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lunes, 30 de diciembre de 2019

Confort


                 En ocasiones me pregunto qué es lo que hace que la música contemporánea no atraiga al público general (al público general de la “clásica”, que ya de por sí es hoy día muy restringido). Las respuestas que se me ocurren son múltiples y complejas. Que si falta de costumbre/exposición; que si dificultad de comprensión; que si pereza mental; que si dificultad de diferenciación,….Me gustaría pensar en una causa factual que pueda englobar al resto. Una causa relacionada con la actitud perceptiva, por ejemplo. Una muy buena parte de los oyentes de cualquier tipo de música predisponen su mente a recibir un estímulo que, en buena medida, ya esperan. Cualquier alejamiento que el resultado acústico suponga respecto a tal expectativa significará, por tanto, una correspondiente dificultad para seguir su discurso. ¿Qué sucedería si, al inicio de un concierto de rock, un clavicémbalo –convenientemente amplificado- atacara los característicos intervalos y ritmos de este tipo de música? Muchos oyentes se sentirían perdidos, buscando un lazo entre lo esperado y lo factual. Esto es en parte lo que le sucede a una buena proporción del público de los conciertos sinfónicos. Se han alimentado de música clásica y romántica con tal exclusividad que consideran su régimen como el único posible dentro del ámbito de “la clásica”. Aceptan obras posteriores que incorporen algún elemento que puedan referenciar dentro de las coordenadas de su régimen, aunque contengan más disonancias –o lo que ellos mismos consideran disonancias-, mientras tales obras no se alejen del clima emocional al que están acostumbrados. Y este clima emocional está demasiado basado en “la belleza del Clasicismo más la emoción del Romanticismo”. Respecto al tema de “entender” o “no entender” la nueva música, se trata de una posibilidad contingente que puede ser modificada con la experiencia. Alguien abierto de miras puede perfectamente entender o intuir que una música no le complace porque todavía no está preparado para ella (cuando no le complace, pero “la entiende” tiene muchas menos probabilidades de incorporarla a su lista de favoritas). En muchas ocasiones no acabamos de “entender” a un compositor del pasado hasta que se nos abre un espacio mental que se corresponde con la música del tal compositor y, de repente, como en un salto cuántico, entramos en su mundo y somos capaces de resonar con él. Lo que hace que estemos dispuestos a aceptar más fácilmente la música, pongamos por caso, de Schubert que, pongamos por caso, la de Boulez, no es simplemente el grado de supuestas disonancias. Es más bien la percepción de un paisaje desconocido la que se interpone entre nosotros y la obra y nos dificulta su comprensión. Y he puesto a Schubert como ejemplo porque, en mi caso, me costó mucho más entrar en su mundo que en el de Stravinsky o Messiaen. Nuestra era de cibercomunicación nos aparece como un arma de doble filo: nos proporciona por una parte acceso a una elevada porción de opciones culturales (estilos, épocas, paradigmas, filosofías, aproximaciones) pero por otra nos facilita el encontrar con demasiada comodidad las opciones que más resuenan en nosotros y se sitúan en nuestra zona confortable. De esta manera relaja nuestras ansias de conocimiento y la búsqueda de nuevos horizontes. Otro asunto consiste en discernir cuáles de estos nuevos horizontes nos aportarán alguna cosa y cuáles nos resultarán absolutamente superfluos.

           El pasado día 25 falleció uno de los grandes liederistas del último tercio del S XX, el tenor Peter Schreier. Su voz no era increíblemente bella (aunque su timbre fuera especialmente reconocible), pero sí lo era su fraseo y su expresividad. Schreier fue uno de los cantantes de entre los que marcaron mis inicios musicales a los que más tarde tuve la suerte de poder escuchar en directo, junto con Gundula Janowitz, Anton Dermota, Cesare Siepi, Lucia Popp, Walter Berry, Victoria dels Angels, Federica von Stade, Theo Adam, Jessye Norman, Brigitte Fassbaender, Hermann Prey, Thomas Quasthoff ... (¡qué suerte he tenido!).
            Me entero -también a través de YouTube- que el pianista Dalton Baldwin también ha fallecido hace unos días...

