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lunes, 28 de abril de 2014

Aromas




            Está claro que nuestro sentido más primitivo es el del olfato. Primitivo en cuanto nos remite a nuestra animalidad, a nuestro mundo más instintivo. La magdalena de Proust, el sentido evocador de un perfume, los olores y sabores de la cocina familiar de la madre o la abuela dan fe de ello. Nadie se sorprende con la actualización de una evocación visual o sonora del pasado, cosa contraria a lo que sucede con las evocaciones olfactivas, mucho más etéreas, intangibles y que se nos aparecen más ligadas a un pasado que dudamos si soñado o vivido. Sin embargo, y como todos los sentidos, nuestro olfato se halla fuertemente subyugado a nuestra mente. Es nuestra mente la que establece el paradigma que luego modula nuestra percepción. La repugnancia o atracción hacia determinados olores viene en buena parte condicionada por nuestros recuerdos y nuestros hábitos culturales. Prueba de ello es la diferente actitud que ofrecemos a la presencia de un mismo agente odorífero en diferentes contextos. Los ácidos butírico y valeriánico obtienen en nosotros muy diferente respuesta dependiendo si provienen del aroma de odoríferos quesos o de unos pies poco lavados. Algo parecido sucede con el 3-metilindol (también llamado escatol), compuesto presente en numerosos perfumes, así como en los aceites esenciales de jazmín y flor de azahar, y que paradójicamente es uno de los principales responsables del fuerte olor de las heces de los mamíferos. Un último ejemplo: los compuestos azufrados que otorgan a las crucíferas su característico olor cuando son hervidas para elaborar apetitosos caldos y que ofenden nuestras narices mientras los cocinamos o cuando alguna ventosidad se escapa en nuestras inmediaciones.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Carles:
Muy divertida tu observación, que me lleva a pensar en el valor del contraste.Y en las dualidades. Teniéndolas en cuenta, nos alejamos del peligro de convertir nuestra percepción y creación en algo soso y sin relieve. ¿Has probado el melón con sal? ¿O las fresas con vinagre y nada de azúcar? Las damas renacentistas solían llevar un mico en brazos para parecer más hermosas...
Tante belle cose. Un abrazo . Rosa.

carles p dijo...

Hola Rosa,

El melón con sal guarda las características del famoso melone e prosciutto pero sin el sabor del jamón. Las fresas con vinagre y sin azúcar son geniales, si de deja el tiempo suficiente para que tengan lugar las reacciones de hidrólisis correspondientes y aparezca el nuevo gusto. La belleza distante de las mujeres renacentistas se hace más saturnina, en efecto, con la presencia del mono.
Otro abrazo
carles

Anónimo dijo...

Hola otra vez!
Estoy pensando en comprarme un mico.... Rosa.

Lluís P. dijo...

Fratello,

¿y el olfato por los negocios? O por saber escoger a los amigos. O por detectar oportunidades. ¿Por qué será que estas habilidades utilizan el sentido del olfato para expresarse? Quizás porque se trata de algo "fuertemente subyugado a nuestra mente". En cualquier caso, puedes inaugurar nuevas entradas a tu sabio blog con estas alternativas olfativas, ¿te apetece?
Saludos,

fp

carles p dijo...

Fratello,

Algo de lo que apuntas ya apareció en los tempranos días del blog: http://tcmetacorner.blogspot.com.es/2006/01/los-cinco-sentidos.html#links
Siempre me repito...

saludos

fp