Vistas de página en total

sábado, 2 de febrero de 2008

Profundidad


Soy consciente de que la palabra profundidad –utilizada con conmovedora asiduidad por los románticos para designar cosas que a las generaciones posteriores les parecían muy superficiales- denota grado de intensidad unidireccional, y en una dirección muy clara: hacia un supuesto centro, concepto antagónico con los postulados de la postmodernidad. Ya no existe centro hacia el que converjan las incursiones. La asunción, sin embargo, de que todas ellas son independientes e inconmensurables ha acabado por conducir a la situación contraria: la del achatamiento de cualquier manifestación. Las grandes realizaciones humanas en los campos del arte, la filosofía y la ciencia se caracterizan por su multidimensionalidad, la riqueza de interpretaciones que generan, la variedad de puntos de interacción que ofrecen, la permanencia de su discurso dentro de la variabilidad temporal, entre otras grandezas. La relación que podemos tener con ellas, por tanto, oscila dentro de unos límites muy anchos en cuanto a grado, intensidad y... profundidad. Una obra musical, por ejemplo, se puede abordar bajo un prisma de menor o mayor experiencia auditiva, con una menor ó mayor experiencia de la vida, con más ó menos ganas de descubrir el secreto de su estructura ó el oculto mecanismo que la cohesiona. En cada caso nos devolverá, cual sutil espejo, nuestra imagen, nuestras expectativas, nuestra circunstancia, nuestro modo de percibir. Y algo parecido a lo que muestran las obras del campo de lo bello sucede con las que provienen de los campos de lo cierto y lo bueno. Poner una etiqueta a las grandes realizaciones humanas y asignarles una cualidad concreta o un “nivel común para la cultura general del hombre de la calle” resulta absolutamente falso y limitativo. Es lo mismo que estamos haciendo con todas las manifestaciones de la vida: calificarlas, achatarlas y deducir incesantemente consecuencias que solo podemos achacar a nuestra propia miopía.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡escribís tan bonito! y todos tus post son interesantes, incitantes.
en efecto, la monotonía es la antagonista del filósofo, es decir del artista, es decir del que mira los seres y las cosas esforzándose por inventarlas cada vez. la monotonía reina, hoy y siempre.
por algo así decía nietzsche que cada filósofo tiene por deber oponerse a su época, a las fuerzas imperantes: porque llevan al quietismo de la aceptación, al empobrecimiento de la vida.

carles p dijo...

Gracias, Mara, por tu contagioso entusiasmo que incita a seguir publicando !!