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domingo, 21 de octubre de 2007

Factores genéticos


El planteo de dualidades –al que tanta afición tiene nuestro entorno inmediato- conduce en muchas ocasiones a errores categoriales que llevan asociadas malas interpretaciones. Lo cierto es que lo he venido comentando ad nauseam. Acabo de leer una pequeña reseña sobre un libro publicado hace unos años que trata del llamado síndrome del emperador, verdadero problema social que en el fondo no es otra cosa que una manifestación más de la enfermedad que aqueja a nuestra sociedad. En el pasado año más de 5000 padres en España han denunciado a sus hijos tras un largo historial de amenazas y violencia física. Los profesionales coinciden en afirmar que los niños aquejados de tal síndrome muestran una falta importante de desarrollo moral y sentido de la culpabilidad, que les hace insensibles a las consecuencias de sus despóticos comportamientos, encaminados a la obtención puntual de todos sus deseos. Este colectivo de adolescentes se puede hallar también en familias con un desarrollado y responsable sentido afectivo y ausencia de permisividad en sus planteamientos educativos. Por lo que, además de reconocer la influencia de factores ambientales, este libro también apunta como causa del síndrome a factores de tipo predisposición genética. La distinción entre orígenes genéticos y ambientales, ó hereditarios y adquiridos es una más de las mil maneras de enunciar la dualidad cartesiana mente-materia. Esta distinción conlleva tácitamente toda una serie de corolarios que se asumen sin más. Por ejemplo, “si el origen es hereditario está grabado en piedra y es más difícil de tratar que si es adquirido” -algo así como la distinción hardware/software en el mundo informático-. ¿No sería más sencillo considerar que ambos tipos de factores constituyen formas alternativas y mutuamente correspondientes de considerar la cuestión? Dejaríamos entonces un poco de lado la obsesión por la causalidad, residuo mecanicista del que la física se deshizo ya hace un montón de años. También el modelo del cerebro como un ordenador, modelo reduccionista y puesto en tela de juicio por la mayor parte de estudiosos del tema. ¡No, Dr. Watson, no todo se puede explicar con ayuda de la doble hélice!

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