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domingo, 10 de septiembre de 2006
Callejones sin salida
Cuando en una ocasión Igor Stravinsky declaró a la prensa germanófona que el método dodecafónico de su colega Arnold Schönberg era eine sackgasse –un callejón sin salida- el austríaco, que mostraba por el ruso el mismo afecto que existía en sentido contrario, respondió a la prensa con el juego de palabras es gibt kein sackere gasse als Sacre –no hay callejón con menos salida que Le Sacre (du printemps)-. Durante el curso de nuestras vidas nos podemos encontrar en ocasiones con esta sensación de llegar a un callejón sin salida. Tenemos entonces varias opciones. La primera es el abandono, la desesperación que lleva a la renuncia y al final de un camino. La segunda consiste en el freno y marcha atrás. Esta opción es normalmente consecuencia del reconocimiento de que efectivamente hemos ingresado en un callejón sin salida y que lo más indicado por el sentido común es la búsqueda de alternativas fuera de la constelación que nos frena el paso. Existe una tercera opción, sin duda la más interesante, que consiste en el convencimiento sobre la existencia de un resquicio que abra el cul-de-sac, que reenfoque totalmente la concepción vigente hasta ese momento. Arnold Schönberg, después de muchas renuncias –incluida la renuncia a su propia herencia postromántica, de la que en cierta medida no acabó nunca de desprenderse del todo-, terminó dando forma a una nueva técnica compositiva que posibilitaría una nueva experiencia musical. El propio Igor Stravinsky, tras la muerte de su colega, también utilizó esa técnica que tanto había criticado años atrás. Para el omnívoro ruso, la técnica serial no solamente no representó finalmente un callejón sin salida sino que se convirtió en la escapatoria a su propio sackgasse en que se había convertido el neoclasicismo a principios de la década de los cincuenta.
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