lunes, 23 de diciembre de 2019

Caridades



            Lo que en otras épocas había hecho incluso disfrutar a sus organizadores, que veían en este cometido un momento de solaz que daba un mínimo respiro a sus actividades cotidianas, muchas de ellas llenas de auténtico stress emocional, se había convertido ahora en motivo de incremento de dicho stress. Así reflexionaba la recién estrenada directora de recursos humanos de una corporación que prefería estar al día que pensar en profundidad. Sabía de sobras que la persona que había ocupado su puesto había sido puesta de patitas en la calle por una serie de hechos que habían culminado con la elección de un mantero subsahariano como invitado especial de Navidad el año anterior. Meswahru, el mantero en cuestión, había progresado durante el último año. Su mayor experiencia, tanto con el idioma como –especialmente- con la idiosincrasia locales lo habían hecho ascender desde la clase “inhumana” hasta la clase “humana ínfima”, según la clasificación que nuestra sociedad implacablemente aplica (aunque en secreto, claro está). Este hecho,  por desgracia, también significaba que la inocencia que en otros tiempos mostraba el subsahariano estaba empezando a declinar. Su otrora empleadora, la directora cesada, había descendido desde la clase “que-se-cree-dominante” hasta la clase “que-empieza-a-ver-que-no-pero-todavía-confía-en”. El caso es que se acercaban las fechas clave y había que encontrar un nuevo invitado para la conferencia didáctico-sentimental de Navidad. Como cada año, el condenado puente de inicios de diciembre se había llevado por delante a unos cuantos colaboradores (despidos que el director general había eufemísticamente calificado como “transferencias de experiencia”), y el departamento de recursos humanos también había visto así sobrecargada su actividad y su desgaste. Como ninguno de los trabajadores de dicho departamento había ofrecido sugerencia alguna al respecto, la nueva directora había convocado –sin demasiado convencimiento, aunque ni bajo tortura lo confesaría- una sesión de brainstorming. Los miembros del departamento, cada vez más temerosos de expresar sus pensamientos más íntimos, evitaban así enfrentarse con el sistema prefiriendo el consabido “pelotas fuera, que vamos ganando” antes que poner en duda unos cimientos que ya habían sufrido mal el embiste de mil terremotos.
-Es el primer año que gestiono este proceso en esta compañía, pero sabéis tan bien como yo que la elección del conferenciante puede ser un asunto delicado…
Los acólitos la miraban sin mirar, o bien concentraban su mirada en un incierto punto de la salita de reuniones, especialmente parca en puntos interesantes donde descansar la mirada.
-…o sea que cuento especialmente con vosotros para que me sugiráis temas y personajes. No temáis decir tonterías o apuntar a objetivos poco alcanzables. Ya iremos perfilando este punto conforme avancemos.
-El problema del año pasado, sugirió el veterano Andreu, es que a pesar de lo ejemplar y humano del personaje, no midió (quizás porque no atinó a hacerlo) el impacto que supondría ir pidiendo trabajos simples a los grandes directores de la compañía (mientras decía esto Andreu apartó de su pensamiento la idea de que muchos de esos directores no servían ni para hacer tales simples trabajos) y el malestar que creó fue fuente de malentendidos que crecieron gratuitamente al tiempo que recorrían el organigrama y las jerarquías.
-Antes que nada deberíamos plantearnos cuál ha de ser el objetivo de la charla y qué implicaciones puede tener, añadió el analítico Jordi, sin darse cuenta por otra parte que este era precisamente el tipo de cuestión que se quería, a toda costa, evitar enfrentar.
Rosa, con el sentido práctico que la caracterizaba, sugirió algo más certero:
-No olvidemos que, debido a los últimos despidos, el personal está tenso. No podemos aumentar su tensión gratuitamente. Lo mejor sería hacer un programa doble. Por un lado instruir y por otro divertir. Deberíamos, igual que el buen periodismo hacía –dicen- hace mucho tiempo, informar, formar y entretener. La información podría consistir en eslóganes, “misión-visión-valores” (-Rosa ya no recordaba como se denominaba a esta parafernalia en la presente temporada-), retos de actualidad y estrategias corporativas. Buena parte de la formación podría girar alrededor de la importancia de la digitalización, de la revolución del Big Data y de la vulnerabilidad de los sistemas informáticos. Y en cuanto al entretenimiento, ya lo sabéis: la mayor parte de gente libera su niño interno cuando se relaja (-mientras decía esto, pensaba, muy al contrario: -“las personas se comportan como criaturas cuando se las trata como criaturas, como solemos hacer en la actualidad”, aunque estuvo muy lejos de confesar estos pensamientos….).
-En resumidas cuentas, interrumpió la nueva directora, - ¿qué proponéis para el evento navideño de este año?
-¡Un concurso de pasteles!
-¡Una sesión de baile!
-¡Una conferencia de un indígena del Amazonas!
-¡Un psicodrama corporativo!
-¡Una lectura de poemas de Navidad! (los colaboradores recitándolos subidos a una silla)
-¡Una conferencia de una campeona deportiva paralímpica!
-Ya sé que es un tema muy manido, pero… pensad que la gente se sigue emocionando con facilidad cuando les pones a tiro el lado tierno de la vida… ¿qué os parecería si organizamos una sesión benéfica dedicada a algunos de los más desfavorecidos de nuestra sociedad?...
A la nueva directora le recorrió la espalda un leve escalofrío. El jugar con estas lides fue precisamente lo que precipitó las cosas el año anterior.
-Rosa, recuerda como acabó este tema el año pasado…
-No no, Vanessa, se trataría precisamente de evitar la presencia física de los beneficiarios. Vender una historia tierna de necesidad real que no nos comprometiera posteriormente.
-¿Y qué propones entonces?
-Pues mi primo me explicó que una vecina suya está en contacto con una pequeña ONG que gestiona las necesidades de menores tutelados. Con una pequeña suma podríamos hacer una donación en metálico o en especie que resultara ejemplarizante para el personal.
-¿Y cómo podríamos hacer partícipes a nuestros trabajadores?
-Muy sencillo: podrían dedicar algo de su tiempo, sus talentos o su esfuerzo a tal efecto. Por ejemplo, por cada kilómetro recorrido a pie se podría aportar una cantidad a la causa.
-Pero ¿qué tiene que ver el tocino con la velocidad? Debería ser algo más directo.
-¡Ya lo tengo! ¿Recordáis aquella empresa que alguna vez nos había organizado algún evento? Les podemos pedir ideas y soporte logístico.
-¡Claro! ¡Pensad en los niños felices y los empleados con el corazón abierto al mismo tiempo! ¡Que por un día los niños desamparados puedan ser felices, que por un dia puedan tener esperanzas, que por un dia …
-A la directora, a pesar de que la última frase le había sonado muy conocida –no en vano era una cinéfila empedernida- y no demasiado halagüeña, no le pareció mal, especialmente dada la premura de tiempo.
……
Y llegó el día señalado. La gente de Event Smart Empowerment –que así se denominaba la empresa local que contrataba rrhh para tales lides- montó un tinglado navideño en el que no faltaba ninguna de las cualidades comúnmente atribuidas a las fiestas navideñas: ternura, dulzura, sentimentalismo, azúcar y falsa modestia. Los participantes –en este caso los trabajadores en pleno de la empresa- se vieron impelidos a montar una serie de bicicletas que tenían por destinatarios a un grupo de menores acogidos en la casa que la ONG No nos olvidéis regentaba en una localidad cercana. Los trabajadores, con el alma ablandada, abordaron lo mejor que pudieron tan altruista cometido. Lo mejor que pudieron, sin embargo, en muchos casos dio un resultado no del todo satisfactorio. De todas maneras, los de Event Smart Empowerment ya tenían prevista tal posibilidad: las bicicletas que se entregaban a los menores no eran exactamente las que los caritativos celebrantes montaban sino otras más sólidamente ensambladas por la compañía fabricante. Las que se habían montado durante el acto navideño eran de nuevo desmontadas en los cuarteles de Event Smart Empowerment para ser de nuevo utilizadas en otro acto de características similares. Cuando el montaje se dio finalmente por acabado, un representante del comité de empresa solicitó que se hiciera una inspección de los resultados. Cada una de las bicicletas exhibía un pasquín con el nombre y características de su destinatario, cosa que facilitaba tal inspección. Cuando el comité hubo examinado todos los casos anunció su veredicto. Entre los beneficiarios había diecisiete niños y seis niñas, hecho que atentaba gravemente contra la paridad de género. El comité expresó sus inquietudes al respecto. Además, no se respetaba la cuota de extranjería: de los veintitres menores, solamente cinco tenían nacionalidad extra-europea (aunque de entre los nacionales, un 64,2% eran de raza no caucásica, lo que de algún modo podía compensar tal desajuste…). El comité también tenía en su lista el examen del respeto a la comunidad LGTB aunque en este caso, dado que se trataba de menores, decidió no aplicar los baremos correspondientes. Mientras tanto, un trabajador aburrido se dedicó a curiosear con su smartphone las características de la ONG No nos olvidéis. Curiosamente, Google no encontró nada al respecto. Quizá se trataba de una organización muy discreta o quizás…. El caso es que la cosa corrió como la pólvora entre los trabajadores, que multiplicaron sus búsquedas a través de motores y redes sociales. Cuando, al fin, alguna cosa apareció… ¡fue una bomba! La tal ONG en cuestión era un montaje destinado a timar a empresas poco escrupulosas a la hora de elegir el destino de sus caridades. A la nueva directora de rrhh se le heló la médula espinal mientras una sobre-oxigenación del cerebro estuvo a punto de provocarle un desmayo. Otro año con acto de Navidad polémico y… ¡quien sabía si con despidos en rrhh incluidos! Al punto le vinieron a la cabeza los versos con que acaba el film que tan poco halagüeño le había parecido una semana antes.

viernes, 13 de diciembre de 2019

Concesiones



            Observamos que de forma creciente muchos individuos de nuestra sociedad se entregan a un peligroso intercambio, ofreciéndose a (auto)rebajar su grado de conciencia -podríamos decir, de lucidez- a cambio de un más o menos efímero y casi siempre ficticio ejercicio de poder. Se trata de un pacto más bien anti-fáustico. En aquel caso las mercancías concedidas eran juventud y sexo, pero sin la renuncia explícita al conocimiento. Antes bien, la lectura crítica del mito de Fausto hace hincapié en la renuncia a ciertas seguridades paradisíacas a cambio del acceso a nuevas facetas del conocimiento (como en una nueva versión de la serpiente genésica), y bajo esta perspectiva sí que podemos calificar el intercambio que ofrece poder a cambio de lucidez como de pacto anti-fáustico. Este pacto es hoy día practicado a muy diversos niveles. Los jefecillos en los sistemas organizativos se vendan los ojos y hacen la vista (y toda la conciencia) gorda con objeto de mantener -y aún mejorar- su, en muchos casos, imaginario status. Este pacto obedece a lo que Gregory Bateson perfilaba como adiestramiento (como en el caso del amaestramiento animal). Pero una versión todavía más volátil del pacto también se da entre el electorado y un líder sin escrúpulos. Los ciudadanos británicos, ofreciendo su confianza al engreído, narcisista y más que mentiroso B Johnson, que promete humo mítico a cambio de poder político, son un claro ejemplo. Trágico. Lo último que deberíamos de perder es la lucidez.

