La práctica de la psicología tiene por objeto restituir a los individuos a un nivel mínimo en cuanto a sus mermadas funciones mentales y anímicas (la psiquiatría hace lo propio desde el punto de vista de la medicina occidental) pero también el de posibilitar el desarrollo ulterior de dichas funciones haciéndolas evolucionar. Algunos autores, como C. Naranjo, consideran a la psicología como la ciencia de la espiritualidad, entendiendo por éste término el desarrollo interior de la persona. Como el “nivel mínimo” que mencionaba al principio es una medida subjetiva que depende del nivel medio de las sociedades, se puede llegar a hacer difícil la distinción entre el tratamiento terapéutico que conduce a un mayor grado de conciencia y crecimiento, y el que –posiblemente bajo este mismo disfraz- puede llegar a mermar ambos elementos –lo que popularmente se conoce como un “lavado de cerebro”-. Si una sociedad no se encuentra en su momento floreciente, sino que da muestras de crisis, la psicología –como la educación, el periodismo ó la creación artística- no debe de redundar en la enfermedad –salvo si esta acción tiene el objetivo de superarla- sino más bien desarrollar vías alternativas reales. Un poco como se debería hacer en los ámbitos económicos (las crisis económicas son un aspecto de una crisis social dependiente de la crisis anímico-espiritual, y no lo contrario como cree tanta gente); lo último que se debería hacer es restituir las cosas al punto en que se hallaban diez minutos antes de ella. Comprendiendo la crisis del momento, en los años sesenta se desarrolló lo que se dio en llamar la antipsiquiatría, que sostiene básicamente que la diagnosis psiquiátrica muestra tal grado de vaguedad que es fácil que un tratamiento en el fondo empeore la condición del paciente. La antipsiquiatría se basa en parte en la etapa inicial –deconstructiva- de M. Focault, que sostiene la idea postmoderna de que la “locura” no se percibe tanto como un delirio sino como una desviación de la norma –es decir, es un concepto construído-. No es difícil advertir que la antipsiquiatría, en su loable esfuerzo por liberar los conceptos, caiga frecuentemente en el extremo opuesto (cosa que suele hacer la postmodernidad cuando se considera como un fin per se –“el final de la historia”- y no tanto como parte de la evolución desde la Modernidad hacia la Trans-Modernidad). En la Edad Antigua los desórdenes mentales (especialmente la epilepsia) eran concebidos como comunicaciones con el más allá y los que los sufrían como iniciados (como también en la Rusia zarista los “idiotas” eran tenidos por iluminados). En tales casos se reconocía la “diferencia” como portadora de evolución y no de regresión. En otras épocas (especialmente al principio de la Modernidad, en el S XVI) el deseo de control del poder hizo que tales desórdenes se considerasen incluso punibles (invocando relaciones satánicas si convenía). Y me temo que aún seguimos ahí.
2 comentarios:
Fratello,
cuando es toda una sociedad la que está enferma, ¿cómo puede ayudar la psiquiatría (o la antipsiquiatría) a superar la crisis? Porque una cosa es tener unos cuantos clientes en la consulta y otra bien distinta tratar a todos los componentes del capitalismo salvaje (entre los cuales nos cuentan, queramos o no). ¿Hay métodos que pueden alcanzar a una porción suficiente de una sociedad para diseminar la terapia al resto de sus miembros, contagiando así la salida de la crisis? Tengo mis dudas de si la sociedad alemana de la Segunda Guerra Mundial llegó realmente a reflexionar sobre el mensaje nazi que la envolvía, o bien no se le abrieron los ojos hasta que fueron derrotados.
Siempre aprendiendo de tus textos,
fp
Fratello,
La crisis supone dos alternativas: el crecimiento ó la extinción. La psiquiatría puede ayudar a algunos; la antipsiquiatría a otros pocos. A la sociedad en global solamente la puede ayudar la elevación del nivel de conciencia. ¿Cómo? Pues a través de educadores, artistas, investigadores, pensadores, comunicadores y otras especies con un elevado nivel de conciencia y empatía. A la sociedad alemana me temo que no se le abrieron los ojos hasta bastantes años después de la derrota, ya que al principio la rabia y el miedo debían cegar a una buena parte de ella.
Siempre encantado con tus comentarios!
fp
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