El modelo de empresa que sigue imperando en la actualidad en estos andurriales se sigue pareciendo peligrosamente al que se describe en el film de Ermanno Olmi Il Posto (1961). En él acompañamos a Domenico, un joven aspirante a la inserción en el mundo laboral, en sus entrevistas, contratación y desenvolvimiento en lo que es en aquel entorno espaciotemporal considerada como una gran empresa. Y asistimos así a un desfile de personajes y situaciones de lo más estrambótico (pero que se corresponden de forma inquietante con la cruda realidad): una serie de oficinistas que se pelean –en una clara alusión regresiva a la escuela primaria- por estar situados el primero de la fila (con su mesa-pupitre enfrente de la del jefe-maestro de escuela); la antigüedad es un mérito que se valora por encima de otros en la aspiración a avanzar en la fila. Mientras tanto, el jefe-maestro reparte –si sus subordinados se han portado bien- unas preciadas bombillas que por lo visto duran poco y se hacen sobre todo necesarias en las últimas filas, más obscuras. Domenico también asiste a una especie de bedel sarcástico y resabiado que tiene veleidades de psicólogo y demora su asistencia a los jefes que lo solicitan, asegurándole de que lo que quieren son únicamente caprichos ó cafés. El joven es muy introvertido y bastante tímido. Aparentemente no analiza las situaciones ni discute sobre lo que ve. Únicamente, eso sí, observa atentamente y va tomando nota.
El aspecto externo de la empresa actual, evidentemente, ha evolucionado mucho en 45 años. Los métodos utilizados, sin embargo –el cultivo del ego, la valoración del grado de afección por encima del grado de profesionalidad, el programa de visualización de la vida a través de los ojos del pensamiento único (recordemos la más que lúgubre escena de la fiesta para empleados en el film)-, no han cambiado demasiado. Quizás estén relacionados con aspectos más profundos y duraderos, que atañen a la propia naturaleza humana. Al final del film, un expresivo primer plano del rostro de Domenico resulta particularmente turbador. Con su característica introspección, el personaje parece estar asumiendo que su primer cometido en la vida, en aquel momento, es hacer todo lo posible para poder poner definitivamente los pies en polvorosa.
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