En el último año han aparecido en revistas especializadas del campo de la psiquiatría algunos ensayos que muestran que tiende a haber una relación estrecha entre trastorno bipolar y creatividad. Estos resultados apuntan a lo que siempre he sospechado: que los individuos catalogados como aparentemente sanos –sanos según los códigos de sus respectivas sociedades- no son los más adecuados para hacer de avanzadillas en los procesos que requieren de ciertas dosis de creatividad. La sociedad siempre ha reconocido tácitamente este hecho –así, ha creado la imagen-tópico del científico loco, el artista caprichoso ó el filósofo eremita-. En los últimos años, sin embargo, la ortodoxia social ha pensado que podía extraer una utilidad de tipo más práctico del individuo creativo y ha iniciado el esfuerzo de aceptarlo y promocionarlo en el mundo de la empresa, por ejemplo. Como hoy en día muchos individuos creativos están más interesados por la filosofía práctica y el arte de hacer dinero que por cometidos más teóricos ó espirituales, muchas empresas ya han nacido fruto de su trabajo y han incorporado desde su nacimiento altas dosis de creatividad y heterodoxia, provocando una revolución en su campo. Otras empresas, sin embargo, a pesar de proclamar su fe en los individuos ó conceptos alternativos, solamente se quedan en la superficie, en la moda, porque en el fondo les aterra cambiar -¿Por qué van a hacerlo, si ya les va bien?- Lo mismo sucede en la política. Se suele preferir a un ladrón ó chaquetero ortodoxo que a las posibles alternativas reales. E la nave va…
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