La maquinaria de manipular –iba a decir “alienar”, pero la palabra me parece ya un poco apolillada- de que disponen ahora los poderes fácticos no tiene nada que ver con la de hace veinticinco años. Digamos que ahora, como en muchos otros aspectos de la sociedad, se manipula industrialmente. Hace treinta años, todas las fuerzas de un régimen dictatorial no eran suficientes para frenar unas inquietudes crecientes. Se trataba de una manipulación artesanal (aunque de baja calidad). Pero lo más efectivo de la actual manipulación es la transmisión de descrédito a todos los niveles hacia los outsiders del sistema. Si uno intenta una discusión dialéctica sobre la falsedad de los productos derivados del mercantilismo –lo cual es un trabajo inútil-, cuando todos los elementos de discusión parecen estar claros, siempre se da la reflexión final de que “los productos del mercantilismo serán una puta mierda, pero dan mucho dinero”, quedando así justificada la miseria. Sólo se puede vencer a la manipulación con educación, generación de inquietudes, presentación de alternativas, emergencia libre de estructuras y respeto profundo por las personas y cosas.
Si intentamos un análisis más profundo de la situación podemos caer fácilmente en la cuenta de que el Big Brother no es una otredad; es una parte de nosotros mismos que ha tomado cuerpo y que debe ser observado e integrado (o, en terminología freudiana, sublimado).
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