Como sucede con cualquier otra simplificación, resulta un poco complejo resumir las diferencias entre la música del S XIX y la del S XX e identificar cuáles son los elementos que distinguen la “dionisiaca” música del XIX de la “apolínea” música del XX (por utilizar la dicotomía utilizada por Nietzsche). De hecho, más que comparar de forma analítica entre entre grupos cerrados lo significativo sería considerar la evolución global de la cual ambos grupos son instantáneas (trabajo ímprobo que dejo para otro día). La diferencia mayor en cuanto al ethos de ambos grupos viene dado por su relación con el ser y el existir. La música del XIX representa una búsqueda constante de una meta no muy bien definida. En ocasiones esta meta se asocia con un retorno al supuestamente prístino origen (Romanticismo) o también con un supuesto reposo que sólo es dado junto con la extinción (Romanticismo de nuevo; los ideales de este movimiento en música se extienden en la historia mucho más que los correspondientes en literatura). Y esta digamos función psicológica viene asociada a la digamos estructura armónica de la música. Durante el XIX el desarrollo de la armonía y el llamémosle empobrecimiento de la función rítmica fueron los procesos más destacables. Si atendemos a la evolución de la estructura rítmica de la música podemos afirmar que la explosión acaecida en este terreno durante el Renacimiento (ya preludiada en el Ars Nova) y su posterior imbricación en la rítmica motórica barroca (fiel estructura gemela del inmenso mecanismo de relojería newtoniano) que a su vez fue suavizada durante el clasicismo, verdadero punto de equilibrio entre melodía, armonía y ritmo, condujo a un colapso hacia finales del XIX por hiperdesarrollo de la armonía a expensas de otros elementos. De esta manera la inestabilidad asociada a la búsqueda constante antes descrita se expresa a través de modulaciones no resueltas y ampliación del cromatismo, con la consiguiente debilitación del sistema tonal. La música del XX, por contra, representa una afirmación, un hallazgo constante del aquí y ahora que se logra básicamente o bien a través de una estasis armónica o bien a través de un ritmo irregular. Gran parte de la música de la primera mitad del XX (Stravinsky, Hindemith, Messiaen) utiliza recursos de este tipo (simultaneidad de progresiones, escalas con alto grado de simetría, escalas modales). Pero es que una buena parte de la música de la segunda mitad del XX también afirma el aquí y ahora bien por abundar en lo que se ha venido en llamar tiempo vertical ó instantáneo (Stockhausen) ó por incluir, de manera aperspectivista, una suma de procesos con apariencia borrosa (Ligeti, espectralistas). La música del XXI, como sucede en todo proceso dialéctico, nos obsequiará con la síntesis de los elementos otrora dicotómicos. Un temprano ejemplo lo puede constituir el minimalismo y la process music, donde el proceso es considerado dentro de un esquema estático repetitivo.
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