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jueves, 11 de octubre de 2007

Psicología y zapatos


En más de una ocasión he oído que alguien, en alguna entrevista, se refería a su gran capacidad para juzgar (ó mejor, clasificar) a un desconocido simplemente mirando los zapatos que llevaba. Esta intuición –que yo también he sentido, especialmente en épocas pretéritas- puede dar pie a numerosas e interesantes reflexiones. La primera se relaciona con nuestra capacidad (¿innata?) de reconocer patrones más allá de la codificación consciente. Cuando nos presentan a un individuo, creemos saberlo todo sobre él tan sólo mirándole la cara, las manos, sus ademanes y su indumentaria (¡empezando por los zapatos!). La segunda reflexión se refiere al origen de nuestra intuición. ¿La experiencia? ¿El inconsciente? Como que a medida que vamos teniendo más experiencia acerca del individuo en cuestión nuestras asunciones y seguridades iniciales se van derrumbando, la experiencia parece jugar un papel secundario –sí es importante, a posteriori, la experiencia de la vida que nos enseña a no confiar excesivamente en nuestras intuiciones iniciales-. La tercera reflexión atañe a la situación epistemológica: ¿A qué se refiere básicamente el corpus de nuestras impresiones iniciales? ¿Se refiere a características propias del individuo que nos acaban de presentar ó más bien a nuestra relación con las características que creemos que presenta tal individuo? La cuarta reflexión puede centrarse en la pregunta de por qué precisamente los zapatos y no cualquier otra pieza de la indumentaria es la que más nos segrega unos supuestos tipos. La cara y las manos son las partes más expresivas del cuerpo ¿Son los zapatos la base de la indumentaria? -cubren los pies, base y sostén de nuestro cuerpo-. Quinta reflexión: suele ser más fácil analizar a través de los zapatos –como a través de las manos ó la cara- a los hombres que a las mujeres, debido a su mayor transparencia. Última reflexión: Tal y como pontifica el personaje interpretado por Katherine Hepburn en The Philadelphia Story en respuesta a la afirmación –"cuando tuve suficiente edad como para juzgar a los demás…": -"la edad suficiente para juzgar a los demás es… ¡nunca!"

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