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viernes, 24 de marzo de 2006

Absoluto


Oriente y Occidente: dos mitologías, dos inconscientes. Lo que en Occidente se considera prueba, en Oriente se considera experiencia; lo que en Occidente se considera premio ó castigo en Oriente se considera acercamiento ó alejamiento; lo que en Occidente se considera destino en Oriente se considera karma. La dinámica de estas mitologías también es muy diferente. Mientras que en Oriente los conocimientos antiguos no evolucionan porque devienen experiencia en Occidente la exégesis y la filosofía evolucionan con el tiempo.

“Tengo mucho trabajo”, “Me duele mucho”, “Es absolutamente genial” o “Soy rico” son afirmaciones que no nos hablan de cantidad, ni tan sólo se refieren a cualidades externas al que las propone. Son manifestaciones de la percepción en primera persona que pueden tener un grado más o menos elevado de intersubjetividad, aunque la forma en que las proclamamos normalmente se halla situada en el marco de lo absoluto.

En Occidente, todos, de una o de otra manera, estamos buscando constantemente el absoluto. No me refiero únicamente a la trascendencia sino también a los más mínimos detalles de nuestro día a día. Es como buscar una residencia estable, una patria mágica (mental) ó un lugar fuera del espacio y el tiempo. Es el decorado que no tiene detrás. En Oriente, aquí –en todas partes- y ahora –siempre, o nunca- es el absoluto. No es que el decorado no tenga detrás, es que nuestra percepción es intrínsecamente falsa. Oriente es la patria mágica de Occidente. En el Occidente de la postmodernidad radical, la única verdad absoluta es que todo es relativo.

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