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martes, 19 de septiembre de 2006

Fama


Esta palabra representa hoy en día, más que en cualquier época reciente, el trasunto de la cumbre del éxito social. El famoso se siente inmortal. El que no es famoso pero aspira a ello supone que el famoso es feliz porque ya lo ha logrado todo en la vida. Al que realmente es aspirante a famoso le da igual el tipo de fama que le haga acceder a su olimpo particular. No le importa aprender, evolucionar, experimentar. Solamente le importa triunfar, a toda costa y sin preguntarse demasiado cuál es su verdadera meta. Evidentemente que hay gente famosa por haber trabajado en su campo con tenacidad y en profundidad. Pero tal espécimen no trabajaba por llegar a la fama sino por satisfacer una necesidad suya muy interna que sólo puede ser descrita en términos como pasión ó autorrealización. A estos individuos la fama les ha llegado por añadidura. Este grupo de los famosos “por añadidura” engloba, además, a gente cuyo ámbito de trabajo normalmente se halla dentro de los cauces de la cultura popular. Los que trabajan en campos más crípticos ó más alejados de los medios de comunicación pueden llegar también a famosos, pero con más dificultad. El ámbito temporal de la fama también es un elemento a considerar. Cuando un personaje sigue siendo famoso doscientos años después de su muerte es que realmente hizo algo extraordinario. Los “famosos” que, según dicen, aparecen en los foros públicos en donde se tritura el detritus minuciosamente gozan en ocasiones únicamente de semanas de fama. Por lo visto ya les llega para tirar del hilo de sus cutres existencias.

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