sábado, 23 de noviembre de 2019

Relaciones




                   Estoy acabando de leer la obra póstuma de Wittgenstein Investigaciones Filosóficas (y creo haber entendido mínimamente hasta un 15% de su contenido, ¡cosa que supera mis expectativas iniciales!). El interés de la obra reside en sus aspectos seminales respecto a toda una evolución posterior hacia una filosofía que no se basa en la asunción de realidades pre-mentales que son finalmente alcanzadas por la mente sino basada, por el contrario, en la idea de que es precisamente la mente la que crea tales realidades. Concretamente, según Wittgenstein, a través del lenguaje, que no describe así casos externos a él sino que crea los casos a través de sus infinitos juegos. Si el giro copernicano de Kant representaba un descentramiento que cambiaba el punto de vista anterior que hacía girar al sujeto alrededor del mundo hacia la situación contraria en la que el mundo gira alrededor del sujeto, el giro wittgensteiniano hace que el conocimiento del mundo sea generado por el propio sujeto. El alejamiento del positivismo lógico, al que el propio Wittgentein había contribuido muy significativamente al principio de su carrera, no puede ser mayor. Es por ello que uno de los principales mentores de Wittgenstein en Gran Bretaña, Bertrand Russell (quien contribuyó decisivamente a la incorporación del austríaco a la Universidad de Cambridge) dijo no reconocer ningún tipo de substancia en este libro. Russell pertenece a una larga estirpe de naturalistas británicos –de los cuales Stephen Hawking y Richard Dawkins son algunos de sus más recientes representantes- incapaces de concebir ningún trasunto científico fuera del positivismo, equiparando de esta manera “conocimiento positivo” (así, à la Compte) con “Ciencia Verdadera”. De acuerdo con la apreciación de este grupo, las ciencias de la naturaleza generan sus constructos de forma absolutamente objetiva, independientemente de narrativas y metaespacios. La base misma para rebatir esta afirmación es que los espacios de "ignorancia" y de "conocimiento" son metaespacios variables que se van modificando -de forma realmente cualitativa- en el tiempo. Un poco como la historia, que se está reescribiendo constantemente en función del presente, por mucho que describa hechos que se sitúan en el pasado -de forma paralela, las ciencias de la naturaleza tratan sobre hechos que se sitúan fuera de nuestra mente-. Y este reescribir -construir nuevos metaespacios- depende absolutamente de un lenguaje, que elabora sus propias narrativas. Es precisamente el lenguaje (los "juegos del lenguaje" wittgensteinianos) el que, bien lejos de describir objetivamente fundamentos últimos preestablecidos, crea las narrativas que se corresponden con nuestros constructos. Los "fundamentos" resultantes serán, por tanto, siempre, fluidos. Podemos entonces volver a formularnos la eterna pregunta: ¿es nuestro conocimiento científico acumulativo? o bien a la no menos recurrente: ¿se basa la evolución del conocimiento en conocimientos previos? La respuesta a ambas cuestiones es: sí y no. Porque cada nueva formulación de un paradigma científico, al igual que cada nueva obra artística “revolucionaria” supone un nuevo modo-de-estar-en-el-mundo.

viernes, 15 de noviembre de 2019

Crisis



               De un tiempo a esta parte los que ya llevamos determinado tiempo en este mundo podemos observar que la historia parece acelerarse y penetrar en un torbellino que puede conducir a la humanidad hacia un nuevo desastre. Cuando analizamos la naturaleza de esta dinámica rápidamente nos percatamos que se trata de un sistema complejo lleno de bucles y remolinos y resultaría de una simplicidad infantil tratar de buscar las “causas directas” de tal situación. Cualquier causa directa identificada, siendo convenientemente analizada nos generaría un bucle que, aisladamente considerado, no nos serviría para explicar la situación. Los auges de los populismos, los nacionalismos, la xenofobia, el racismo, el sexismo, las ofertas de ultra-derecha… cada cual con sus características y circunstancias locales tienen una fuente común que se puede resumir con la palabra ‘malestar’. Este malestar resulta muy difuso, a pesar de los factores objetivos con que podemos ilustrar este discurso. Es cierto que cada día crecen las desigualdades sociales, es cierto que cada día crece la violencia doméstica, es cierto que cada día crece la intolerancia, pero también es cierto que en Occidente seguimos viviendo en una situación de prosperidad (a costa de otras sociedades, bien seguro) y que poseemos una conciencia ecológica, de igualdad de género, de respeto hacia la alteridad como nunca vistas hasta ahora. ¿Cuál es entonces la causa profunda de tal malestar? ¿Hemos alcanzado un nuevo grado de conciencia que nos impide ser felices delante de tanta miseria moral? ¿Somos víctimas de inacabables deseos de posesión generados por intereses crematísticos que se extienden alrededor nuestro en forma de espiral? ¿Somos víctimas de la inestabilidad y los rápidos cambios que tienen lugar en nuestro alrededor y no somos capaces de asumir? A buen seguro que necesitamos una reflexión transdisciplinaria profunda que nos adecue mentalmente a las realidades de nuestro presente. Seguimos creyendo que “la realidad” es algo externo a nosotros y esta es precisamente la causa de que tal ‘realidad’ esté ahora estancada y a punto de explotar ante nuestras cargadas narices. La vía del conocimiento, de la reflexión, del intento de entender donde estamos, de la renovación, del auto-descubrimiento, es la única que nos puede salvar del desastre individual. El desastre colectivo es otro tema…

viernes, 11 de octubre de 2019

Nowhere - Nowhen



                        Los viajes aéreos añaden varias dimensiones interesantes respecto a otro tipo de viajes: el hecho de soslayar mapas físicos y políticos durante su trayectoria, por una parte, y el hecho de alcanzar suficiente velocidad como para cotejarse con la velocidad de rotación del planeta, por otra. El primer punto hace que el paisaje que acostumbramos a admirar, el de la superficie terrestre, sea substituido por el siempre electrizante paisaje de nubes, juegos de luces y colores, independientemente del hecho de sobrevolar mares, llanuras, ciudades o montañas. Las fronteras no llegan a desaparecer pero sí que quedan difuminadas debido al aplazamiento con que son invocadas. Durante el vuelo no se corresponden con las coordenadas reales. El aspecto temporal, especialmente notable cuando atravesamos varios husos horarios durante el trayecto, altera nuestro sentido habitual de la temporalidad, ligado normalmente a una posición horaria fija. En los paneles de nuestra aeronave podemos observar la hora a que se encuentran nuestro punto de partida y nuestro punto final. La hora a que se encuentra la astronave -si es que este concepto pueda ser de alguna utilidad- habría que calcularla en cada momento. De hecho son nuestros relojes biológicos los que arrastran la hora de nuestro origen y deben por tanto ser corregidos a la mayor brevedad posible en nuestro destino. Esta sensación de no tener coordenadas espacio-temporales fijas -de no estar en ningún lugar concreto a ninguna hora concreta- hace de los vuelos una rica experiencia capaz de ampliar nuestra conciencia perceptiva.

viernes, 4 de octubre de 2019

¿Universalidad?



