Observo con cierta molestia (por no decir repelús) la creciente vulgaridad que ofrecen los aspectos gráficos de campañas públicas, ofertas culturales e incluso publicidad privada que aparecen por doquier. Demuestran la creciente pobreza no de ideas sino de referentes que poseen los que las fabrican. Por mucho que estemos sumergidos en un gran cambio cultural-paradigmático cualquier tipo de comunicación sigue enmarcada en unas estructuras (que, debido a tales cambios, son crecientemente menos compartidas). Y estas estructuras se manifiestan, en el caso particular de cada individuo, en unos referentes que están relacionados, entre otros puntos, con su cultura general, su experiencia, su sentido estético, su inteligencia y su grado de conciencia. Hace bastantes años leí una entrevista con un pseudoartista sobrevalorado que debía dirigir la parte escénica de unas funciones del Retablo de Maese Pedro de Falla y no escondía el hecho de que no hubiera leído jamás el Quijote. Incluso argüía que tal hecho le concedía ciertos privilegios a la hora de huir de traducciones tradicionales. Evidentemente, este pequeño arribista pensaba que su genialidad era tal que cuanto más inmaculada, mejor. Es evidente que las grandes revoluciones se hacen desde dentro y no desde fuera. El que halla nuevos caminos debe de estar empapado de los viejos. Cuando algo se marchita y da paso a otra cosa, hasta que unos cuantos verdaderos genios no la ponen en marcha, lo único que rodea al cadáver son buitres. Anuncio en el metro sobre la nueva estación de Santa Rosa: una mujer vista desde atrás con una coronita kitsch dirigiéndose a la nueva estación. Programa de la nueva temporada de la orquesta de la ciudad: fotografías de partituras volando sobre fondos urbanos. Clichés vulgares, infantiles y antiestéticos.
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viernes, 28 de octubre de 2011
viernes, 21 de octubre de 2011
Preferencias
Las discrepancias de pareceres emergieron junto con el nacimiento de la propia conciencia sobre ellos y se dirimieron de forma más ó menos violenta, por mera lucha por imponer la propia visión, hasta que el respeto por la visión ajena hizo su aparición. Fue una innegable conquista de la evolución cognitiva y moral. Pero toda nueva emergencia trae nuevas visiones y a la vez nuevas patologías. Y la patología de la postmodernidad es precisamente la supresión sistemática, bajo pena de alta sospecha, de cualquier escala ó jerarquía de valores. Evidentemente que el color verde no es mejor que el azul ó el rojo. Pero quizás este ejemplo tan simple nos podría enseñar que probablemente la ropa de color verde es la que le sienta mejor a determinada persona mientras que la de color rojo es la que le sienta mejor a otra persona. Cuando la potencial discrepancia se refiere a un intérprete musical (especialmente a cantantes líricos y pianistas), discrepancias que ahora han anidado fuertemente en las páginas de YouTube, deberíamos recordar que lo que estamos enfrentando son proyecciones de nuestro yo, que trata de imponerse sobre las proyecciones ajenas. En estos casos cabe decir que nuestra preferencia por determinados intérpretes no debería poner en marcha la identificación automática –e inconsciente- de nuestro yo con tales intérpretes. Cuando lo que enfrentamos son nuestros gustos por determinados autores y obras –y ya voy llegando a donde quería llegar- evidentemente que contra gustos no hay disputas y el respeto por la posición ajena es básico, pero no debemos confundir estas premisas con la ausencia de grados de hondura, significación, universalidad, invención, poética ó destreza técnica. Lo que quizás debemos de abstenernos es de comparar peras con manzanas. A uno le puede gustar Massenet más que Debussy en términos absolutos (demostrando así una limitación) o simplemente le puede gustar Massenet a un nivel y Debussy a otro nivel (como a uno le puede gustar comer una pizza de vez en cuando sin que ello conlleve que prefiera sistemáticamente la comida-basura a la alta cocina). El problema viene cuando ignoramos sistemáticamente a los autores de más enjundia escudándonos en la mayor facilidad –ergo, comercialidad- de las figuras menores. Y no me estoy refiriendo al carácter ó estilo de cada autor. La música ligera de Johann Strauss, Jacques Offenbach ó Federico Chueca es infinitamente mejor que la música supuestamente seria de Meyerbeer, Massenet ó Mascagni. Ahí queda dicho.
martes, 18 de octubre de 2011
Fórmulas
La concisa expresión simbólica que conocemos por el nombre de fórmula representa per se uno de los mayores logros de la Era de la Razón. La fórmula es la matriz que expresa una razón más o menos compleja, y que resume un modelo, lo define, o bien sigue a una serie deducciones desde tal modelo. El problema surge cuando asignamos un valor absoluto a la expresión. Entonces solamente tenemos que introducir las variables que queramos, y la fórmula nos dará cualquier solución. Igual que cuando los niños utilizan las fórmulas a boleo para solucionar los problemas en los exámenes. Detrás de toda fórmula anida un lenguaje y una ideología, y ello es cada vez más ignorado en nuestro mundo que supuestamente refleja la naturaleza como un espejo. De esta idea nace el adjetivo formulario –la fórmula como cliché-. La formulariedad conviene mucho a esta sociedad con pocas ganas de aprender que observamos cada día en nuestros entornos.
viernes, 7 de octubre de 2011
Trans-racionalidad
La historia de la filosofía occidental se basa en unas pocas preguntas ó cuestiones dualistas primarias. La primera hace referencia al carácter objectual ó procesual (ó, alternativamente, de la unicidad) de la realidad última (Parménides/Heráclito, pero también Platón/Aristóteles). La segunda a la transparencia de la mente respecto a lo cognoscible (realismo/idealismo). No solamente las respuestas varían con la época; también la forma de hacer la pregunta. Y precisamente la forma de hacer la pregunta configura la esencia de cada época; tanto ó más que las respuestas, formadas por contenidos que siempre forman parte de la constelación de las propias preguntas. Desde hace casi un siglo, una de las preocupaciones de la filosofía occidental, desde Wittgenstein hasta Rorty, ha consistido en la búsqueda de unos límites. La posibilidad de una filosofía trans-racional –como la de una ciencia trans-racional- todavía es muy incipiente, porque ambos campos de conocimiento se han desarrollado en el período mental y mental-racional, respectivamente. Y una ciencia ó una filosofía trans-racionales pueden parecer absurdas ó regresivas (la falacia pre-trans!) ¿Ejemplos? La mecánica cuántica, la lógica difusa, los koan budistas, las perspectivas “imposibles” de Escher,…
El mundo es ilusorio;
sólo Brahmán es real;
Brahmán es el mundo.
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