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martes, 7 de febrero de 2006

Evolución


Una gran parte de la gente conoce y sufre las desventajas de vivir en una época de transición: falta de valores, falta de autoridad, pérdida del norte, rebaja de la autoestima, falta de ilusiones, desorientación del sentido moral, falta de solidaridad... Pocos se detienen, sin embargo, a pensar cuáles son las ventajas de vivir en tal momento (toda situación presenta objetivamente tanto ventajas como inconvenientes). La gran ventaja es que, al remover toda la carcasa de nuestras convicciones, valores, certezas, conocimientos, pensamientos, comportamientos, etc., la máquina deja durante unos instantes históricos el motor al descubierto y podemos descender más fácilmente un nivel para después asumir un nuevo giro copernicano ó una nueva ascensión dialéctica. Para luego poder subir efectivamente, primero debemos descender. Para que unas estructuras dejen paso a otras, las primeras deben debilitarse y morir. Este es el sentido central de obras que nos hablan de iniciaciones como La Divina Comedia ó La Flauta Mágica. El momento actual, por tanto, nos permite disfrutar de una vista vedada para nuestros antepasados de hace doscientos años ó nuestros herederos de aquí a doscientos. Este descenso hacia el propio interior se traduce en nuestro caso en un reconocimiento de las proyecciones y de les ilusiones de falsa objetividad. La Edad Moderna, época que comienza con Renacimiento y que ahora termina, ha estado indisolublemente unida a dos conceptos: la Ciencia y el Humanismo. El Humanismo puso la figura del Hombre en medio de la Naturaleza. La Ciencia segregó los conceptos de objetividad y subjetividad al mismo tiempo que separaba los reinos de la mente y de la realidad física. Estos conceptos, como todos los conceptos, no corresponden a verdades absolutas ni son inamovibles ó irrenunciables. Ahora, al ver la carcasa de nuestra Edad Moderna levantada, podemos percibir con más facilidad que los conceptos más radicalmente vanguardistas se parecen más a las viejas tradiciones de Oriente ó incluso a las de los primitivos de lo que los clichés nos permitirían pensar. Lo que nos hace falta ahora es dejar que se vuelvan a formar unas estructuras que articulen efectivamente el funcionamiento de nuestro pensamiento, de nuestra sociedad y nuestras acciones. Hasta que esto no vuelva a suceder no habremos penetrado de manera efectiva en una nueva era de la humanidad.

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