         Antes se decía a menudo que la música era un lenguaje universal. En absoluto. La música es un trasunto cultural y, por tanto, sujeto a contingencias y circunstancias ligadas a una unidad cultural. Lo que quizás se quería entonces significar es que la música era capaz de saltar fronteras y barreras lingüísticas dentro de una macrounidad cultural. Aunque uno no supiera una palabra de alemán podía escuchar la Sonata a Kreutzer y entender mínimamente su lenguaje (al menos lo suficiente como para centrarse en su discurso). A lo largo de los últimos 130 años los compositores europeos han sufrido influencias procedentes de músicas extraeuropeas, pero en realidad han incorporado elementos externos a su lenguaje cultural, que de esta manera se ha ampliado. Así Debussy con la música gamelan, Messiaen con los ritmos indios o Ligeti con las polirritmias africanas. La música popular, a partir de los 60, también se abrió a Oriente, aunque lo que llamaba entonces la atención de Ravi Schankar era más la novedad del exotismo que un verdadero entendimiento del complejo lenguaje de la música tradicional de la India. Posteriormente ha tenido lugar, dentro del contexto del acercamiento cultural, un proceso de fusión del que va resultando un lenguaje nuevo fruto de la ampliación de los antiguos y que a la vez se aparta de ellos. Un poco como había sucedido hace más de 100 años en el origen del jazz, una de cuyas raíces (el rag-time) se asienta en el choque entre la música de danza africana y la música europea de salón del XIX, dando lugar a algo nuevo y claramente diferente. En las últimas cinco décadas también hemos asistido a la generación de intérpretes orientales de música clásica occidental. Al principio tales intérpretes básicamente imitaban unos estilos sin entender su lenguaje subyacente en profundidad. Con el tiempo los intérpretes orientales, a base de perfeccionar las imitaciones, han llegado a capturar las esencias del lenguaje occidental, desde Seiji Ozawa hasta Wyung-Chung-Mung. Los compositores orientales, desde Toru Takemitsu hasta Unsuk Chin, también han mirado hacia Occidente creando así las sinergias conducentes a un lenguaje verdaderamente universal. La música es universal en la medida en que tendemos a fusionar las culturas y crecer hacia el unus mundus (que no es la suma gris degenerada sino una etapa más de la evolución).

viernes, 13 de septiembre de 2019

¿Acumulación?



               La Postmodernidad ha comprendido que todas las perspectivas son, en última instancia, construidas, y se ha lanzado a de-construirlas, sin apercibirse que el fondo neutro contra el que las enfrenta es, a la postre, un constructo más. Es por ello que la Postmodernidad y la evolución, es decir, la temporalidad, están en realidad bastante reñidas. La Postmodernidad aisla sus objetos del contexto (especialmente del temporal, que tiende a espacializar) en que están subsumidos creando así el fondo neutro –que esconde a su vez una inconsciente perspectiva- a que me refería. La Modernidad creaba una perspectiva –la de Occidente, término bastante sinónimo al de Modernidad- a la que consideraba en última instancia lo que más tarde Lyotard relativizó denominando Grand Narrative. La etapa final de la Modernidad –la primera mitad del S XX- inventa nuevas perspectivas (la Relatividad General, el Cubismo, la Mecánica Cuántica, la Música Dodecafónica) que suponen un cambio cualitativo, un ascenso dimensional. Una de las grandes cuestiones de la humanidad se puede resumir con las preguntas: ¿Es acumulativo nuestro saber? ¿Reemplazan las nuevas ideaciones a las antiguas?; ¿las hacen obsoletas? La respuesta más afín a mi sentir es que nuestro saber no es una categoría aislada (desde la perspectiva de Dios, como decía H Putnam) sino el fruto de un contexto y una relación. Los contenidos del saber modelan este contexto y esta perspectiva, redibujándola. Una de las características más notables de la modelización evolutiva de sistemas consiste en la gestión de sus etapas pretéritas. El sistema de Ptolomeo es mucho más local y limitado que el de Newton y éste lo es a su vez mucho más que el de Einstein. Ninguno de ellos puede tildarse ni de ‘verdadero’ ni de ‘falso’. Verdadero y falso son categorías resultantes fruto de una comparación, de un representacionalismo (¡Otra vez la perspectiva de Dios!). Las etapas pretéritas de nuestro conocimiento de la Naturaleza, de nuestro arte o de nuestra filosofía no pueden ser, por tanto, sujetos de comparación directa con una “realidad previa” sino que solamente pueden ser “comparados” (que tampoco es el verbo correcto) entre sí. Y esta comparación nos muestra una evolución en nuestra manera de pensar marcada por los ascensos dimensionales (desde la magia monodimensional pasando por el mito bidimensional y la razón tridimensional -la Modernidad- hasta el aperspectivismo tetradimensional que se está intentando abrir desde hace muchos decenios). ¿La gran trampa de la Post-Modernidad? Pues creer que el mundo, visto desde la perspectiva tridimensional, es percibido tal cual es en realidad (la perspectiva de Dios de Putnam, el mito de lo dado de Sellars) y toda evolución sólo puede significar un agregado cuantitativo a este contexto absoluto.

sábado, 7 de septiembre de 2019

Música ¿hoy?


              La postmodernidad musical tal como la entendemos actualmente se inicia alrededor de los años 60 del S XX, cuando la fuerza de la última oleada vanguardista, la nacida con la postguerra, empieza a declinar. Tal vanguardia se basaba en la revisión del método dodecafónico que Schönberg había “descubierto” en los años 20 una vez extirpado el componente expresionista tal y como uno de los discípulos del propio Schönberg, Anton Webern, había practicado ya antes de la guerra y durante ésta. De hecho, la fijación del dodecafonismo ya contenía cierto intento de distanciamiento de la estética derivada del S XIX expresada en el primer atonalismo (no en vano el reflejo –siquiera en los títulos de las partes- de la suite barroca en el caso de la suite para piano op 25). Sin embargo, el otro gran discípulo de Schönberg, Alban Berg, se encargó, por su parte, de cuadrar una versión más o menos estricta del dodecafonismo con la culminación del expresionismo musical de entreguerras. Después de la contienda, y una vez desaparecidos dos de los componentes de la ‘santísima trinidad’, la consigna estaba clara: redescubrir a Webern –víctima absurda de la guerra- y hacer florecer la simiente de su significativa, aunque corta obra. Tal credo generó, como comentaba, el último gran movimiento de vanguardia musical de la Modernidad. De repente el neoclasicismo, tal como aún lo practicaba Stravinsky, pasó a ser sospechoso de reaccionario. Los nuevos tiempos exigían una ruptura como la que había acaecido 40 años antes. Si la música medieval y renacentista estaba escita para la iglesia, la renacentista y la barroca para la nobleza y la romántica para la burguesía, la vanguardia de postguerra era para unos pocos oyentes refinados y abiertos de miras (además, claro está, de los snobs). Cuando, tras un limitado  ramillete de obras  maestras, el movimiento comenzó a dar muestras de cansancio, a lo largo de las décadas de los 60 y 70 -y ya sin disimulos durante los 80- los compositores otrora vanguardistas comenzaron a dar muestras de permisividad cada vez mayor hacia esquemas menos áridos y que podían volver a encajar con el gusto del público (el público que digería fácilmente la música de la 1ª mitad del S XX, claro está). Aunque no formó parte de esta vanguardia, Olivier Messiaen –que, por otra parte, había sido referente y maestro de algunos de sus miembros como Boulez- aparentemente también aportó una importante semilla: durante muchos años se consideró su breve pieza pianística de 1949 Mode devaleurs et d’intensités como la primera obra serial ya que en ella se parametrizan, además de las alturas, los ataques, intensidades y duraciones de cada nota (posteriormente se demostró que armónicamente hablando se trata más bien de una obra modal). El propio Messiaen, después de una obra tan experimental y en pleno florecimiento del post-webernismo, se refugió en su querida isla ornitológica. La primera alternativa al serialismo integral vino de Estados Unidos, donde John Cage -discípulo de Schoenberg: ironías del destino- empezó a basarse en el azar para sus composiciones, desde el inicio de la década de los cincuenta. Poco más tarde, en Europa, coompositores como Xenakis y Ligeti crearon la música textural. La Post-modernidad, sin embargo, no empezó a aparecer sino de la mano de los compositores minimalistas americanos en la década de los 60 (La creación minimalista no tuvo demasiada repercusión en Europa hasta bastante más tarde). En la década de los 60, algunos de los integrantes de la vanguardia europea empezaron a escarcear con la ,post-modernidad (la Symphonia de L Berio, 1968). A lo largo de los 70-80, y de manera casi imperceptible, los otrora irreductibles Boulez, Stockhausen, Ligeti o Kagel fueron acercándose a un lenguaje menos críptico y más comprensible. Todo esto sin dejar de crear obras maestras (¡malabarismos al alcance de pocos!). Cuando, en los primeros años del S XXI, todos estos maestros fueron desapareciendo, la postmodernidad había inundado el panorama musical y viejas ideas hacían impúdicamente su reaparición (no con trajes nuevos como en el neoclasicismo, sino con trajes descaradamente viejos, que se presentaban como nuevos). Hoy en día la cantidad de nuevas composiciones ‘artísticas’ es enorme, pero -como siempre fue-, la cantidad de las que vale la pena escuchar es limitada. Últimamente me he hecho el propósito de listar algunos compositores que abrazan la Modernidad (¿o quizá se trate ya de la Trans-Modernidad?) y escapan de la mediocridad reinante. Sus músicas, evidentemente, parten de algún punto, pero evolucionan a partir de él. Así, Tristan Murail parte de su maestro Messiaen (quien parte a su vez de Debussy) pero nos dice cosas nuevas, tanto a nivel técnico como expresivo. Bryn Harrison recuerda un poco a Morton Feldman pero añade un elemento nuevo muy personal. Ramon Humet consigue una voz personal llevando más allá elementos presentes en la música de su maestro Jonathan Harvey. Unsuk Chin aprendió muy bien la lección de su maestro Ligeti (quien bebió a su vez de Bartók). Salvatore Sciarrino ha creado un mundo sonoro propio yendo más lejos que Scelsi. No estoy diciendo que los compositores actuales de la post-modernidad sean malos. Los hay de geniales, como Thomas Adès o Louis Andriessen. (Todo esto no son más que gustos personales...se aceptan sugerencias...)

