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miércoles, 31 de octubre de 2007

Hechos reales


Ayer vi en el metro una valla publicitaria que daba cuenta del estreno de un film de terror gore (debía serlo por las imágenes inquietantes que exhibía). Sin embargo, lo que más me llamó la atención no fueron las imágenes sino una advertencia escrita a un lado en letra considerablemente más pequeña que el resto del pasquín y que rezaba: “basada en hechos reales”. Inmediatamente me pregunté que qué demonios tendría esta frase que suele polarizar tanto el interés de los consumidores de tal tipo de producto. ¿Simplemente que la historia puede resultar más terrorífica si se la considera bajo esta perspectiva? ¿Y en tal caso, por qué? ¿Se tendería entonces a un género híbrido en el que el reality show tuviera su correspondiente cuota? En otras épocas el cine basado en hechos reales-cotidianos fue reivindicado como revulsivo político, poético y social (pienso en Cesare Zavattini, teórico del neorrealismo, diciéndole a Fellini “¿Ves como las historias reales son más extraordinarias que las ficticias?” tras leer el más que ficticio –y felliniano- guión de Una agenzia matrimoniale). Pero el caso que nos ocupa aquí es de naturaleza muy distinta. Llegué a una conclusión mucho más psíquica. La frase en cuestión parece polarizar substratos más profundos de la psique. Los famosos hechos reales se sitúan en una zona muy cercana a la vez que muy alejada, como los mitos. Alejada espacio-temporalmente, cercana anímicamente. Como los cuentos infantiles. Hace poco leí que la pornografía constituye la versión para adultos de los cuentos infantiles. Creo más adecuado afirmar que es precisamente este tipo de productos con su etiquetaje especial como al que hago referencia el que se acerca más al espíritu de los cuentos infantiles. En el preciso momento en que el/la protagonista se siente sol@ y rodeado de fuerzas malignas rememoramos nuestros días de la infancia cuando nos estremecíamos al enterarnos de que no todas las ruecas del reino habían sido quemadas.

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