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martes, 14 de marzo de 2006
Integración
El gran dilema de la epistemología continúa siendo: ¿Existe un mundo objetivo ajeno a nuestras percepciones y racionalidades ó más pronto nuestras percepciones y racionalidades forman parte de este mundo? En el primer caso nos hallaríamos en presencia de un absoluto; nuestra relación con el entorno siempre sería del tipo sujeto/objeto y, como tal, a fuerza de mirar por un microscopio cada vez más potente, podríamos llegar a percibir dicho absoluto. En el segundo caso no hay absoluto posible por debajo de la frecuencia de la racionalidad –en todo caso, sólo un absoluto transracional- y nuestro progresivo conocimiento debería pasar necesariamente por la integración dialéctica de nuestras aprehensiones. Entonces nuestra percepción siempre vendría modulada por nuestros hallazgos, de manera que tanto miraríamos hacia el exterior como hacia nuestro interior, desapareciendo así la relación sujeto/objeto.
Atendiendo a la relación sujeto - objeto, podemos distinguir tres fases en la evolución de la percepción humana. En una primera fase concebimos nuestras percepciones como representaciones de un mundo externo objetivo ajeno a nuestra consciencia (fase objetiva). En una segunda fase, comprendemos que nosotros tomamos parte de manera activa en la configuración de nuestras percepciones (fase subjetiva). En la tercera fase caemos en la cuenta que “nosotros” y “nuestras percepciones” son términos equivalentes y que de hecho estos dos conceptos son en realidad epimanifestaciones de un continuo de la consciencia resultado de la división artificial que impone la mente. En esta última fase ya no se puede hablar de “percepciones”, ni tan sólo de “nosotros”, dado que la relación sujeto – objeto ha quedado dialécticamente integrada en un único término.
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