sábado, 31 de agosto de 2019

Conspiraciones

              
                         Me entero a través de adolescentes (de los que ya sabemos que están cautivados por las teorías conspiratorias) de que se está preparando un desembarco humano –real o virtual- en la famosa Área 51 para el próximo mes de septiembre. ¿El objetivo? Acceder a los supuestos cadáveres de alienígenas que supuestamente están allí depositados desde hace más de 70 años. Lo primero que llama la atención es que en plena crisis de la democracia y en el corazón de lo que solía ser uno de sus bastiones los jóvenes estén más interesados en este tipo de mitologías que en el centro de todo el asunto que las induce. El malestar genera así una necesidad de escapismo con tintes regresivos. El tema de la vida extraterrestre as algo muy serio sobre lo que se puede investigar e incluso reflexionar muy extensamente. Las teorías conspiratorias solamente alimentan nuestros estratos míticos, autopropagándose. El procedimiento de replicación viral en red es particularmente eficaz en el caso de las teorías conspiratorias. Área 51, una base militar secreta aeronaval, acoge desde hace muchas décadas todo tipo de mitologías, desde los encuentros con seres inteligentes extraterrestres hasta el desarrollo de armas basadas en energías desconocidas pasando por el teletransporte, los viajes en el tiempo, y actividades de una supuesta organización clandestina que gobierna el mundo. El evento, anunciado a través de Facebook, ha congregado ya a 1.6 millones de supuestos “goers” que desafiarán las balas de la barrera militar con las técnicas manga de Naruto Uzamaki (sic) . El creador del evento, temiendo ya las implicaciones judiciales que se puedan derivar, asegura que todo el montaje no es más que una parodia virtual. Y la ‘Storm área 51; they can’t stop usha generado ya toda una serie de futuras batidas a lugares recónditos que albergan relatos míticos: los archivos centrales de la secta mormónica, el lago Ness o el Triángulo de las Bermudas. El deseo de hacer caer estas mitologías va parejo a la mitologización –absolutamente inadvertida- de nuestra realidad aparentemente des-mitologizada (¡y no es un trabalenguas!). La autofagocitación, por eso, es evidente: la gente del pueblo cercano a Homey Airport (que éste es el nombre oficial de Área 51) ya se está fregando las manos pensando el auge que van a tener sus negocios durante unos días. 

viernes, 23 de agosto de 2019

Involuciones


                  A través de las ya muchas entradas de este blog se pueden adivinar fácilmente mis preferencias por los paradigmas de tipo evolutivo. Evolución no es un término que denote una ideología particular ya que cada época y cada contexto han hecho un uso muy diferente del mismo. Se puede evolucionar gracias a un motor anterior que dirige el propio curso de la evolución, así como gracias a un atractor posterior que la induce. También se puede evolucionar al azar o de formas caóticas. Tanto los sistemas geológicos como los biológicos como los epistemológicos evolucionan. El tiempo es un elemento íntimamente ligado al de evolución. También se puede, evidentemente, evolucionar a lo largo de la otra "dimensión kantiana de la sensibilidad" , el espacio, aunque en este caso la evolución suele ser perfectamente "reversible". La evolución temporal puede contribuir al aumento de la complejidad. La complejidad o riqueza de un sistema abre su abanico de posibilidades. A medida que los organismos y las sociedades avanzan también lo hacen sus capacidades, que se amplían tanto para lo mejor como para lo peor. Este aumento de la complejidad tiene lugar cuando las circunstancias son favorables. Si las circunstancias no ayudan al proceso de desarrollo, se da el caso de que pueda tener lugar un proceso involutivo. Esto sucede cuando el o los sistemas se simplifican. A nivel biológico lo podemos observar con la desaparición de especies. A nivel gnoseológico ... ¿no lo estamos ya experimentando con la simplificación ideológica, la infantilización reinante y la recesión intelectual que nos rodea?

domingo, 18 de agosto de 2019

Subrayados


                  Uno de los mayores errores que se pueden cometer sobre un escenario (error que se acerca ya al “pecado mortal”) es el de subrayar. Es un pecado que pueden cometer los actores, los músicos, los bailarines, pero también los monologuistas o las stripteuses. Cuando uno subraya abandona su posición y se sitúa en el espacio propio del espectador para solicitar la aprobación sobre-explicando la narración, lo cual destruye el discurso, la elegancia y la poesía de la representación. Como cuando alguien que explica chistes ríe antes de comenzar. El subrayado no es una técnica de ruptura de la cuarta pared sino su torpe derrumbe como consecuencia de haberse apoyado en ella inadvertidamente. Los cantantes líricos son particularmente propensos al subrayado. Cuando se detienen en todas las notas agudas que encuentran a su paso, cuando golpean con desparpajo algunas sílabas -para delicia de algunos públicos- están subrayando. Este fenómeno se agrava cuando estos cantantes visitan repertorios ajenos a su sensibilidad (¿a que la canción no tiene nada que ver en las dos versiones?). Los instrumentistas también subrayan cuando, teniendo en sus manos un pasaje particularmente famoso, como la frase inicial de la Raphsody in Blue, lo estrujan de manera exhibicionista en vez de voltearlo y lanzarlo al espacio (¿a que en el segundo caso el glissando del clarinete produce salivación y en el primero hastío?). Y en la vida diaria … ¿también subrayamos? …

jueves, 15 de agosto de 2019

Viajes


                        Durante el período de descanso –usualmente veraniego- mucha gente se desplaza en busca de nuevos ambientes y nuevos marcos de referencia. En buena parte de los casos se busca encontrar tópicos y lugares comunes que, no dando al abasto con la masificación, han generado hace largo tiempo hiperrealidades cuya base es un cadáver maquillado. ¿Por qué no nos dedicamos más a hurgar dentro de nosotros mismos a un nivel de profundidad al cual las hiperrealidades ya no tengan acceso en vez de seguir exigiendo representaciones muertas que corroboren unos tópicos que ya no existen?

