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lunes, 18 de septiembre de 2006

Cualquier tiempo pasado fue mejor...


Existe en castellano una frase hecha que usualmente se recita sobre un trasfondo irónico: “cualquier tiempo pasado fue mejor”. La propia mente, no obstante, analiza la frase hecha y llega a la conclusión de que su enunciado no se sostiene en absoluto desde un punto de vista racional. Esta evocación del pasado en general, vivido ó no vivido, como un estado de beatitud al cual se ansía retornar, es típica de la estructura mítica de conciencia. Debido a que la conciencia mítica se sitúa en cierta manera fuera del tiempo, lo que psíquicamente ansiamos en realidad no es otra cosa que el escapar al “flujo del tiempo” (aunque tal concepto también es prisionero de otra estructura de conciencia, la racional). La estructura mítica de la conciencia no es más falsa ó verdadera que la racional; simplemente es menos evolucionada ó diferenciada. El Paraíso Perdido al que se puede retornar también está en la base de muchas religiones aparecidas en plena época de conciencia mítica. Lo más notable es que cuando evocamos hechos que nos han acaecido en épocas pretéritas de nuestra vida, también entonces tendemos a dejar que nuestra estructura mítica de conciencia canalice la operación. Por unos momentos anulamos la estructura racional y quedamos presa del encanto de Circe, lo que puede suponer cierta involución. Nuestra mente nos acostumbra a liberar rápidamente de tal encanto y ahí nos quedamos. Es decir, la estructura de conciencia más evolucionada que poseemos logra que las estructuras subyacentes lleguen a integrarse y “transparentar”. Pero el hecho en sí de la atracción hacia el pasado mítico puede no ser otra cosa que un sucedáneo, como apuntaba antes, de un deseo de superación de la conciencia del tiempo (del tiempo racional). Esta superación sólo se puede lograr por integración: llegar a observar el tiempo desde una posición situada más allá de él. Ello supone el llegar a hacer transparente la propia estructura racional. El nunc stans de los filósofos, por contraste con el nunc fluens. La eternidad vista no como el tiempo infinito sino como la cesación del tiempo. Algo así como lo que nos propone Olivier Messiaen en el Quatuor pour la Fin du Temps.

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