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lunes, 12 de junio de 2006

La abuelita de Einstein


El otro día observé que una conferencia sobre un tema biológico para no-biólogos se anunciaba bajo el epígrafe “sólo entiendes una cosa cuando se la puedes explicar sin problemas a tu abuelita”. La conferencia se enmarcaba en un ciclo llamado “La abuelita de Einstein”. La imagen de explicar algo que se puede complicar a voluntad de una manera sencilla está muy bien expresada con el símil de la abuelita. Denota la operación de reducción a lo esencial de un concepto ó de un hallazgo. Éste sería un proceso gobernado por la razón aliada con el arte de la claridad, aunque siempre conlleve la desvirtuación en un grado variable del original. Parece que, a fuerza de simplificar un concepto, llega a perderse una buena parte de su esencia. Este caso se da en grado sumo cuando los mass media, tratando de simplificar al máximo, llegan a generar clichés, que se convierten así en los números de guardarropía de cuatro conceptos sin los cuales no te puedes presentar en sociedad. De todas maneras también puede darse el caso de que un ser especialmente dotado realice una simplificación no desvirtuadora del concepto en lo esencial. Aun así, lo que Einstein tenía que explicar a su abuelita no era ni el experimento de Michelson-Morley, ni la geometría de Minkowsky ni tampoco las transformadas de Lorentz. Lo que tenía que explicarle era ni más ni menos que una nueva cosmovisión. Tenía que explicarle que los conceptos de espacio y de tiempo tal y como se concebían en la física newtoniana habían dejado de tener validez absoluta y que materia y energía resultaban ser dos manifestaciones diferentes de la misma substancia. Para ayudar a digerir este cambio de weltanchauung no es posible efectuar simplificaciones sino más bien aportar imágenes que ayuden a la mente a abrirse paso más allá de las limitaciones a las que suele estar sometida. Podemos conocer la planta baja de un edificio y la vista que nos ofrece del paisaje exterior con toda la precisión de detalles que queramos (con ayuda de telescopios y microscopios, por ejemplo). Para observar el exterior desde otro punto de vista que abarque más proporción de paisaje se hace necesario, sin embargo, subir al primer piso. Para subir al primer piso primero hay que caer en la cuenta de que estamos en la planta baja y de que realmente existe dicho primer piso.

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