Toda mi vida he sentido un extraño placer al contemplar fotografías de épocas pretéritas, estuvieran o no ligadas directamente a mi propia biografía. Lo primero que hay que plantearse ante este caso –por otra parte de lo más común, ya que es compartido por una buena parte de individuos- es la consideración de un posible escapismo ó regresión que fueran alimentados por tal actividad. La regresión implicaría un elevado grado de nostalgia por una época –vivida ó no en realidad-, mientras que el escapismo iría asociado a una atracción morbosa hacia una zona intramental muy subjetiva con preferencia sobre el espacio intersubjetivo. Tanto escapismo como regresión –y ahora sigo a Freud- acabarían necesariamente manifestándose como narcisismo. La contemplación de las fotografías evoca también una visión historicista de la existencia humana, reñida frontalmente con los criterios reduccionistas de la realidad única que gozan hoy de tanta predicación en el ágora (de tanta, de hecho, que se dan por supuestos sin confrontarlos con posibles alternativas). He utilizado conscientemente un verbo muy significativo: evocar. Denota, entre otras muchas cosas, el dejar correr la fantasía, el darse a la ensoñación, entrar en nuevos mundos, ampliar el espectro de la conciencia…También confesaré que siento un similar placer contemplando viviendas antiguas (100 años ó más), tanto por dentro como por fuera. No por simple deseo de chafardería sino por el afán de conocer nuevas realidades, la presencia del pasado. Ahora quizás sí que ya hablo desde la regresión (el interior de los edificios, me diría Freud, evocación del claustro materno). Los edificios de viviendas más modernas no me motivan (a no ser que sean singulares) porque creo saber lo que encontraré dentro: una muestra más de la realidad única.
No hay comentarios:
Publicar un comentario