miércoles, 17 de julio de 2019

Ostracismo


         
                        Apenas salgo del restaurante donde almuerzo en alguna ocasión y ya noto una nueva vibración del móvil (la primera, esperada, ha tenido lugar cuado he hecho uso de la tarjeta de crédito). Miro el aparato y leo un banner de Google: did you like Ca la Fulaneta? rate this restaurant! Por un momento mis dedos se acercan a las estrellas ponderativas, pero en seguida se hacen atrás. Ya sé que los grandes números, por lo que hace a la opinión de las masas, pueden ayudar en ocasiones a los individuos. Pero .... ¿qué pinta Google en todo esto? Y al punto recuerdo el caso de Sócrates, condenado a muerte por obra y gracia de un mecanismo similar. Por votación anónima el pueblo de Atenas decidió que las enseñanzas de Sócrates corrompían a la juventud y se libró entonces al notable filósofo a la dura ley de la polis. En nuestras modernas democracias repetimos con excesiva facilidad el mismo mecanismo. He escrito ya muchas veces que no debemos confundir la universalidad de los votos y la igualdad de derechos de toda la ciudadanía con las opiniones particulares de cada individuo. Todos los votos valen lo mismo pero ¡no todas las opiniones! Puntualizo: para valorar un restaurante no hace falta ser especialista; ya lo sé. Pero cada vez que Google nos pregunta algo supuestamente inocente compramos más números para acabar participando de la tómbola de Solón. ¿Por qué no nos preguntan si creemos que Facebook y Twitter alienan a la juventud?? Ca la Fulaneta: he comido muy bien pero no pienso ponerlo por escrito en la red.

miércoles, 26 de junio de 2019

Copenhague

        Ahora que, como decía, estoy volviendo a leer a Rorty, reflexiono sobre la disolución de las cuestiones previas que tanto caracteriza la (pen)última etapa de la Modernidad (la última es este trampantojo que se llama orgullosamente Post-Modernidad). Disolución por contraste evidente con resolución que constituyó el motor de buena parte de la Edad Moderna. La resolución se relaciona con el camino, la trayectoria y la tridimensionalidad. La disolución puede suponer -aunque no necesariamente- ascenso dialéctico. Si no lo supone (como intuyo en el caso del neopragmatismo rortiano) se trata de una inadecuación o, en lenguaje de Kuhn, la apertura de un paradigma inconmensurable con otro anterior. El pensamiento de Rorty sustrae a la filosofia de sus cometidos históricos privándola de aspirar a reflejar algo tan ambiguo como "la realidad que está ahi afuera". Su función consiste más bien en articular adecuaciones y establecer metaespacios de comparación histórica. Se me ocurre un símil con la interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica. El colapso de la función de onda que se da cuando efectuamos una medición es una "realidad" circunstancial que nos aparece a partir de un sistema al que no podemos aspirar a describir de manera analítica sino solamente a tejer un mapa probabilístico. Queda así anulado, por tanto, el concepto de realidad objetiva. La postmodernidad incluiría todos los colapsos históricos pero secaría la "fuente". Sin nuevas posibilidades. Estaría más cercana a una cámara ecoica que a un agujero negro. Y, como sucede con la interpretación de Copenhague, el pensamiento antirepresentacionalista de Rorty se ve contestado por los partidarios del fundacionalismo. Después de googlear las palabras ‘antirepresentationalism’ y ‘Copenhaguen interpretation’ se recupera un ramillete de citas –papers de revistas y capítulos de libros de física y filosofía- que transforman mi brillante ocurrencia en un detestable lugar ‘quasi-común’. Dommage.

martes, 18 de junio de 2019

Historias


            Mientras espero para entrar en el concierto leo con interés a Rorty, cuyas precisas, agudas y -para nuestra época- cada vez más heterodoxas apreciaciones me resultan un bálsamo con que combatir las racionalizaciones rayanas ya en la demencia con que nuestro entorno se intoxica cotidianamente. El concierto, una versión revisada -pero respetuosa con el original- de la stravinskiana Histoire du soldat, me parece de lo más interesante. La traducción también muy buena (menos el título; ¿cuándo se traducirá correctamente -como en las versiones alemana e inglesa que aparecen en la partitura- como "El cuento del soldado"?). A la salida observo al público que llenaba la sala: la media de edad raya los 60 años (tan solo la rebajan los  menores de 10 años que acompañan a sus abuelos). Una vez en la calle observo como el público que, simultáneamente, está saliendo de un espectáculo teatral ‘clásico’ es mucho más joven. Y una vez más me lamento: en los años 30, si en algo coincidían Roosevelt, Hitler y Stalin era en la importancia que concedían a la música como medio para la educación de las masas. La música, siendo compleja y polifacética, tiene una riqueza que va más allá de unas simples intenciones: la misma sinfonía de Mozart podía representar los más vibrantes valores de la democracia como ilustrar el ideal de vida de los totalitarismos (una vez expurgada la música en este último caso, claro está, de “degeneraciones” o “formalismos”). A pesar de la miseria moral y económica de los años 30, todavía existía la pretensión de “educar a las masas” a base de ampliar su capacidad de pensamiento, por muy coloreada que fuera esta pretensión. En nuestro tiempo, dada la inconsistencia de nuestros paradigmas –desde los morales hasta los estéticos, pasando por lo sociales y –por qué no- también los epistemológicos-, no existe ya un ‘fundamento’ sobre el que proyectar una posible educación. Este hecho, necesario en la historia de la evolución, representa un arma de doble filo ya que nos sitúa a la vez al borde de una gran evolución y de una gran involución. De una cosa, sin embargo, estoy (bastante) seguro: el bombardeo continuo de consignas, músicas, lecturas y explicaciones de simplicidad pueril no harán nunca que las sociedades evolucionen hasta comprender, aceptar y adoptar la complejidad a la que, hecho inherente a la evolución, nos vemos ahora abocados.

martes, 4 de junio de 2019

Músicas



                        Toda la vida he estado intentando encontrar una taxonomía que distinga de manera objetiva, rigurosa y adecuada, entre la música ‘clásica’ y la música ‘popular’. Cualquier adjetivo resulta fuera de lugar, pomposo, o simplemente despreciativo: frente a la música ‘culta’ tendríamos a la ‘inculta’ y frente a la ‘música popular’ tendríamos a la ‘música impopular’. Cuando observamos desde el punto de vista de la ‘clásica’ nos dedicamos a analizar los elementos musicales presentes en la ‘popular’ y hallamos muchos de ellos pre-existentes en el primer bloque, como si el segundo grupo fuera un subconjunto del primero. Cuando observamos desde el punto de vista de la ‘popular’ –normalmente con mucha distancia y poco rigor- nos parece que toda la ‘clásica’ se parece (como a algunos occidentales les sigue pasando con los chinos). ¿Qué es entonces lo que diferencia la ‘clásica’ de la ‘popular’, de la ‘folklórica’, de la ‘sofisticada’ o de la-que-sea? Pues lo que más las diferencia es la actitud de quien se acerca a ellas. Parece una cosa irrelevante, pero es el quid de la cuestión. No tanto el objeto como la relación con él. Y cuando nos acercamos al objeto con actitud abierta nos estamos apoyando en nuestro registro interior de objetos y relaciones previos.


viernes, 10 de mayo de 2019

Aniversario









             Siempre he sido una persona rara. De niño no me gustaban los pasteles; prefería los bocadillos. Tampoco me gustaban las películas del Oeste ni las de espías; prefería las cómicas. De adolescente no me gustaba jugar a fútbol; prefería jugar a los exploradores. No me gustaba la Coca-Cola; prefería la cerveza (¡no me he emborrachado en la vida!). De joven no me gustaban las motos; prefería el piano. Tampoco me gustaba la música pop; prefería a Stravinsky. De adulto no me gusta mandar; prefiero desobedecer. 

