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miércoles, 5 de abril de 2006
Reduccionismo
Hoy en día mucha gente se dedica a la investigación científica, ya sea buena, regular o, decididamente, mala. La época en que la comunidad científica estaba constituida por unos pocos seres con tan elevado grado de vocación y tan poco reconocimiento dinerario que sólo se podían permitir investigar los ricos y los chalados, definitivamente, ha muerto. La superpoblación actual en este campo conlleva toda una serie de fenómenos sociológicos que nos diferencian radicalmente de otras épocas: en primer lugar, los científicos del período entre el S. XVI y la primera mitad del S. XX eran gente con un importante bagaje en cultura clásica, conscientes en buena parte de los casos de la novedad y de los límites de un modelo. Hoy en día la fauna del mundo científico está poblada de integristas que creen que son los únicos con potestad de decidir dónde está la verdad y dónde no. Estos seres ignoran sistemáticamente el trasfondo epistemológico sobre el que fundan su trabajo. Sólo existe la verdad y la mentira, y el que no está con la verdad está con la mentira. Terrible. Lo primerísimo que hay que hacer para poder iniciar un cambio de paradigma es reconocer que estamos sometidos a otro. Si no, lo único que haremos será emular a la paloma de Kant, que creía que si no hubiera aire –y, por consiguiente, rozamiento con él-, podría volar más rápido, ignorando que es precisamente el rozamiento con el aire lo que le permitía volar. Hace unos meses leí una entrevista con un profesor quelconque que aseguraba que, de no haber sido por la influencia de Platón y Aristóteles, la ciencia –perdón, la Ciencia-, hubiera avanzado mucho más rápidamente. Este buen señor –científico reconocido, blablabla- ignoraba que el nacimiento de la ciencia moderna se había debido, en gran parte, a la reintroducción en Occidente –por parte de los sabios árabes, que tenían su sede muy cerca de donde él tiene su actual cátedra- de la filosofía de Aristóteles. Tot és química, rezaba un poco afortunado slogan para promover cierta exposición. Claro. Y Tot és fisica, y Tot és ètica, y Tot és dret penal, y Tot és qualsevol cosa. La poco disimulada tendencia al más rancio reduccionismo todavía sale a coletear en el ágora por parte de nuestras autoridades científicas. ¡Sublevémonos contra esa autoridad! Puedo admitir cualquier opinión menos la que niega cualquier opinión diferente de ella. Quizá ello tenga algún tipo de turbio origen inconsciente... pero esto sería el tema de otra entrada.
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