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miércoles, 5 de abril de 2006

Centro


Para los occidentales, los conceptos de espacio y tiempo tienen un significado muy diferente del que tienen en Oriente. Existen un aquí y un ahora que constituyen un punto en un mapa cartesiano y que normalmente hacemos servir de origen de coordenadas de tal mapa espacio/tiempo. No tan sólo hacemos girar todo nuestro entorno alrededor nuestro (el famoso giro copernicano de Kant) sino que, además, de acuerdo con la teoría general de la relatividad, un observador cualquiera se aparece a si mismo situado en el centro del Universo, sea cual sea su posición –lo cual amplía considerablemente nuestra noción de espacio; hay una diferencia cualitativa entre la sala de estar de casa y un cluster de galaxias-. Los astrónomos calculan la distancia que nos separa de una galaxia por el efecto de corrimiento al rojo: cuanto más distante está una galaxia, a más velocidad se aleja de nosotros. Si echamos un vistazo hacia atrás en la historia, observamos que la velocidad a que se suceden los cambios significativos va en aumento conforme nos acercamos al presente. Es decir, existe también aquí un efecto de “corrimiento al rojo”. Esto ha sido válido para cualquier época, aunque la perspectiva se va acumulando con la evolución. Es por ello que el tiempo histórico se tiende a observar ahora como un objeto fractal. Un efecto similar, aunque mucho más subjetivo, es el que experimentamos conforme avanzamos por la vida: el tiempo parece encogerse cada vez más. Aquí interviene el concepto de tiempo psicológico, que está mucho más estrechamente ligado al tiempo físico de lo que se comúnmente se cree. Para el oriental el tiempo no deja de ser una circunstancia fortuita, que no modifica demasiado el estado de la conciencia, ya que el punto aquí y ahora contiene, en esencia, todos los demás puntos de nuestro espacio/tiempo.

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