viernes, 3 de mayo de 2019

Visiones



                    Bien porque a esas horas de la tarde iba ya muy cansado bien porque su vista empezaba –como tarde o temprano le sucede a tal o tal otra porción de la anatomía de todos los organismos- a flaquear, el caso es que el experto e incansable cazador que durante tantos años habíase dicho ejemplo y modelo para los habitantes de toda la región cayó presa de una trampa para osos. Su pie izquierdo quedó atrapado por un lazo que en breves instantes y sin que él pudiese hacer nada por evitarlo se cerró sobre su tobillo e inició un fugaz viaje hacia lo alto de la copa de un árbol bajo el que quedó suspendido e inmóvil, mezcla de sorpresa e impotencia. Superados los primeros momentos de espanto, el cazador intento desligarse de la trampa sin otra ayuda que la de su bastón de caminante, que demostró no ser demasiado útil para tal cometido. Después de unos veinte minutos de forcejeo infructuoso el bravo personaje se empezó a venir abajo –en sentido figurado, que en sentido literal ya lo empezaba a dar por poco menos que imposible-. Observó que el sol empezaba ya a aflojar y que se dirigía, implacable como el tiempo cíclico y mítico, a su escondite diario tras la montaña. Cuando las sombras hicieron su aparición y la hora bruja se instaló en el ambiente, el pobre hombre empezó a sufrir una congestión cerebral. Lo que vulgarmente llaman “subirse la sangre a la cabeza”. Y, de forma natural, los cúmulos primero de estrellas y más tarde de nubes que empezaron a desfilar por su alterada visión dieron lugar por fin a la irrupción de formas más o menos alucinatorias. Las siluetas se movían incesantemente desde su aparición en la zona más próxima al suelo hasta su desaparición enfocando hacia un cielo que ahora aparecían invertidos dada la posición poco natural del cazador. Una de las siluetas, sin embargo, se rersistía a desaparecer junto con el resto de ellas. Y, hecho alarmante, parecía que iba cobrando una forma progresivamente más definida. Los informes velos blancos o nubes a que se asemejaban las formas migratorias comunes habían dado paso a una difuminada silueta que parecía la de un supueso mamífero poco reconocible que poco a poco fue perfilándose hasta tomar la forma de un macho cabrío de enorme y retorcida cornamenta. El cazador, buen conocedor del folklore local, no dudó por un momento del carácter numinoso de su supuesta aparición y se aprestó a establecer contacto con la sombra. Por entonces el dolor de cabeza había desaparecido y la congestión, como mínimo, ya no se notaba. El cazador cazado intentaba retener la sombra en la retina o en las neuronas, pero la tarea no era fácil. Cuando la figura pareció detenerse la pudo atisbar con más facilidad. El macho cabrío estaba adornado con una gran corona de flores de colores suaves que hacía que su presencia resultara menos amenazadora de lo que cabría esperar en tal situación. También observó que la figura se movía a su voluntad –como las moscas que a veces aparecen en la visión- y que parecía difuminarse cuando caía presa del temor. Pero el cazador había decidido averiguar qué mensaje le traía esta inesperada aparición, e hizo acopio de valor para mantenerla lo más clara posible. Al poco le vinieron a la mente una serie de recuerdos-imágenes de escenas del pasado en que se mezclaban episodios de diez años atrás con otros de su juventud, su adolescencia y su niñez. De repente el tiempo vivido se había replegado abandonando la cotidiana linealidad que la razón ordena y se había abierto una especie de hipertiempo que el cazador había experimentado solamente en determinadas y contadas ocasiones en el bosque, mientras esperaba durante horas a una presa y la frontera entre la vigilia y el sueño se hacía tenue y el hipnopompo hacía su aparición. Esta vez, sin embargo, el carácter atemporal y objetivo de la visión era notablemente más claro, más experiencial y vívido que en las ocasiones anteriores. Tal desfile de imágenes mentales –se preguntó nuestro personaje- ¿podría estar relacionada con una ampliación de conciencia? Sin duda alguna. Pero… ¿a santo de qué se abría ahora esta brecha? ¿Estaría al borde de una situación de peligro para su vida? Tantos años desfilando en una especie de presente perpetuo…El cazador conectó con imágenes vívidas de sus bisabuelos, desaparecidos antes de que él cumpliera los tres años de edad; con escenas nimias –sin ninguna experiencia emocional que los hubiera fijado en la conciencia- de su niñez, como la ingesta de un bocadillo de mantequilla con azúcar mientras intercambiaba cromos de animales con compañeros de clase; con paisajes olvidados de excursiones realizadas en su juventud o con una conversación con un extraño que había tenido en un tren unos años atrás. Todo ello mezclado sin ningún orden aparente. A todo esto la imagen del macho cabrío seguía impertérritamente fijada sin que el recuerdo de las sucesivas escenas hubiera modificado aparentemente su presencia. Cuando la conciencia del cazador recuperó sus cualidades habituales se encontró tumbado en el prado, a los pies de un árbol del que pendía una cuerda sesgada que casaba con el trozo de cuerda que todavía envolvía su tobillo. Era el alba y el rocío humedecía su rostro, que todavía mostraba rasgos de la involuntaria aventura nocturna.

viernes, 19 de abril de 2019

Ideas



                      Aunque la sociedad cada día se refleja menos en los personajes notables (y entiendo por notables aquellos que tienen nuevas visiones que ofrecernos dentro de los campos más diversos) y más en la basura de los "like" y el ruido mediático parece que el mundo de la ciencia sigue manteniendo un prestigio de cara a la población en general. Seguro que por los logros que la ciencia obtiene pero también por la etiología de su objeto, la estructura de su discurso y la naturaleza de sus métodos. Dentro del mundo de la ciencia los grandes logros no son tanto los descubrimientos como las invenciones de nuevos esquemas, tal como reza la cita del físico WH Bragg que encabeza este post. Hoy recojo unos pocos enlaces que nos acercan a algunos de estos creadores de cosmovisiones.
En primer lugar una entrevista con I Prigogine, el inventor del concepto de estructura disipativa, en donde nos habla de la física de la evolución y de la flecha del tiempo. En segundo lugar un documental sobre el ya casi centenario J Lovelock, padre del modelo Gaia, aplicación de un modelo sistémico a nuestro conjunto planetario. En tercer lugar una entrevista con D Bohm, uno de los mayores físicos cuánticos de la segund mitad del XX y mente inquieta que le llevó a formular algunos modelos que se situaban más allá de los límites de la ciencia. Para acabar, una breve charla del siempre polémico R Sheldrake acerca de su estimulante libro "la ilusión de la ciencia".

miércoles, 3 de abril de 2019

Creencias


Curiosamente hoy todavía consideramos que las creencias suponen un lastre o un mecanismo mental primitivo y obscuro que debiera acabar desapareciendo para dar paso a un sistema demostrativo que nos iluminara con la luz de la Razón. Esta situación era la que las almas más evolucionadas de Europa imaginaban hace 250 años y se llamó Ilustración. La Época de las Luces significó un gran avance para el pensamiento europeo, en parte truncado por el posterior auge del Romanticismo, que se dedicó a negar la racionalidad en pos de la involución hacia un prístino pero incierto pasado mítico. El espíritu de las luces siguió animando el desarrollo de la ciencia hasta bien entrado el siglo XX. Algunos desarrollos posteriores -como el tan citado caso de la Mecánica Cuántica- participan ya de una importante componente trans-racional (como lo advirtieron en su momento los propios padres fundadores). Si algo tiene claro nuestra época, la de la llamada postmodernidad, es que el discurso de la Ilustración ha perdido su significación original y nos aparece hoy descontextualizado. El mundo de la ciencia, sin embargo, ha presentado un característico aferramiento a él y solamente en algunos campos ha sido capaz de evolucionar más allá de las estructuras antiguas de pensamiento. Sin duda, cuando hablamos de creencias nos aparece toda una galería de imágenes coloreadas con tintes religiosos (la idea de Voltaire y su época) que nos hace retroceder en el pensamiento y nos refuerza la idea del fundamento inamovible, de la ley natural, del carácter cerrado del mundo, de nuestra supuesta posición fija de observadores objetivos (curiosamente, la ciencia se aferra también a estas viejas creencias y algunos científicos, como el biólogo británico Richard Dawkins, representan lo más parecido a un obispo inquisidor del renacimiento que tenemos en nuestros días, el Dogma de la Biología Molecular habiendo substituido al de la Santísima Trinidad). Abramos un poco la mente: cuando elegimos menú, pareja, estudios, opción política o zapatos lo hacemos sobre una base más o menos extensa de creencias conscientes e inconscientes. Lo que disipan las estructuras mentales racionales no son las creencias sino más bien las estructuras míticas y mágicas. De hecho, la suposición de que el mundo es exclusivamente racional no es otra cosa que una creencia más. Ya lo dice el proverbio anglosajón: the mind is a good servant but a bad master. El mundo de las “ciencias positivas”, epíteto paleolítico que algunos políticos todavía utilizan, está lleno de ideologías que resultan invisibles a muchos de sus parroquianos, quienes prefieren creer que su actividad es a-moral y absoluta. 

