Vistas de página en total

miércoles, 8 de marzo de 2006

Estructura


Un art chronique como la música desarrolla en el tiempo una estructura que ya se halla inherente en la pieza de forma atemporal. Lo que consideramos normalmente como forma es precisamente una manera de percibir esta estructura. Por tanto la forma constituye el esqueleto de la obra. Estoy refiriéndome al concepto aristotélico de forma, no a las formas puras platónicas. Lo mismo sucede con las artes plásticas en las coordenadas espaciales. Si pudiésemos percibir una pieza musical fuera del tiempo tan sólo quedaría la estructura. Por tanto, cuanto más estructurada se encuentre una pieza musical, normalmente más solidez posee. Ocupa el tiempo desplegando un algo que ya existe previamente fuera del tiempo. Una obra profundamente estructurada (hablando en lenguaje matemático, con un grado de orden muy elevado) dará lugar a fragmentos que contengan en sí los gérmenes de toda la obra –es decir, constituirá una estructura fractalizada-. Éste es uno de los grandes secretos que guarda la música de Bach, Beethoven y Brahms (y también de Bártok, Stravinsky ó Messiaen) y que las diferencian de otras músicas que aparecen más construidas a base de trocitos ensamblados.

2 comentarios:

carles p dijo...

El solo a que haces referencia se halla mucho más estructurado de lo que parece. Es el mismo tipo de estructura que aparece, pongamos por caso, en las variaciones Diabelli de Beethoven (con más LSD de por medio, claro está). No es mi intención establecer una dicotomía entre música-más-matemática y música-menos-matemática. Toda música es más que matemática, pero también toda música se puede abordar también desde diversos puntos de vista. En general la presencia de una estructura cohesionadora otorga a una pieza una mayor solidez. En el caso que tú citas, la estructura se deriva de la forma variación, en este caso tan compleja y tan a nivel abstracto como en el caso beethoveniano a que hacía referencia. Prometo volver a tratar el tema en el blog en un futuro próximo, ya que me parece apasionante.

carles p dijo...

Como dices muy bien, la variación es la estructura que por excelencia utiliza el jazz. Pero aquí también hay grados de estructuración. Cuando el señor Diabelli envió su valsecito a los compositores más famosos de Viena, lo que pretendía (además de inmortalizar su nombre y mejorar la facturación de su empresa editorial, lo cual son dos razones muy legítimas), era que tales compositores se dedicaran a embellecer un poco la melodía añadiendo unos adornos por aquí y unas florituras por allá (tal como hizo Schubert). Pero Beethoven, después de rechazar de entrada la solicitud -el tal valsecito no le interesó demasiado per se- pudo intuir las posibilidades de desarrollar la célula germinal que se hallaba en la piececita. Sin desmerecer para nada a Schubert -compositor genial, pero de otra índole-, quien inmortalizó el nombre de Diabelli fue Beethoven (después de hacerlo sufrir durante meses, y tener que publicar sus variaciones en un volumen aparte, que ocupaba tantas hojas como las del resto de los compositores juntos). La primera de las 33 variaciones ¡Ya no es un vals! estas variaciones ya no son embellicimientos sino algo que va mucho más a la base de toda la cuestión. El señor Coltrane se pega una variación que -en el lenguaje actual- es mucho más orgánica que la clásica variación jazzística; va mucho más adentro en la estructura.
El efecto que provocan en tí es diferente probablemente porque mientras que el de Carolina se mantiene buena parte del tiempo en el registro agudo del instrumento, lo cual tiene un efecto estimulante, el de Bonn, después de haber hecho las mil y una (fuga incluída) acaba con un tranquilo minuetto como si no hubiera pasado nada en medio.
Tu pregunta respecto al silencio como elemento cohesionador de la música merecería ya un comentario aparte. Deja que lo reflexione y en algún momento lo hablaremos.