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miércoles, 29 de junio de 2011

Indignados


   A lo largo de la historia, la decadencia de determinada civilización que había agotado su ciclo se solapaba con la pujanza de una nueva civilización alternativa, que a la postre la sucedía. Hoy en día, cuando el mapa de las civilizaciones independientes se ha agotado y todos los habitantes del globo terráqueo formamos parte de una misma comunidad (con determinadas variantes dependiendo de la carga histórica de los diferentes pasados particulares), la única salida no abrupta a la crisis debe de proceder del interior de la propia sociedad. Y debe de proceder por integración de las diferentes variantes de que hablaba anteriormente. Y para poder cambiar, lo primero es reconocer que algo no funciona, pero no por su supuesta esencia ó ideología particular, sino por su agotamiento histórico. Ya sé que una buena parte de los componentes de los grupos de indignados que agitan ahora mismo varias ciudades mediterráneas pertenecen a la generación de los consentidos y que su gesto puede encuadrarse dentro de la estrategia de la rabieta que han practicado desde pequeños con sus padres. Su presencia se me aparece, sin embargo, como una toma de conciencia, como una bocanada de aire fresco, como han dicho algunas personalidades. Parte del stablishment actual, que en su día se identificó con el Mayo del 68, se ha olvidado ya de que entonces, como ahora, los jóvenes tomaban conciencia y, de alguna manera, denunciaban el final de una situación sin salida aparente. Para tales miembros del stablishment hay una gran diferencia entre entonces y ahora. Sí que la hay: que ahora ellos forman parte del grupo que entonces combatían. Ya lo dijo Picasso: las revoluciones nacen de pie y mueren sentadas.

viernes, 24 de junio de 2011

Equívocos

           
Hace pocos meses falleció a edad más que respetable uno de los decanos de los compositores estadounidenses, Milton Babbitt. Babbitt fue pionero del serialismo y la música electrónica en el Nuevo Mundo, pero la mayor difusión de su nombre la alcanzó en 1958 por un escrito para la entonces popular revista High Fidelity. El título original del escrito era “The composer as specialist”, pero fue cambiado sin su conocimiento al más vulgar y ofensivo “Who cares if you listen?”. En él recordaba que la época en que el hombre común podía entender las más avanzadas teorías científicas ó modelos filosóficos hacía ya mucho tiempo que había pasado a la historia. Sin embargo, nadie hablaba de decadencia ni de conspiración relacionados con este hecho, al contrario de lo que pasaba con la música más avanzada. Más de treinta años después Babbitt todavía decía que era más recordado por ser el autor de “¿A quién le importa si escuchas?” que por haber compuesto “música la cual te puede o no importar escuchar”. La confusión sigue presente en nuestros días, pero se ha ampliado a otros campos artísticos. Además del eterno problema de la catalogación de la música (todavía no existe un buen adjetivo para la música “clásica”, “seria” ó “artística”) ahora también se confunde la literatura con los best-sellers de usar y tirar y la pintura con las cosas que cuelgan en las paredes de hoteles y salas de convenciones.

domingo, 19 de junio de 2011

Sentimiento de culpabilidad


La influencia de los movimientos New Age ha llegado a hacer creer firmemente a la sociedad que el sentimiento de culpabilidad que tradicionalmente han mostrado sus individuos era algo impuesto y que había que desprenderse de él a toda costa para lograr una liberación. Y resulta que ahora empezamos a intuir que en realidad no es exactamente así. La visión materialista que dominó durante mucho tiempo (la mitad del XIX y una parte del XX) la intelectualidad europea (y que ahora todavía domina el pensamiento popular) quería hacer de este sentimiento una construcción por parte de las fuerzas dominantes del sistema ideado con objeto de ejercer el poder sobre el depauperado individuo. Este tipo de pensamiento –como tantos otros capítulos de la condición humana- presenta una componente inmadura que asigna unas categorías –en este caso la de los poderosos y los débiles- y que instrumentaliza el pensamiento profundo como pura manipulación de los primeros sobre los segundos. Lo cierto es que sea cual sea el paradigma dominante habrá un grupo que intentará dominar al resto. La minimización de este fenómeno solamente se puede lograr mediante la educación y concientización del máximo volumen de individuos. Todo ello dista mucho de decir que el sentimiento de culpabilidad no se haya instrumentalizado por parte de ciertos grupos con objeto de ejercer un control, un poder (las jerarquías de la Iglesia Católica, sin ir más lejos). Y esta instrumentalización incluso ha dado lugar a lo que los grupos New Age critican, es decir, la anulación del individuo (la alienación, en suma, obtenida a través de los más variados paradigmas sociales y de pensamiento). Una gran dosis de culpabilidad como la que describo es sobremanera perniciosa, pero una falta total de ella –lo que ahora se nos presenta cotidianamente- es igualmente perniciosa, porque ha destapado lo que hay detrás: un egotismo que no parece tener límites. Hay que liberarse, por tanto, de la culpa que no deja avanzar, pero hay que evitar ignorar esta parte de la conciencia que nos equilibra. En una escena de Zelig, el mutante personaje encarnado por Woody Allen es psicoanalizado por la terapeuta interpretada por Mia Farrow. Zelig, trocado por la presencia de la psicoanalista en un congénere, pretende querer abandonar la estancia para ir a la ciudad, en donde el Dr Freud imparte un curso sobre masturbación. –“¿Sentimiento de culpabilidad?” pregunta la Dra Eudora Fletcher. –“No, no; yo voy al curso avanzado”, asegura el paciente.