viernes, 22 de marzo de 2019

Recomenzar



                        El compositor Frederic Mompou hablaba de su música -aparentemente tan despojada- como la de un recomenzar desde lo esencial, dejando un poco de lado los desarrollos anteriores. Aunque este recomenzar estaba plagado de influencias tan diversas como las de Debussy, Granados o Satie, la idea general del replanteamiento siempre se muestra interesante. En nuestra época nos lo tenemos que replantear todo si queremos siquiera entender el origen del profundo y crecientemente acelerado cambio al que estamos sometidos. En alguna ocasión se me ha planteado que en cualquier momento de la historia se está sometido a un cambio. Respondo: ciertamente, pero no de la misma amplitud. Los cambios de ciclo corto suelen tener implicaciones menos profundas que los cambios de ciclo largo. La primera actividad que concibo es la de la capacidad de conocer (cuando actuamos siempre lo hacemos de acuerdo con ciertos patrones o paradigmas inconscientes). Cuando intentamos aprehender elementos de nuestra realidad suponemos tácitamente -o bien ignoramos abiertamente- dos factores. El primero es la transparencia de nuestra apreciación: la cognoscibilidad directa del mundo. Platón la dió por supuesta; Descartes quiso recomenzar pero cayó de nuevo en la misma premisa añadiendo un elemento que distanciaba el observador de lo observado. Kant revolvió de nuevo la cuestión cuestionando la transparencia racionalista aunque manteniendo un objeto fijo trans-espaciotemporal al que debemos necesariamente acceder -de forma degradada- a través de espacio y tiempo. A partir de Hegel este objeto deja primero de ser fijo para evolucionar y, con ulteriores pensadores, acabar desapareciendo. El segundo factor -relacionado de alguna manera con el primero- atiende al carácter fijo de la posición del aprehensor. Con la sucesiva aprehensión la posición del sujeto o sujeto histórico va cambiando y, por tanto, su sistema de referencia. El conocimiento racional nunca puede ser, por tanto, absoluto. Si concedemos una continuidad -que no mera acumulación- a nuestra adquisición de conocimiento, lo máximo que podemos constatar (que ya es mucho) es que aunque nuestra porción conocida de la superficie de la esfera se hace cada vez mayor, el tamaño de la esfera también crece con nuestra progresiva aprehensión. Estos dos factores me parecen fundamentales y han sido ya históricamente entendidos por grandes filósofos, científicos y artistas. Ahora se hace necesario que se extiendan para conocer lo que acaece en nuestra nave Tierra (como denomina a nuestro planeta E Morin). Los que pretenden controlar el mundo ya lo han entendido ...

sábado, 16 de marzo de 2019

Danzas



            En su exitoso film El séptimo sello el director Ingmar Bergman nos presenta la angustia existencial a través de un cuadro de histeria medieval. En el film, tan solo un grupo de personajes escapa a esta histeria y representa así un plácido espacio de tranquilidad: la familia de cómicos, que vive “la experiencia dulce del cuenco de leche con fresas delante de la puesta de sol”. Al final del film, buena parte de los personajes son llevados por la Muerte en una representación de la Danza Macabra, mientras los cómicos observan tal escena. El mundo actual padece también de histeria colectiva aunque quizás su origen no sea tanto la angustia existencial como un cambio radical de paradigma para el que buena parte de la población no está preparada. Esta especie de metaplataforma en la que habita la familia de cómicos del film se hace del todo necesaria para poder analizar y entender qué nos está pasando. Aunque el torbellino de la danza macabra no sea en esta ocasión tan soslayable…

miércoles, 13 de marzo de 2019

Simplicidad


                Leo fugazmente no sé donde que si Shakespeare viviera hoy en día trabajaría para Netflix. El que ha escrito esto tal vez no ha leído nunca a Shakespeare, no lo ha entendido o solamente lo conoce a través de las versiones de Shakespeare que hacen Netflix, Disney o similares. ¿No será que confunde a Shakespeare con E. Scribe o V. Sardou?

lunes, 11 de marzo de 2019

Paredes



                    La cuarta pared es el nombre con que se conoce la barrera imaginaria que separa una narración dramática –teatral, cinematográfica, televisiva e incluso en la literatura escrita- de su audiencia. En sentido metafórico, por tanto, es el límite entre un perceptor y el objeto por él percibido. El simbolismo de la cuarta pared tiene una correspondencia directa con el modelo perceptual sujeto/objeto y la ruptura de la cuarta pared, por tanto, con la difuminación de tal dualidad. La superación del canon platónico-kantiano, del cartesianismo y, con ello, de la Modernidad, pasa necesariamente por la creación de metaposiciones por modificación del esquema clásico. Aunque la ruptura de la cuarta pared se ha venido practicando desde principios de la Modernidad (la auto-cita al inicio de la segunda parte del Don Quijote y los vaudevilles o moralejas finales del teatro dieciochesco valgan como ejemplo) la fijación de tales instancias en la pantalla cinematográfica ha supuesto un eficacísimo recurso dramático que hace temblar a los partidarios de posiciones fijas. En la historia del cine la ruptura de la cuarta pared ya se utilizó frecuentemente por los cómicos de la época heroica (Chaplin, Laurel&Hardy y Groucho Marx, quien establecía en ocasiones diálogos con el putativo público –“algunas veces la gente, para mi desconcierto, me responde”, explica en su autobiografía). Fuera del ámbito de la comedia, donde la acción resulta más fácil de situar en un metaespacio, una simple mirada a la cámara puede romper con fuerza la cuarta pared. La primera mirada a la cámara del cine moderno si sitúa en 1953, en el film de I Bergman Un verano con Mónica, (este film también fue pionero presentando por primera vez fuera del negocio porno un –suave- desnudo femenino). Todavía con más fuerza dramática –rara vez en el cine se han dicho más cosas sin utilizar el lenguaje hablado-, la liberadora mirada dirigida al alma del espectador al final de Le notti di Cabiria supone un giro total respecto a la historia que se ha venido contando hasta ese momento. El mismo Fellini utiliza de nuevo el abatimiento de la cuarta pared –esta vez con objeto de encontrar un camino evolutivo de salida- al final de E la nave va, cuando la cámara retrocede y deja al descubierto la aparatosa maquinaria que sostiene todo el decorado del film (dicho sea de paso, tal procedimiento hace que cuando se retoma brevemente el hilo de la acción antes de acabar ésta sea observada como un cartoon americano de los años treinta). Siguiendo otra vez con Fellini –uno de mis mitos personales- el final de 81/2 no rompe la cuarta pared pero establece una nueva perspectiva entre lo narrado y su narrador de manera que los observadores nos vemos arrastrados hacia el metaespacio que el autor hace aparecer como un prestidigitador cuando saca un conejo de su chistera. Moraleja: necesitamos romper nuestra cuarta pared de aprehensión del mundo para poder encontrar el hilo del camino que, por momentos, estamos perdiendo.