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miércoles, 20 de septiembre de 2006

Seguridad


La asunción de que la seguridad, tanto física como psíquica, que el hombre occidental se ha venido construyendo a lo largo de los últimos decenios se está acabando por momentos constituye uno de los dramas psíquicos más dolorosos que Occidente tiene que atravesar. Este drama no sólo tiene un ámbito de desarrollo eminentemente psíquico, sino que también psíquico es su origen. Porque el hecho que preocupa en profundidad no se relaciona tanto con los agentes “externos” que dan pie a tal sensación como con el propio sentimiento de inseguridad ó su percepción. En un primer y superficial análisis puede parecer que dicho sentimiento se relacione con las contingencias del mundo actual: todo un grupo numeroso de personas que, llevadas por primitivos instintos míticos y mágicos son capaces de cualquier locura. Entonces nuestra seguridad, y no solamente la derivada del “estado del bienestar”, sino nuestra íntima seguridad ligada a la preponderante estructura mental-racional, se tambalea. Esta percepción quizá puede ser más evidente por el contraste con las estructuras más primitivas a las que he aludido, pero también tiene un origen más interno, y consiste en el propio agotamiento de la estructura racional. Agotamiento no quiere decir “substitución por” sino integración y evolución hacia estructuras más diferenciadas, de la misma manera que nuestras estructuras de conciencia mágicas y míticas siguen ahí, aunque se nos han hecho transparentes. Quien las ignore corre el riesgo de verse poseído por ellas. La única manera de liberarse del drama de la inseguridad, por paradójico que parezca, consiste en el propio convencimiento de que tal seguridad nunca ha existido; no ha sido más que un constructo fruto de una configuración mental-histórica.

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