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viernes, 24 de febrero de 2006

Escapar



En su segundo filme -mi amigo Jaume diría tercero- I vitelloni (la película favorita de S. Kubrik), Fellini nos describe las vidas fútiles y autocomplacientes de unos señoritos de provincia que siempre están diciendo lo que querrían hacer y algún día harán, aunque en realidad no hacen nada más de lo que les impone su condición inicial. Solamente uno entre ellos, Moraldo, de todos ellos el que menos habla de hacer –hacer en gran medida pasa por marcharse de aquel pueblo asfixiante- acaba yéndose de verdad y librándose de la pesadilla de la amargura que siempre acompaña la acción de revolcarse entre la mierda. Una vez más muchos de nosotros nos podemos identificar –aunque sea parcialmente- con esta situación. El pueblo –un Rimini muy diferente al representado años más tarde en Amarcord- constituye nuestro entorno físico, mental y moral tal y como lo vemos desde dentro. La acción de Moraldo significa la liberación, el crecimiento, la valentía de afrontar la vida. No simplemente el deseo de conocer –el intelectualoide Leopoldo también tiene ciertas inquietudes, que sólo lo conducen a reforzar su sentimiento de frustración- sino la realización de tal deseo. El conjunto se puede interpretar a un nivel puramente mental; la riqueza de la obra felliniana permite innombrables lecturas, muchas de las cuales llegan muy adentro del alma humana.

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