domingo, 12 de junio de 2011

Per la Reyes




No serà falaguer, l'estiu, i la tardor
-saps prou com l'estimàvem-
serà potser en excès melangiosa.
Quan s'escurcin els dies te'm faràs més present
perquè el silenci fa més densos
els records, i més íntim el temps
que ens és donat per viure'ls.
A ulls clucs et veuré: tot serà tu
per la cambra, pels llibres, en la fosca.
Després passaran anys i esdevindràs translúcida
i a través teu estimaré el futur
potser sense pensar-te ni sentir-te.
Arribaràs a ser una part tan íntima
de mi mateix, que al capdavall la mort
se t'endurà de nou quan se m'endugui.



Miquel Martí i Pol

jueves, 2 de junio de 2011

Aquí y ahora

                        Como sucede con cualquier otra simplificación, resulta un poco complejo resumir las diferencias entre la música del S XIX y la del S XX e identificar cuáles son los elementos que distinguen la “dionisiaca” música del XIX de la “apolínea” música del XX (por utilizar la dicotomía utilizada por Nietzsche). De hecho, más que comparar de forma analítica entre entre grupos cerrados lo significativo sería considerar la evolución global de la cual ambos grupos son instantáneas (trabajo ímprobo que dejo para otro día). La diferencia mayor en cuanto al ethos de ambos grupos viene dado por su relación con el ser y el existir. La música del XIX representa una búsqueda constante de una meta no muy bien definida. En ocasiones esta meta se asocia con un retorno al supuestamente prístino origen (Romanticismo) o también con un supuesto reposo que sólo es dado junto con la extinción (Romanticismo de nuevo; los ideales de este movimiento en música se extienden en la historia mucho más que los correspondientes en literatura). Y esta digamos función psicológica viene asociada a la digamos estructura armónica de la música. Durante el XIX el desarrollo de la armonía y el llamémosle empobrecimiento de la función rítmica fueron los procesos más destacables. Si atendemos a la evolución de la estructura rítmica de la música podemos afirmar que la explosión acaecida en este terreno durante el Renacimiento (ya preludiada en el Ars Nova) y su posterior imbricación en la rítmica motórica barroca (fiel estructura gemela del inmenso mecanismo de relojería newtoniano) que a su vez fue suavizada durante el clasicismo, verdadero punto de equilibrio entre melodía, armonía y ritmo, condujo a un colapso hacia finales del XIX por hiperdesarrollo de la armonía a expensas de otros elementos. De esta manera la inestabilidad asociada a la búsqueda constante antes descrita se expresa a través de modulaciones no resueltas y ampliación del cromatismo, con la consiguiente debilitación del sistema tonal. La música del XX, por contra, representa una afirmación, un hallazgo constante del aquí y ahora que se logra básicamente o bien a través de una estasis armónica o bien a través de un ritmo irregular. Gran parte de la música de la primera mitad del XX (Stravinsky, Hindemith, Messiaen) utiliza recursos de este tipo (simultaneidad de progresiones, escalas con alto grado de simetría, escalas modales). Pero es que una buena parte de la música de la segunda mitad del XX también afirma el aquí y ahora bien por abundar en lo que se ha venido en llamar tiempo vertical ó instantáneo (Stockhausen) ó por incluir, de manera aperspectivista, una suma de procesos con apariencia borrosa (Ligeti, espectralistas). La música del XXI, como sucede en todo proceso dialéctico, nos obsequiará con la síntesis de los elementos otrora dicotómicos. Un temprano ejemplo lo puede constituir el minimalismo y la process music, donde el proceso es considerado dentro de un esquema estático repetitivo.