Recuerdo haber visto en TV hace muchos –muchísimos- años una obra teatral (¿o un film?) cuyo tema giraba alrededor de un dramaturgo contemporáneo e incomprendido que quería demostrar a la humanidad que era un genio y con tal fin escribía una obra que hacía pasar en los círculos correspondientes por una pieza de Shakespeare. Cuando confesaba que la obra –ahora ya famosa- la había escrito él mismo nadie le creía. Ignoro –dada la tierna edad que tenía cuando vi la pieza- el valor de tal obra teatral (aunque lo sospecho fuertemente). Lo que sí me resulta claro es que muy difícilmente (por no decir que es imposible) alguien pueda concebir una obra de arte viva utilizando un lenguaje del pasado. El hecho no deja de ser curioso: las sinfonías de Beethoven están vivas, pero si un plagiador habilidoso se dedicara a escribir la décima sinfonía de Beethoven el resultado no podría estar demasiado vivo por muy perfecto que fuera (la primera sinfonía de Brahms es mucho más que la 10ª de Beethoven, pese a habérsela denominado así en muchas ocasiones desde su estreno). Con lo cual no estoy clasificando los lenguajes en progresistas y reaccionarios sino en los del presente y los del pasado. Las obras de arte más recientes amplían nuestra perspectiva –en algunas ocasiones también nos impulsan hacia algo tan categórico como un aumento de orden ó dimensión de conciencia- y, aunque a veces los artistas se ven impelidos a la desacreditación de la obra de sus inmediatos antecesores, en general las obras de un período acaban sedimentando junto con las de épocas anteriores para formar un complejo y vigente tapiz histórico. En otro campo de evolución-despliegue-fijación cultural como el de las ciencias de la naturaleza el proceso –aunque en muchos aspectos muy diferente al que nos ocupa- posee algunos interesantes paralelismos. Las teorías que han configurado un metaparadigma significativo se siguen considerando e incluso estudiando en las escuelas (así sucede con la mecánica newtoniana). El trasunto musical de la mecánica de Newton podría ser la obra de J. S. Bach, que se sigue apreciando como una gran realización del espíritu humano. Pretender que la mecánica relativista está más cerca que la newtoniana de la verdad absoluta sería como creer que la pieza de nuestro incomprendido autor dramático está tan cerca de la belleza absoluta como las de su ilustre modelo de Stratford-on-Avon. Como arriba es abajo y como dentro es afuera. Amen.
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