximo volumen de individuos. Todo ello dista mucho de decir que el sentimiento de culpabilidad no se haya instrumentalizado por parte de ciertos grupos con objeto de ejercer un control, un poder (las jerarquías de la Iglesia Católica, sin ir más lejos). Y esta instrumentalización incluso ha dado lugar a lo que los grupos New Age critican, es decir, la anulación del individuo (la alienación, en suma, obtenida a través de los más variados paradigmas sociales y de pensamiento). Una gran dosis de culpabilidad como la que describo es sobremanera perniciosa, pero una falta total de ella –lo que ahora se nos presenta cotidianamente- es igualmente perniciosa, porque ha destapado lo que hay detrás: un egotismo que no parece tener límites. Hay que liberarse, por tanto, de la culpa que no deja avanzar, pero hay que evitar ignorar esta parte de la conciencia que nos equilibra. En una escena de Zelig, el mutante personaje encarnado por Woody Allen es psicoanalizado por la terapeuta interpretada por Mia Farrow. Zelig, trocado por la presencia de la psicoanalista en un congénere, pretende querer abandonar la estancia para ir a la ciudad, en donde el Dr Freud imparte un curso sobre masturbación. –“¿Sentimiento de culpabilidad?” pregunta la Dra Eudora Fletcher. –“No, no; yo voy al curso avanzado”, asegura el paciente.
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